Londres y Bruselas buscarán mañana un encaje legal a las demandas de Cameron para evitar el «brexit»
16 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La Unión Europea dará mañana el pistoletazo de salida a las negociaciones entre el Reino Unido y sus socios. Sobre la mesa, la permanencia de los británicos en el club de los Veintiocho. El primer ministro David Cameron, que prometió celebrar un referendo, deberá volver a Londres con una propuesta a la altura de las expectativas de su partido para apoyar el sí, de lo contrario, el adiós está asegurado.
¿Qué pide Cameron?
Las demandas erráticas y opacas del primer ministro británico han variado desde que anunció su intención de celebrar un referendo con el fin de calmar a los antieuropeos más recalcitrantes de su partido. La crisis migratoria y la amenaza terrorista ponen ahora sobre la mesa nuevas peticiones. El 10 de noviembre, Londres envió la lista de deseos definitiva a Bruselas. El conservador necesita un acuerdo ambicioso para apoyar la campaña del sí a la UE. En primer lugar exige que se otorgue al Reino Unido la posibilidad de abstenerse en planes futuros hacia una mayor integración europea. Una de las opciones que maneja es la puesta en marcha de un sistema de tarjeta roja para vetar directivas de Bruselas en esa dirección. Exige también una garantía legal de que los Tratados de la UE serán reformados en el futuro, después de la consulta. Demanda un «trato justo» para los Estados miembros que no comparten el euro y garantías de que ninguna de las políticas de la eurozona afectará a su economía. En esta línea, también pone como requisito que se avance en la culminación del mercado único, un logro que puede relanzar la competitividad británica. La inmigración es el talón de Aquiles de las negociaciones. El dirigente tory contempla restringir la llegada tanto de ciudadanos de la UE como los de terceros países. Sus propuestas oscilan desde la imposición de cuotas a eliminar durante cuatro años los beneficios sociales a trabajadores extranjeros, para primar a los nacionales. Sus intenciones chocan de frente con derechos fundamentales de la Unión como la libertad de movimiento.
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la UE?
A corto y medio plazo a una declaración política «porque es imposible cambiar el Tratado de la UE antes del referendo», según el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. La consulta está prevista el próximo verano o a más tardar en el 2017. Abrir de nuevo los Tratados exige tiempo para negociar con los 27 socios y podría sentar un precedente para que otros países llamen a la puerta buscando mejorar su posición en el club. Londres y Bruselas se afanan en encontrar un terreno neutro, una fórmula parcheada para adecuar las exigencias de Cameron. No será tarea fácil. «El aspecto legal es lo más difícil, no la falta de voluntad o compromiso entre los Estados miembro», afirma Tusk. El acuerdo es posible en casi todos los puntos presentados por Cameron pero Bruselas advierte de que no se podrá restringir bajo ningún concepto la libre circulación de ciudadanos de la UE, pilar fundamental de los Tratados. «Hay buenas perspectivas de acuerdo sobre la necesidad de luchar contra los abusos del sistema y posiblemente en algunas reformas pero no hay consenso en torno a privar durante cuatro años a trabajadores de la UE de cualquier acceso a beneficios sociales», reconoce Tusk.
¿Cuenta el Reino Unido con aliados?
Convertir un asunto de política doméstica en todo un desafío a la UE no suele ser un buen abono para las amistades. Si bien es cierto que el interés de todos sus socios es que el vecino británico siga a bordo, hay muchas capitales que no están dispuestas a extender un cheque en blanco. En Bruselas se ha pasado de la extrema irritación a la resignación. El Reino Unido lleva muchos años torpedeando los acuerdos hacia una mayor integración y exigiendo la «repatriación» de soberanía. Polonia se niega a aceptar cualquier propuesta que recorte la libertad de circulación de sus trabajadores, con fuerte presencia en el mercado laboral británico. Los países del Este no quieren que se toquen los presupuestos comunitarios, de los que se nutren sus programas de cohesión, y donde la contribución del Reino Unido es notable. Alemania y Francia se niegan a socavar el principio de libre circulación para tratar de mantener a flote el proyecto europeo y Bruselas se resiste a devolver competencias, lo que supondría un paso atrás en el proceso de integración.
Solo Suecia, país que tampoco comparte el euro, y Holanda, socio comercial altamente dependiente del Reino Unido, se muestran más abiertos a aceptar las demandas británicas.
¿Qué está en juego?
Hay muchos riesgos al final del camino. El Reino Unido perdería peso político y económico si gana el no. El futuro de la City de Londres se tambalearía en favor de otras plazas financieras. Salir de la UE supone decir adiós a su mercado interior, del que tanto se benefician los británicos. Se abriría un largo y complejo proceso de negociación para acomodarlo dentro, y no habrá modelo a la carta. La UE también se juega su futuro. La salida del Reino Unido supondría abrir la puerta a otras salidas. Un triunfo para las fuerzas euroescépticas como el Frente Nacional. También supondría una pérdida de peso de la UE a nivel internacional. El Reino Unido es la segunda mayor economía del bloque y un miembro estratégico en diplomacia y defensa. No hay que olvidar que un eventual brexit arrastraría consigo a los escoceses, favorables a la permanencia. Si gana el no, estaríamos a las puertas de un nuevo referendo de independencia en Escocia.