Le Pen rechaza la responsabilidad de Francia en la deportación de judíos
INTERNACIONAL
Intenta atraer hacia ella las simpatías de los sectores profundos del gaullismo
11 abr 2017 . Actualizado a las 07:37 h.La jefa del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, incendió el inicio oficial de la campaña electoral en Francia al afirmar que no considera a su país responsable de las redadas que ejecutó el Gobierno colaboracionista de Vichy, a petición del régimen nazi, contra los más de 13.000 judíos que fueron concentrados en el Velódromo de Invierno en París antes de ser enviados a campos de exterminio. La afirmación le valió la condena del Gobierno de Israel, que la considera contraria a la verdad histórica, y está siendo interpretada por sus rivales como un error que prueba que, pese a la ruptura que se produjo entre ella y su padre, sigue compartiendo el ideario ferozmente antisemita de este.
«Algunos habían olvidado que Marine Le Pen es hija de Jean-Marie Le Pen», replicó Emmanuel Macron en referencia a las diversas condenas por negacionismo del progenitor de la presidenciable. Para su principal rival en las encuestas, Le Pen comete «un error histórico y político grave» con el que muestra «su verdadero rostro», la misma acusación que dirigieron contra ella el socialista Benoît Hamon y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon. «Si alguien dudaba de que Le Pen es de extrema derecha, ya no lo puede dudar», señaló el primero. Son unas declaraciones normales en quien «ha recibido toda su educación política a la sombra de su padre», denunció el segundo.
Pero puede que no se trate de un lapsus, sino de una maniobra muy medida para conectar con sectores profundos del gaullismo y del socialismo divorciados de los candidatos de estas dos familias ideológicas y que se preguntan si depositar su voto y a quién entregarlo. En contra de lo que han establecido los historiadores primero, y de la petición de perdón pública que formularon acto seguido los presidentes Chirac y Hollande, Le Pen sostiene que Francia no es responsable de la persecución de los judíos porque el Gobierno que encabezó el mariscal Pétain era ilegítimo y no representaba a la república auténtica, que se encontraba batallando en la resistencia o en el exilio en Londres.
Es la misma doctrina que defendieron en su momento el general De Gaulle y el socialista François Mitterrand, por lo que esgrimirla ahora no parece tan solo una forma de revisionismo histórico, sino sobre todo, una treta para entroncar con la memoria que dejaron los dos grandes estadistas. ¿Qué persigue con ello? Apelar al sentimiento de orgullo nacionalista, que sostiene el mito de que Francia rechazó en su totalidad al régimen nazi, para intentar romper de ese modo el techo invisible que le asegura una derrota en la segunda vuelta aun en el supuesto de que logre imponerse en la primera.
No se puede olvidar que el gaullismo profundo tiene una relación conflictiva con el reconocimiento del colaboracionismo de Vichy y que se ha resistido a admitir la culpa colectiva de su país en las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial que sí aceptó Jacques Chirac. En el caso de que las encuestas acierten y de que Fillon no pase a la ronda decisiva, los electores de pertenecientes a ese espectro social quedarán huérfanos y obligados a elegir entre Macron y ella. Parece claro, entonces, que Le Pen ya está pensando en ese momento y que inició la tarea de seducirlos.