En el cierre del congreso conservador prometió un mandato de «reformas sociales» que busca marginar al laborismo
08 oct 2015 . Actualizado a las 05:00 h.David Cameron trató de poner la venda antes de que la herida empeore y cerró el congreso conservador prometiendo a los eurófobos más furibundos de su partido una «dura» pelea con la Unión Europea. El primer ministro británico afirmó en su discurso que no siente ningún cariño «romántico» por Europa y que solo le interesan «dos cosas: el bienestar del Reino Unido y su influencia». «También sabemos lo que tiene de bueno. Es el mayor mercado único del mundo», añadió para justificar su lucha para lograr las reformas de la UE -un bloque «demasiado grande, demasiado mandón y demasiado entrometido»- que le permitan defender la permanencia en el referendo que se celebrará antes del 2017.
Cameron enarboló la bandera de la «reforma social». Su segundo mandato debe ser el que erradique «las causas de la pobreza» del país de la OCDE con menor movilidad social, según recordó. Los medios bautizaron esta deriva, según Colpisa, como «proyecto camborne», diseñado por el primer ministro y su amigo y ministro de Finanzas George Osborne. Ambos empezaron su carrera cuando Tony Blair reinaba y admiraban su ambigüedad, que ahora tienen oportunidad de desplegar para apuntalar la hegemonía tory. El discurso del líder conservador fue, según Laura Kuenssberg, editora política de la BBC, «como escuchar al último Blair». Ayer, el primer ministro puso en pie a su audiencia con un alegato en favor de la «igualdad real», tras hablar de una chica negra que tuvo que cambiar su nombre a Elizabeth para lograr entrevistas de trabajo, de los insultos a musulmanes y de arrestos de jóvenes negros.
El laborismo ha facilitado la tarea. Jeremy Corbyn, su nuevo líder, promueve una estrategia de movilización política de los desilusionados por la falta de autenticidad socialista y el proyecto camborne ha decidido ocupar el terreno central que quedó despejado. Su objetivo es marginarlo a perpetuidad.
Pero la brecha entre el ideario formulado en Manchester y las políticas de austeridad aprobadas es su gran reto. La guía de Osborne es ecléctica e incluye un aroma thatcheriano de «menos subsidios, menos impuestos y salarios más altos», que el reformismo de Cameron vende prometiendo más viviendas, un plan de infraestructuras, el éxito aún incierto de sus reformas en la educación? Son problemas estructurales que requieren actuaciones sostenidas más allá del que será su último mandato.
Para aislar más a los laboristas, acudió a la amenaza contra la seguridad nacional. Acusó a Corbyn de simpatizar con el terrorismo y reiteró sus promesas de dedicar un 2 % del PIB a defensa y renovar el sistema nuclear Trident. Puso a jugar a su favor la crisis de los refugiados, insistiendo en que la solución es ayudar a países como Siria.