El país heleno tiene menos de 11 millones de habitantes en su territorio, pero cuenta con 6,5 millones de compatriotas repartidos en los cinco continentes
02 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La diáspora griega asiste con preocupación a la situación de su país y se inclina mayoritariamente por mantenerse en el seno de la familia europea. «Antes me sentía un privilegiado por haber venido a Alemania y no tenía que vivir a diario con la crisis», explica Yanis Sarakatsanis, un experto en informática instalado desde hace tres años en Munich. «Ahora pienso en ello desde que me despierto».
Con el móvil pegado a la oreja, el berlinés Tanos Pasoglou habla con su madre, que vive en Tesalónica, de los 2.000 euros que la anciana pudo retirar in extremis de su cuenta. «Que los bancos estén o no cerrados, las cosas no cambian: mi madre ha sacado todo lo que tenía», explica este profesor de griego moderno.
«Seguimos continuamente en contacto», cuenta por su parte Maria Melidis, que tiene una panadería en Little Greece, el barrio de Chicago donde vive parte de la comunidad griega de EE.UU., la más importante del mundo. «Es muy duro, porque sufrimos con ellos», confiesa.
Grecia, tierra de emigrantes, tiene menos de 11 millones de habitantes en su territorio, pero cuenta con una diáspora de 6,5 millones repartidos en los cinco continentes. Melbourne se reivindica como la mayor ciudad griega después de Atenas y Tesalónica. La embajada de Grecia en Alemania estima en más de 120.000 el número de jóvenes griegos que han llegado a Alemania, a menudo cargados de diplomas, para buscar trabajo.
Mucho más politizados que los viejos emigrantes griegos, estos jóvenes expresan un sentimiento de impotencia por no poder votar en el referendo, ya que Grecia no autoriza el voto desde el extranjero. «Lo peor es que no se puede hacer nada desde el extranjero», se lamenta Serge Karboulonis, estudiante de comunicaciones en París y opuesto al Gobierno de Tsipras. «Tenemos el sentimiento de estar en guerra», afirma.
A 13.000 kilómetros de ahí, en Australia, la consternación no es menor. «Los griegos australianos están divididos», asegura el presidente de la comunidad greco-ortodoxa de la región de Sydney. Quienes consideran que el lugar de Grecia está en Europa, esperan con ansiedad al domingo. «Mi temor es que la gente se deje guiar por sus sentimientos y no por la razón», teme Apostolos Benisis, informático en Berlín. «Mi corazón está en Europa, y siempre lo ha estado», cuenta.