Las plantaciones se han multiplicado el último año y ocupan ya casi 190.000 hectáreas
21 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Santa Rosa es una pequeña aldea colombiana de casas de madera y caminos de cemento. A la comunidad solo se puede acceder en lancha, a través del Río Mexicano. Se encuentra a una hora de distancia de Tumaco, epicentro del narcotráfico en el Pacífico colombiano. En Santa Rosa, como en la mayoría de pueblecitos de la zona, se planta coca. Sus vecinos no están dispuestos a dejar de cultivar la planta que sustenta su familia a no ser que obtengan una buena recompensa a cambio.
«Esta mata nos soluciona el estudio de nuestros hijos. Ellos viven en Tumaco junto con nuestras señoras, pensando en un futuro mejor. Nosotros ya nos hemos quedado aquí. No queremos que nuestros hijos tengan que quedarse también aquí haciendo lo mismo que nosotros», explica José Ortiz, un veterano campesino cocalero, el primer y más débil eslabón en la cadena del narcotráfico.
El Gobierno de Juan Manuel Santos tiene un problema serio, originado en municipios como Santa Rosa desperdigados por todo el país. Las plantaciones de coca han aumentado drásticamente tras el acuerdo de paz con las FARC. Superan ya las 188.000 hectáreas, un 42% más que el año anterior, según EE.UU., cuyo presidente le confesó a Santos estar «extremadamente alarmado» por la tendencia. Ambos se reunieron el jueves en Washington y el tema de la coca estuvo sobre la mesa. También preocupa en Europa. Galicia es uno de los principales puntos de entrada de la cocaína al Viejo Continente, como pudo comprobarse hace días con grandes incautaciones en el Atlántico.
Colombia tiene un plan para golpear al narcotráfico. El Gobierno se ha fijado como meta acabar con 100.000 hectáreas de coca este año. La mitad, 50.000 hectáreas, serán erradicadas mediante tropas del Ejército. El resto, con un programa de sustitución de cultivos previsto en el acuerdo de paz con las FARC. La guerrilla dará apoyo logístico para llegar a las zonas más alejadas del país. Bogotá ya ha firmado 23 acuerdos con comunidades campesinas para sustituir más de 63.000 hectáreas de coca por cultivos como el plátano o el cacao. Pagará 11.500 euros a cada familia durante dos años como incentivo del cambio de cultivo.
Pero el programa no es infalible. Los cocaleros de Santa Rosa dicen ganar unos 13.500 euros al año con sus cultivos. No se fían, además, del Estado y reclaman el dinero por adelantado. «El Gobierno no puede venir, decirnos que plantemos tres hectáreas de cacao y ponernos a un señor que nos maneje la plata», advierte el cocalero Manuel Quiñónez expresando, eso sí, su voluntad de negociar con el Gobierno.
Algunos no lo tienen tan claro. Tumaco ha sido epicentro en las últimas semanas de explosivas protestas protagonizadas por cocaleros de grandes plantaciones que sí están en el punto de mira de la policía. Un agente resultó muerto. Otro problema es la presión que las bandas de narcotraficantes ciernen sobre los vecinos para que continúen plantando coca. También los alrededor de 300 disidentes de las FARC que no se acogieron al pacto de paz, están presionando a los cocaleros.
Un funcionario de la ONU fue secuestrado por los rebeldes guerrilleros el pasado 3 de mayo. Se encontraba explicando el proceso de sustitución de cultivos en una localidad del Este del país. «Se encontraba persuadiendo y engañando a los campesinos que tienen como sustento familiar los cultivos de coca», expresó la disidencia de la guerrilla en un comunicado.
Existen también incertidumbres económicas. El programa de sustitución de cultivos supone un gasto de alrededor de 600 millones de euros para las arcas estatales. Se ignora si Bogotá puede invertir tanto dinero. En lo que sí están de acuerdo todas las partes es en que la guerra en Colombia no terminará hasta que no se acabe con el narcotráfico.