El jefe de Gabinete impone su ley y prescinde del considerado principal filtrador
19 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Y finalmente, cayó. Tras días en la cuerda floja, las sospechas se confirmaron ayer. El populista de extrema derecha y estratega jefe del presidente Steve Bannon está fuera de la Casa Blanca. Su cese se produce después de sus declaraciones a la web liberal American Prospect en las que no solo criticaba a varios de sus colegas del ala oeste, sino que desafiaba a su propio jefe, insultando sorprendentemente a los mismos supremacistas blancos que horas antes Donald Trump había defendido, en plena polémica por los ataques racistas de Charlottesville. «Veremos qué pasa con Bannon», había anunciado el presidente a principios de semana. El hombre de cabellera gris y andar peculiar, que se describe a sí mismo como «un nacionalista económico», ha durado poco más de seis meses en la Administración Trump.
Diversas fuentes apuntan a que dicha entrevista «enfureció» al neoyorquino, quien ya llevaba tiempo incómodo con el cerebro de su triunfo electoral, tras conseguir el apoyo de una amplia base de votantes ultraconservadores que supo manejar desde su poder en la sombra.
Triunfo de Kelly
La salida del estratega jefe y guardián del mensaje populista de Trump demuestra además que el nuevo jefe de Gabinete, el general retirado John Kelly, tiene amplia autoridad para limpiar una casa que ha sido objeto de luchas internas y decenas de filtraciones achacadas principalmente a Bannon. El ultra no dudó en dar información a los medios en su guerra contra el yerno del presidente, Jared Kushner; el asesor de Seguridad Nacional, H. R. McMaster y el propio Kelly, quien ya advirtió que él no toleraría las maquinaciones del exdirector el altavoz de la alt-right Breitbart News.
«John Kelly y Steve Bannon, han acordado mutuamente que hoy [por ayer] sería el último día de Steve, estamos agradecidos por sus servicios», rezó un escueto comunicado de la Casa Blanca, que no hizo más que confirmar una noticia anunciada desde hace meses.
Según The New York Times, el cómo y el cuándo del despido llevaba días siendo debatido entre presidente y otros funcionarios del Casa Blanca, sin embargo, algunas fuentes sostienen que fue Bannon quien presentó su renuncia el pasado 7 de agosto, pero que el anuncio de su salida se pospuso por los ataques de Charlottesville. La tibieza de Trump al condenar la violencia racista indignó a la cúpula republicana e importantes líderes políticos exigieron el despido de Bannon por sus raíces ultraderechistas y xenófobas. Ahora muchos se preguntan si su salida calmará a un partido hastiado de que el presidente les frustre la agenda de Gobierno. La otra pregunta es si la base ultra que aupó a Trump seguirá apoyándolo.
La marcha del populista supone una nueva sacudida de alto nivel y le coloca como la última víctima de una larga lista que ocupan doce rostros más, conocidos como «los caídos del presidente». Desde su llegada hace ocho meses, Trump no ha dejado de modificar su equipo sin reparos, moviendo sillas tan controvertidas como la del director del FBI, James Comey, o las recientes del jefe de Gabinete, Reince Priebus y el director de Comunicación, Anthony Scaramucci. Los próximos pueden ser dos aliados de Bannon: los asesores Sebastian Gorka y Julia Hahn.
Republicanos y antiguos aliados exigen una disculpa inequívoca del presidente
Entre la palabrería que tantas ampollas ha levantado en la arena política, Donald Trump parece haber olvidado que los ataques racistas de Charlottesville de hace una semana se cobraron la vida de Heather Heyer, una activista y abogada de 32 años, arrollada por el vehículo que conducía el supremacista blanco James Fields. Su madre, Susan Bro, anunció que no piensa reunirse con Trump después de que este «equiparase» a los manifestantes antirracistas con los neonazis. La Casa Blanca ha hecho varios intentos, pero Bro los rechazó. «Después de lo que dijo de mi niña no puede venir dándome la mano diciendo ‘lo siento’, sin más. Piense antes de hablar», declaró en ABC News.
El malestar de Bro es la tónica dominante en el país y ya repercute en los negocios de Trump. Tres organizaciones benéficas han decidido cancelar todos sus actos previstos en Mar-a-Lago, la mansión del presidente en Florida. Una de ellas, la American Cancer Society (Asociación americana contra el Cáncer), no llegó a llegar a concretar si la tibieza de Trump con el racismo había sido la principal causa de su decisión, pero sí citó sus «valores y compromiso con la diversidad», para explicar el motivo de su salida con el club de Palm Beach.
Las rupturas se siguen produciendo también en el seno del Partido Republicano. El excandidato republicano Mitt Romney exigió una disculpa del neoyorquino por su respuesta equívoca a la violencia en Charlottesville. Su comunicado en Facebook obtuvo más de 80.000 mensajes de apoyo, incluido la de Mark Zuckerberg. James Murdoch, hijo del magnate de la prensa, criticó a Trump y se comprometió a donar un millón de dólares para contrarrestar el odio. Horas antes, Maryland retiraba de los jardines del Capitolio una estatua del juez Roger B. Taney, defensor de la esclavitud y cuya efigie se instaló hace 145 años en la capital de Annápolis. Con esta acción, el estado del noreste de Estados Unidos se suma a ciudades como Baltimore y Gainessville, donde en los últimos días se han retirado varios monumentos confederados.
La Casa Blanca ultima su nueva estrategia militar para Afganistán
Donald Trump reunió ayer a su equipo de seguridad nacional en la residencia presidencial de verano en Camp David en busca de una estrategia que permita avanzar en Afganistán, después de casi 16 años de guerra y con los talibanes ganando terreno desde el final de la misión de combate de la OTAN, en enero del 2015.
Trump debe decidir si mantiene el rumbo actual, basado en una fuerza relativamente pequeña de la OTAN liderada por EE.UU. que asiste a sus socios afganos para hacer retroceder a los talibanes o si intenta avanzar con una fuerza mayor, o incluso retirarse totalmente del país.
El jefe del Pentágono, Jim Mattis, había prometido presentar en julio un nuevo plan para Afganistán, pero Trump pareció insatisfecho con la propuesta inicial de enviar unos miles de soldados adicionales y la estrategia fue expandida para incluir la región del sur de Asia, principalmente Pakistán. «Estamos muy cerca de una decisión, y creo que se producirá en un futuro muy cercano», dijo Mattis sin precisar si podría haber un anuncio este mismo viernes.
Unos 8.400 soldados
Estados Unidos mantiene en Afganistán a cerca de 8.400 soldados como parte del operativo de la OTAN de asistencia a las fuerzas afganas, y para desplegar operaciones antiterroristas. Trump ha expresado impaciencia ante la continuación de los combates en Afganistán, y ha planteado la posibilidad de despedir al general estadounidense en el país asiático, John Nicholson.