El de Nagorno Karabaj fue uno de los primeros conflictos congelados de la era postsoviética y el hecho de que 22 años después amenace con reactivarse supone un pronóstico pesimista para tantas otras tantas guerras que la diplomacia ha podido parar pero no resolver. Como Transdniéster en Moldavia, Osetia del Sur y Abjasia en Georgia o el caso mucho más reciente -y no del todo congelado- de las repúblicas de Lugansk y Donetsk en Ucrania, Nagorno Karabaj forma parte de un limbo cada vez más nutrido: el de los países con banderas, himnos y ejércitos, pero sin reconocimiento internacional ni paz definitiva. En todos esos casos lograr un alto el fuego provisional fue una empresa difícil. Hacer que lo provisional se convierta en definitivo está resultando casi imposible.
Precisamente en noviembre pasado se hablaba con cierta esperanza de una iniciativa para relanzar las negociaciones entre Armenia y Azerbaiyán que diese una solución, de una vez por todas, al contencioso de Nagorno Karabaj. ¿Qué es lo que ha ocurrido, entonces, para que vuelvan los combates? La respuesta es que muy posiblemente escalada militar y negociación sean en el fondo la misma cosa.
La cuestión es que hasta ahora los azerbaiyanos no habían accedido a entablar un diálogo porque eran conscientes de que el mediador autoimpuesto, Rusia, estaba claramente del lado de los armenios. Los dos países tienen una alianza militar y Moscú dispone de una importante base en Armenia que alberga a unos 5.000 soldados rusos. Mientras ese fuese el equilibrio de fuerzas, Azerbaiyán sabía que no había nada que hacer. En su momento, los azerbaiyanos pusieron sus esperanzas en una alianza con Georgia, otro país con dos enclaves en una situación parecida a Nagorno Karabaj. Pero la derrota de los georgianos en su intento de recuperarlos por la fuerza en el 2008 dejó a Bakú en una posición todavía peor. La otra estrategia azerbaiyana, aislar a Armenia mediante una alianza con Turquía, se desbarató también al año siguiente cuando armenios y turcos iniciaron inesperadamente un acercamiento diplomático.
Pero ahora el equilibro de fuerzas ha cambiado. Además de sus malas perspectivas económicas, Rusia tiene abiertos demasiados frentes diplomáticos y militares al mismo tiempo, lo que la ha debilitado mucho. Turquía está tan enfrentada con Moscú que los azerbaiyanos pueden volver a contar con Ankara para lo que quieran y, en el entorno actual, saben que también pueden contar con el apoyo de Washington y sus aliados. Azerbaiyán se está postulando como un suministrador de energía barata a Occidente y, aunque últimamente los bajos precios del petróleo lastran su crecimiento, ha invertido mucho en modernizar su ejército. Es probable que la escalada militar de estos días sea una forma de mejorar su posición de cara a la próxima negociación con Armenia. Si es así, se trata de un juego peligroso. Porque, si se pasa, puede que no llegue a haber negociación.