Los refugiados sirios tiritan de frío en tiendas de campaña en el Líbano
INTERNACIONAL
En un campamento improvisado viven 1,1 millones de personas en la Beka
28 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.El sirio Abu Alí y sus hijos se acurrucan con mantas para protegerse del frío en su tienda de campaña en el Líbano, desvalidos ante la llegada del invierno. Los catorce niños, varios de ellos con tos, están calzados con sandalias de plástico pese al lodo y a las bajas temperaturas. «Es nuestro primer invierno aquí y la verdad no creíamos que fuese a hacer tanto frío», confiesa Abu Alí, de 60 años. Son de la provincia de Raqa, en el norte de Siria, de donde huyeron para no tener que vivir bajo el yugo de los yihadistas del Estado Islámico (EI). Se instalaron en un campamento improvisado en Al Sadiyé, en la meseta de la Beka (este libanés), donde vive la mitad de los 1,1 millones de refugiados sirios.
«No tenemos una sobia para calentarnos», dice en referencia a las estufas tradicionales repartidas por las agencias humanitarias a parte de las familias. «Lo único que tenemos son mantas y la piedad de Alá», cuenta este hombre tocado con un kufiya (pañuelo tradicional árabe) y una capa beduina de piel de camello.
La tienda de campaña está compuesta por lonas de plástico y láminas de madera, y esterillas de paja en el suelo. Una única linterna de pilas alumbra el lugar. Pese a las malas condiciones meteorológicas, los niños juegan afuera. «Tengo frío todo el tiempo, pero no hay nada que pueda hacer para tener calor, así que juego de todas formas», explica Hamudi, de 12 años, con sus ojos verdes irritados por el viento.
Alrededor del 20 % de los refugiados sirios del Líbano viven, como la familia de Abu Alí, en campamentos improvisados. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) afirma que las oenegés distribuyeron en noviembre y diciembre dinero a 400.000 refugiados para la compra de combustible. Pero la falta de fondos impidió que muchos más pudieran beneficiarse.
En Jaba, otro campamento improvisado en la meseta de la Beka, el viento sopla fuerte cuando Um Alí originaria de Alepo y embarazada de seis meses, sale de la tienda. Tiende la ropa como si nada. «¡Qué le voy a hacer!» Llueve todo el tiempo. No podemos dejar de vivir«, suelta.
De regreso a la tienda, se sienta con su familia junto a la estufa. Um Alí tose, una tos «que desgarra mi garganta como un puñal». Algunos de sus 11 hijos también están acatarrados. Tienen estufa pero carecen de medios para comprar combustible. Por eso, Jaled, de 4 años, mete papelitos para mantenerla encendida. «Los niños están continuamente enfermos, pero como ninguno va al colegio, no puedo impedirles jugar fuera, dice Um. Desde que está embarazada solo fue al médico una vez por falta de dinero.
«Lo peor es por la noche»
El año pasado una embarazada perdió al hijo que esperaba debido a una tempestad, recuerda Maysam Mohamad, de Oxfam. «Lo peor es por la noche, cuando nos juntamos para dormir», afirma Rajaa, de 23 años, cuñada de Um Alí. «Los niños gimen: ?Tengo frío, tengo frío...»
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