El crecimiento de Ecuador proporcionó salidas a cientos de jóvenes gallegos que no las pudieron encontrar aquí
20 feb 2017 . Actualizado a las 10:19 h.Ecuador ha sido durante el último lustro uno de los destinos preferidos para los españoles que han emigrado debido a la crisis económica. Sobre todo para los jóvenes con formación universitaria. Era, hasta hace un par de años, un país con un crecimiento económico sostenido y con una necesidad imperiosa de contar con profesionales altamente cualificados. «Correa necesitaba un talento humano que no había en el país y redujo los costos y los requerimientos para la inmigración. Da muchas facilidades para adquirir permisos de trabajo», relata la pontevedresa Raquel Migueláñez, de 30 años.
Ella llegó al país en 2013. Consiguió un empleo en el ministerio de Salud Pública. «Ecuador es el único país que permite a los extranjeros ser funcionarios», comenta. Trabajó para elaborar la primera ley de prevención de drogas en el país. Ahora es perito social en la fiscalía. Las posibilidades de crecer profesionalmente como inmigrante son elevadas.
Decenas de españoles llegaron también por el proyecto Prometeo, creado para elevar la calidad del profesorado ecuatoriano. El país quería crecer, pero no siempre lo consiguió. «Se ha intentado hacer todo muy rápido. Llegaban científicos con dos doctorados pero sin experiencia, cuando Ecuador necesitaba soluciones ya. Tiraron el dinero en muchos casos», reflexiona Migueláñez.
Gabriel Juncal, un vigués de 32 años, también encontró un trabajo soñado en Ecuador. Trabajó durante casi una década en unos grandes almacenes suecos en España. La mayor empresa textil ecuatoriana lo fichó y le convirtió en gerente de varios departamentos con unas condiciones impensables al otro lado del charco. En Ecuador tenía menos competencia. «Es muy complicado encontrar una persona que abarque todo lo que yo abarco porque el mundo de la moda está comenzando a evolucionar en el país», relata. «En España no iba a poder crecer tanto como aquí». El trabajo es duro: «Hay mucha exigencia para el extranjero. Tienen muchas expectativas puestas en ti».
No es oro, sin embargo, todo lo que reluce. La llegada de españoles alcanzó su pico en 2015. Llegaron al país unas 50.000 personas procedentes de toda la geografía nacional. Cerca de 10.000 más que en el año anterior. Alrededor del 59 % eran hijos de ecuatorianos nacidos en España. Pero a partir de entonces todo cambió. La bajada de los precios del petróleo obligó al Gobierno a recortar considerablemente el presupuesto y la inversión. Se acabó el maná para proyectos como Prometeo. El trabajo comenzó a escasear para los extranjeros. Las condiciones empeoraron. Los impuestos crecieron.
«Todo lo que es importado es más caro que en España por los nuevos tributos. Los precios pueden estar en estándares europeos. La ropa es un tercio más cara aquí», comenta David Carballo, arquitecto oriundo de O Grove. «Antes había muchos más españoles», rememora. Trabaja como autónomo para una firma constructora ecuatoriana. «La situación se ha complicado», se lamenta. Sigue creyendo, a pesar de todo, que en España no podría encontrar sitio en un puesto similar. «Si tuviese trabajo allí, estaría allí», afirma convencido.