Se resiste a confrontar su pasado tal y como lo ha hecho Alemania. No le resulta fácil. Su trayectoria después de la derrota ha sido muy diferente a la del país europeo
16 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Se esperaba de Japón una disculpa oficial, rotunda e inequívoca, en el setenta aniversario del final de la Guerra del Pacífico, y la disculpa llegó por boca del emperador Akihito, que empleaba ayer la expresión «profundo remordimiento» para describir sus sentimientos respecto a esa página negra de la historia del país. Los comentaristas mirarán con lupa esas palabras y su significado preciso en el original japonés, pero es fácil predecir que, antes o después, se las considerará insuficientes. La idea de que Japón se resiste a confrontar su pasado en el modo en el que lo ha hecho Alemania está tan enraizada que no desaparecerá fácilmente.
¿A qué se debe esta diferencia entre los dos países, Japón y Alemania? En primer lugar, a que, objetivamente, Japón ha sido más tibio a la hora de expresar su arrepentimiento por los crímenes del pasado. La insistencia de algunos primeros ministros en visitar el controvertido santuario militar de Yasukuni o los intentos -muy ocasionales- de algunos políticos japoneses de negar algunos crímenes de guerra perfectamente documentados han alimentado la desconfianza.
Pero la mala imagen de Japón es quizás excesiva. Esto tiene mucho que ver, precisamente, con esa comparación constante con Alemania. Mientras que las atrocidades cometidas por ambos en la segunda guerra mundial pueden haber sido similares hasta cierto punto, su trayectoria después de la derrota ha sido muy diferente. Alemania ha gozado siempre de la ventaja de poder atribuir lo peor de su historia a un régimen, el nacionalsocialismo, con el que la Alemania actual no tiene nada que ver; esto le permite un grado de autocrítica que tiene más difícil Japón, donde la institución imperial ha mantenido su continuidad. Quizás también pesan los factores culturales: para el público occidental Alemania es un país cercano, parte esencial del proyecto europeo; a diferencia de Japón, su arrepentimiento se considera sincero sin dificultad.
La geopolítica manda
Últimamente influye sobre todo la geopolítica. Las disculpas históricas están guiadas también por sus vaivenes. Alemania no empezó a afrontar su pasado nazi seriamente hasta finales de la década de 1960, en el contexto de los cambios políticos del momento, sobre todo la llegada al poder de los socialdemócratas y el despegue del proyecto de la construcción europea. También Japón se disculpó con Corea del Sur y con China en 1965 y 1970 a medida que su aliado norteamericano se lo iba exigiendo. Pero a diferencia de Alemania, Japón no se ha podido beneficiar de una estrecha alianza con sus antiguas víctimas. Las relaciones con Pekín y Seúl, de hecho, se han ido haciendo más tensas en los últimos años a causa de las disputas territoriales; y en ese pulso es inevitable que salga a relucir constantemente el pasado de Japón en la zona. Es por esto que, independientemente de la sinceridad o la rotundidad del arrepentimiento que muestre Japón por un pasado oscuro, es el presente el que determinará cómo de creíble le parezca al resto del mundo.