Los pensionistas acuden a cobrar sus pensiones entre el enfado y la resignación
02 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Yorgos Safilis vivió su juventud surcando los mares de medio mundo. Era marinero mercante de profesión. Podría pasarse horas contando aventuras de cada uno de los puertos que pisó, pero cuando habla de amores solo tiene uno, «la chilena María». Con ella formó una pareja que, ya jubilada, escogió Atenas para retirarse. Lo que nunca imaginó es que ambos terminarían haciendo cola para recoger 120 euros de su pensión. «Nunca pensé que llegaríamos a esto», confiesa Yorgos. «Me recuerda a los mil días de Allende en Chile. Estos griegos no saben lo hacen». Confiesa que el miedo a que el corralito dure más de lo esperado le impide vivir con normalidad: «Ahora comemos arroz todos los días, uno no sabe lo que puede venir». De él dependen cuatro personas. «Hay que apretarse el cinturón», dice.
El señor Moustakis enseña sus billetes con satisfacción. «Me voy directo a comprar comida para mi familia», grita. A pesar de sentirse abandonado por el Gobierno, mantiene que votará no en el referendo. «Es cuestión de dignidad, he pasado más penurias que esta. Yo viví la ocupación nazi», sentencia.
En el puerto del Pireo una larga cola rodea la manzana. Es uno de los barrios más afectados por la crisis. Los empujones empiezan a primera hora de la mañana. Renos lleva desde las 6 sentado en una pequeña silla de plástico con un frappe (café helado) en la mano y protegiéndose la cabeza con un trozo de cartón. «Que venga Varufakis a hacer cola para sacar mi pensión. No, él está bien a gusto en su piso con esa terraza», critica.
Una situación muy distinta se vivía en el barrio de Kolonaki, uno de los más ricos de Atenas, con poca afluencia de gente y cajeros sin existencias. «Claro que tenemos dinero en casa, vengo para que me informen y para poner al día las cuentas», explica Amalia, que confiesa que tiene «debajo del colchón» lo suficiente para vivir todo lo que queda de año.
Una vez decretado el control de capitales, la decisión de retrasar la apertura de los bancos para que los jubilados cobraran sus pensiones ha sido muy criticada en la sociedad griega. Aunque según el primer ministro los depósitos están asegurados, el miedo se ha apoderado de uno de los pilares de la economía de un país en el que uno de cada dos hogares viven de las pensiones.
Debates en la calle
«Sospecho que las cosas no van bien, cuando andan imponiendo todo el tiempo restricciones de este tipo. Que Dios nos ayude», dice en un tono resignado Thanasis, que trabajó en la construcción durante veinte años. Una encuesta publicada ayer revela que el 46 % de los griegos son partidarios de votar no este domingo, frente al 30 % que marcarían la casilla del sí. Según otros, el corralito tendrá un impacto directo sobre la intención de voto reduciendo sensiblemente el apoyo a la opción del Gobierno. El debate se traslada a las puertas de los bancos, y mientras esperan, muchos pensionistas se enzarzan en acaloradas discusiones sobre quiénes han causado la situación y sobre el futuro.
En la oficina bancaria de Monasteraki, los trabajadores esperan para entrar. Ayer recibieron del Gobierno a las 8.45 de la mañana un correo electrónico con toda la información; tarde, si consideramos que los bancos abren sus puertas a las ocho. Su contenido muy simple. Los pensionistas solo pueden sacar 120 euros hasta el viernes, que es cuando volverán a cerrar las entidades financieras. «Hoy hemos venido todos los trabajadores. Se te rompe el corazón al ver lo que el Gobierno está haciendo con los jubilados», explica el director de la oficina, Nikos Bertsikkis. Teniendo en cuenta que los bancos no reabrirán hasta el martes, la cantidad que pueden retirar los pensionistas sin tarjeta es de 20 euros por día.
Muchas entidades bancarias han reforzado la seguridad para controlar las aglomeraciones en las zonas más problemáticas. Por su parte, la presidenta de la Unión Griega de Bancos, Luka Katseli, ha anunciado que el pago está transcurriendo correctamente y ha informado de que, en caso de que fuera necesario, se extenderá el horario de apertura y se abrirán sucursales adicionales.
Falta de información y horas de cola
La mayoría de los jubilados se quejan de la falta de información. Pocos conocían antes de llegar a su banco que el pago de las pensiones se iba a realizar en varios días a partir de ayer. Ni mucho menos que fuera el orden alfabético la fórmula elegida para hacerlo. Lo cierto es que no todas las entidades han respetado esas normas en el primer día de pago y el caos era todavía mayor en las oficinas de las entidades bancarias de los suburbios, donde no había listas ni había llegado la orden del ministerio.
«Esto es un descontrol, tenernos aquí esperando para nada», reclamaba Marios, que ha trabajado 25 años como funcionario en el ministerio de Finanzas. A empujones intenta entrar en la oficina para preguntar por qué con su tarjeta de crédito solo puede sacar 40 euros y no los 60 que establece el límite del corralito griego para cada persona. Uno de los empleados bancarios le informa de que la máquina expendedora no dispone de billetes suficientes. «Ahora tengo menos dinero para pasar el día, no solo yo, toda mi familia», se despide.
No solo eso. Hubo quien esperó horas haciendo cola para nada, porque cuando fue atendido comprobó que no se había efectuado el ingreso de su pensión. La caja de pensiones de los autónomos tan solo ha transferido la mitad de los pagos.