Cameron se da contra un muro en Bruselas

Adolfo Lorente / Colpisa BRUSELAS

INTERNACIONAL

YVES HERMAN | Reuters

Los líderes de los otros 27 advierten que no aceptarán que se discrimine a los europeos que vayan al Reino Unido

18 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La guerra, en realidad, comenzó hace bastante tiempo, pero ayer se libró la primera de las grandes batallas. No son cosas de cronistas comunitarios sino palabra de David Cameron. Escuchen: «Quiero ver un progreso real en las cuatro áreas que he planteado, pero no estamos buscando un acuerdo hoy, estamos buscando un impulso para que podamos lograr un buen acuerdo y vamos a dar la batalla por Gran Bretaña toda la noche». Dicho y hecho, porque al cierre de esta edición, la cena de los jefes de Estado y de gobierno de la UE aún no había terminado. El brexit estaba encima de la mesa y, a tenor de lo sucedido, Cameron no tendrá fácil que su propuesta para seguir en la UE salga adelante. Sucede como ocurrió con Alexis Tsipras en Grecia. Uno contra 27, que no 27 contra uno. El matiz no es baladí.

El británico se ha metido él solo en un callejón que en Bruselas tiene difícil salida. Y no por prometer un referendo de adhesión antes de que finalice 2017, que también, sino por su batería de exigencias para hacer campaña por el sí. De ellas, tres son más o menos asumibles [mercado único, competitividad e integración europea], pero una es rechazada de plano por los demás socios al considerarla una línea roja. No, no y no. No a negar a los trabajadores europeos no británicos el acceso a determinadas ayudas públicas durante sus primeros cuatro años en el Reino Unido. Se lo han dicho en más de veinte idiomas. Aceptarlo sería ir en contra de los valores de la propia UE.

Se lo han dicho todos los líderes comunitarios y se lo reiteró ayer la jefa, Angela Merkel: «Vamos a mantener una conversación franca. Queremos mantener al Reino Unido en la UE, pero al mismo tiempo, los fundamentos básicos, como la no discriminación y la libertad de movimiento, no los queremos restringir», advirtió. No obstante, dejó una puerta abierta al acuerdo al asegurar que hay «posibilidades de buscar soluciones» «si todos dan un paso importante para acercar posiciones». Juncker aún cree en el pacto

¿Cuáles son las posibilidades reales de que el polémico punto que exige Cameron salga adelante? «Ninguna», asegura un diplomático comunitario metido de lleno en las conversaciones. Dicho de otro modo, «o en Downing Street cambian de estrategia y retiran la propuesta de quitar las ayudas a los europeos o no habrá acuerdo», recalca. Cameron, sabedor de que su oferta es un imposible, guarda un calculado silencio y ha instado a sus socios a presentar una contrapropuesta.

«Es la clásica negociación, pero en Bruselas tenemos clarísimo que el que debe hacer y deshacer es el Reino Unido, que son los que se han metido en este problema sin que nadie les empujara», aseguran fuentes comunitarias, que descartan de plano una modificación de los Tratados Europeos (siempre demasiado farragosa) para complacer los deseos de Cameron. Ahora, de lo que se trata es de que la diplomacia comunitaria sea capaz de acordar una propuesta lo suficientemente flexible para que todas las partes pueden vender en su casa el acuerdo, para que el británico pueda salvar la cara y poder retirar su polémica propuesta de las prestaciones sociales sin que suponga un losa demasiado pesada en la reñida campaña del referendo. «Vamos a necesitar mucha creatividad y poner mucho esfuerzo en este proceso para cumplir en febrero», deslizó el primer ministro de Estonia, Taavi Roivas.

Alemania y Francia se ponen al frente de la guardia de costas y fronteras

Los jefes de la UE también tienen muy claro que el mayor desafío al que se enfrentan en décadas es la masiva afluencia de refugiados. El espacio de libre circulación de personas está más en peligro que nunca en una Europa que solo sabe hablar de cierre de fronteras y levantar vallas. La operación salvar Schengen ya ha sido activada. Ocurrió ayer. Sobre la mesa, la última propuesta de la Comisión, que pretende crear una Guardia Europea de Costas y Fronteras de 1.500 agentes. Alemania y Francia ya han dado el sí, pero no todos los países ven la propuesta con buenos ojos. Grecia, país al que todos señalan y por el que se ha impulsado esta iniciativa, ya ha dicho que no la aceptará. Sin embargo, la unanimidad no es necesaria, basta que con una mayoría cualificada dé su visto bueno.