Los primeros pasajeros embarcaron en el aeropuerto de Zaventem hacia Faro, Atenas y Turín rodeados de severas medidas de seguridad doce días después de los atentados
04 abr 2016 . Actualizado a las 01:15 h.«Es el primer viaje que hago al aeropuerto desde el día de los ataques. Quien diga que no le ha afectado, miente», reconoce Luc Vanden Bussche. Este taxista flamenco todavía oye el estruendo de las dos explosiones que hicieron saltar por los aires la zona de facturación de la terminal de salidas del aeropuerto de Bruselas el pasado 22 de marzo. «Mi cliente y yo nos quedamos paralizados. Le grité que entrara en el taxi y me lo llevé de vuelta a la ciudad. Ese día aparqué el coche y dejé de trabajar», narra mientras nos acercamos al primer control de acceso, tomado por docenas de policías y militares. Han pasado 12 días desde esa fecha negra. Doce largos días en los que el aeropuerto se ha mantenido cerrado. Hasta ayer.
Faro, Atenas y Turín fueros los tres destinos escogidos por Brussels Airlines para fletar los primeros vuelos de una reapertura más simbólica que práctica. Los pasajeros fueron llegando de forma escalonada hacia las instalaciones temporales habilitadas para los controles de salida desde la planta cero. Las paradas de buses, siempre atestadas de gente, ayer estaban desoladas por la interrupción del servicio. «Queremos que todo salga bien y que el operativo, limitado por las circunstancias, sea cien por cien eficiente», asegura la portavoz del aeropuerto, Florence Muls, junto a una carpa blanca donde las autoridades revisan credenciales e identificaciones a los pasajeros antes de acceder a la zona de control de maletas.
El espacio es muy reducido. ¿Será suficiente para absorber el flujo de pasajeros a lo largo de los próximos nueve meses? Muls confía en que lo lograrán. Otros recelan: «Si quieren alcanzar el cincuenta por ciento de actividad en verano, no sé si será suficiente este despliegue, será un reto», asegura Ismael Iddou, empleado del aeropuerto.
Un minuto de silencio en pista
Los viajeros conservan las escenas de la tragedia en sus retinas: «Con tantos policías me siento hoy más segura que días atrás. Aunque cuando me vienen las imágenes de aquel día a la cabeza... Es difícil», asegura Irene, una de las pasajeras del vuelo a Atenas. «Nadie puede decir que dentro de cuatro meses no vuelva a pasar», lamenta Lili, antes de elogiar la labor de las fuerzas de seguridad, tan criticadas en la última semana.
Otros prefieren no echar la vista atrás, como una pareja de belgas que se disponen a embarcar en el primero de los aviones en despegar, una nave decorada con la obra de uno de los iconos de Bélgica, Magritte. El destino es Faro (Portugal): «De ahí nos desplazaremos hasta Alicante. No queremos perder las vacaciones», indican.
Tras un minuto de silencio en pista y pasadas las 13.40, el avión cruza el despejado cielo de Bruselas, una postal inédita tras los atentados.
En tierra, un equipo de psicólogos garantiza la atención a los pasajeros. Hay otros muchos profesionales que también han acudido a ellos para gestionar el estrés postraumático. «Mi compañera está en casa, muy afectada. No puede venir a trabajar. Y otros compañeros están recibiendo ayuda psicológica», asegura uno de los guardias, Bruno Silverans. Él ha preferido mantenerse en su puesto: «Para mí trabajar es la mejor forma de volver a la normalidad».
El alcalde bruselense plantea una alianza con Nueva York y París
«Hemos aprendido mucho desde el 11-S [...]. Me gustaría que supieseis que, por encima de todo, si puedo ayudar de cualquier manera, o si nuestros servicios pueden hacer cualquier cosa, nos gustaría hacerlo». Ese fue el ofrecimiento que lanzó el fin de semana el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, a su homólogo belga, Yvan Mayeur, con quien mantuvo una conversación telefónica, según el diario belga Le Soir. El tono de complicidad no es extraño. Su ciudad también fue golpeada por islamistas fanáticos. Mayeur recibió la propuesta con entusiasmo y fue más allá, al plantear a De Blasio tejer una alianza entre Bruselas, París y Nueva York para luchar unidas contra el yihadismo. El belga propuso una reunión a tres con la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, para intercambiar estrategias. «Vuestra experiencia nos puede ser útil», reconoció Mayeur antes de que el alcalde de Nueva York instase a las autoridades de la ciudad a preservar el carácter multicultural de una urbe que en los últimos días ha sufrido episodios de máxima tensión por la efervescencia de grupúsculos ultraderechistas.