«Si tenemos miedo, ellos ganan»

Alexandra Fernández PARÍS / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Muchos franceses se quedaron en casa, pero los turistas acudieron a los lugares típicos

15 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Hemos salido porque quedarnos en casa es justo lo que quieren los terroristas, quieren que tengamos miedo y, si lo tenemos, ellos ganan», dice una pareja. Es un mensaje que ha circulado por las redes sociales, apoyando los intentos de convocatoria de una marcha pacífica, aunque las manifestaciones han sido prohibidas al declararse el estado de emergencia. La concentración no se ha consumado, pero varios grupos se han acercado a dejar velas en la plaza de la República. No es el único mensaje de las redes que invita a volver a la calle. «Reíd, cantad, bebed y bailad; esos imbéciles lo detestan» se ha convertido en lema tras los atentados terroristas del pasado viernes en París.

Sin embargo, tras la caótica noche, la capital gala amanece en silencio. Poco tráfico, calles medio desiertas, centros escolares, turísticos y culturales cerrados. Hay confusión, miedo, dolor y duelo. Un incidente en un peaje con cuatro hombres armados a bordo de un Citroën reaviva por unas horas el pánico. Parece el comienzo de una segunda parte, pero vuelve el silencio. Ya no hay más noticias que las de la madrugada y parece que ya acabó todo. Pero los parisinos no olvidan los días siguientes al ataque de Charlie Hebdo, en los que, como en un gran terremoto, hubo réplicas.

«Mi compañera de piso, que es francesa, se ha quedado en casa», cuenta una española afincada en París. Estamos delante del Museo de Quai Branly, cerca de la torre Eiffel. A pesar del estado de emergencia, la ciudad quiere despertar y se respira tranquilidad. Aunque es una tranquilidad extraña. París parece un domingo de verano, en que los parisinos abandonan la capital y los turistas caminan por la sombra. Hay gente en los buses, el tiovivo de Trocadero funciona, los quioscos están abiertos y los turistas, como cualquier otro día, se hacen fotografías delante de la torre. Pero todo da una sensación de falsa normalidad. «Yo he salido porque mis amigas están de visita y voy medio obligada, pero mis amigos franceses se han quedado en sus casas, prefieren no salir», continúa.

Las calles del centro no están desiertas, aunque la presencia de turistas es mucho mayor que la de parisienses. A pesar de las bombas y disparos de la noche anterior, muchos han salido. «Los turistas saldrán siempre, no importa lo que ocurra, pero para los franceses es día de duelo», dice.

«París es grande», comenta un hombre en los jardines de Luxemburgo. Para él, los atentados quedaban muy lejos. Ve menos gente que un sábado normal y en las caras de no pocas personas, una expresión de tensión.

Dolor y orgullo

Ayer la gente se acercaba con cámaras a la sala de conciertos Bataclan, donde los cordones policiales impiden el paso. Los agentes revisan las bolsas de transeúntes que quieren entrar en la zona acordonada. Algunos son incapaces de reprimir expresiones de dolor.

Hay flores bajo la estatua del general Charles de Gaulle, en cuyo pedestal se lee: «Hay un pacto veinte veces secular entre la grandeza de Francia y la libertad del mundo». En los barrios más alejados de los focos de terror, los parisinos han seguido con su día a día, dolidos pero orgullosos. Banderas francesas cuelgan de los balcones. En la Cámara de los diputados se ha entonado La marsellesa.

Al llegar la noche, ante la ausencia del foco de luz que emana de la torre Eiffel, las ventanas de los franceses se han llenado de velas. Y es que el lema grabado en el escudo de París es «Fluctuat nec mergitur» (Es batido por las olas, pero no se hunde).