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El califato arrasa la cuna de la civilización

Laura Fernández Palomo AMÁN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Trabajos de recuperación en Nimrud, en el años 2001
Trabajos de recuperación en Nimrud, en el años 2001 KARIM SAHIB | AFP | ARCHIVO

Irak denuncia que el Estado Islámico destruyó el 50 % de la ciudad asiria de Nimrud, de 3.300 años de antigüedad, y la Unesco califica el ataque de «crimen de guerra»

07 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Primero fue la toma de un territorio y la imposición de su draconiana ideología. Después las matanzas y los secuestros. Y ahora la limpieza cultural de Irak. La última víctima del Estado Islámico (EI) es la histórica ciudad asiria de Nimrud, corazón del imperio mesopotámico y cuna de la civilización que se extendió hasta el Mediterráneo. «No podemos permanecer en silencio. La destrucción deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra», declaró ayer desde París Irina Bokova, directora general de la Unesco.

Bokova llamó «a todos los responsables políticos y religiosos de la región» a detener la destrucción que, de seguir como hasta ahora, podría hacer desaparecer el legado milenario de Irak, y también de Siria, en diez o quince años. Además, pidió al Consejo de Seguridad de la ONU y al fiscal del Tribunal Penal Internacional (TPI) que aborden el tema.

El escritor iraquí Riad Abdul Karim calificó el acto como un «genocidio cultural», mientras la jefa de la sección árabe de la Unesco, Nada al Hasán, denunció la impotencia de la comunidad internacional ante la campaña sistemática emprendida por los yihadistas para diezmar el patrimonio de la humanidad.

Los yihadistas no han difundido imágenes de la destrucción, pero el Ministerio iraquí de Turismo y Antigüedades ha confirmado que el 50 % de las ruinas asirias de Nimrud, a orillas del Tigris y situada en la provincia de Nínive, han sido demolidas por militantes del EI. El jueves entraron con excavadoras en el yacimiento del siglo XIII antes de Cristo e inscrito en el catálogo de la Unesco. Una fuente tribal declaró a Reuters que los yihadistas «saquearon los objetos de valor, destruyeron el palacio y luego procedieron a nivelar el suelo». Las estatuas de toros alados con cabezas humanas, conocidos como lamassus y situados a las puertas del palacio de Asurbanipal II, han sido destrozadas, según contó un funcionario iraquí a la cadena Al Yazira.

La destrucción se produce una semana después de que el EI difundiera un vídeo mostrando como sus militantes destrozaban a martillazos estatuas asirias en el Museo de Mosul. Como respuesta simbólica, el Gobierno iraquí reinauguró el pasado fin de semana el Museo Nacional en Bagdad, que había permanecido cerrado durante 12 años.

Los expertos creen que el próximo blanco de los yihadistas será Hatra. Una ciudad de 2.000 años de antigüedad que forma parte del patrimonio cultural de la Unesco. Las guerras encadenadas, crisis y sanciones vividas en Irak, han hecho que estos lugares hayan quedado indefensos, pero, nunca como hasta ahora, con el EI dispuesto a acabar tanto con la vida de las personas como con la memoria que contradiga su ideología.

El terror sin fin de los hombres de Al Bagdadí

Decapitar, quemar, torturar, secuestrar y esclavizar al enemigo, lapidar a los adúlteros y apóstatas, arrojar al vacío a los homosexuales o destruir el legado histórico preislámico... La barbarie parece no tener fin en las zonas conquistadas por los soldados del califato islámico proclamado por Abu Bakr al Bagdadí el pasado julio. El terror como medio de conquista contra todo aquel que no comulga con su fe ultra del islam. Una forma de sometimiento profusamente divulgada a través de la redes sociales. Su objetivo: mostrar su fuerza, dejar constancia de la impotencia de su enemigo y captar adeptos.

Chiíes, cristianos, turcomanos, yazidíes han sufrido la barbarie de los yihadistas. Niñas y mujeres de esas minorías religiosas y étnicas convertidas en esclavas sexuales, mientras los hombres eran ejecutados casi siempre frente a una cámara. Las plazas de su feudos son el espejo de su mal llamada justicia en nombre de Alá. Castigos y ejecuciones bajo el código penal impuesto por Al Bagdadí. Su última muestra, la macabra imagen de un joven acusado de ser homosexual arrojado desde una azotea en Raqa.