El expresidente inició este miércoles su declaración por las acusaciones de soborno, que niega, mientras el actual mandatario lucha en el Supremo para evitar su procesamiento
14 sep 2017 . Actualizado a las 07:33 h.La crónica de la corrupción en Brasil es una vía de dos carriles destinados a cruzarse: el de la política y el de la Justicia. Y en dos escenarios separados por 1.400 kilómetros, el presidente Michel Temer y el exmandatario con aspiraciones a retomar el cargo Lula da Silva buscaban a su manera evitar esa intersección. Durante dos horas, Lula atacó al juez Sergio Moro y negó sus acusaciones de supuesta corrupción y lavado de dinero por los favores prestados a la constructora Odebrecht.
Al mismo tiempo, el Tribunal Supremo decidió mantener al fiscal general de la República, Rodrigo Janot, al frente de las investigaciones contra Temer por obstrucción a la Justicia y organización criminal, además de dar validez a las pruebas en contra del presidente obtenidas en unas delaciones premiadas bajo sospecha.
Era el segundo cara a cara en cuatro meses entre Lula y Moro, el juez que está a un paso de inhabilitar al favorito para ganar las elecciones del 2018. Lula fue condenado a 9 años y medio de prisión porque Moro estima que un tríplex en la localidad de Guarajá era disfrutado por la familia del líder del PT gracias a regalos millonarios de Odebrecht. Esa condena está pendiente de un recurso que, de no prosperar, inhabilitará a Lula para presentarse. Este miércoles, Lula compareció en Curitiba, arropado por 5.000 simpatizantes en la calle y otros muchos detractores, para dar explicaciones sobre los 62 millones de euros que, supuestamente y según el testimonio premiado de Antonio Palocci (exministro suyo y estrecho colaborador), el expresidente recibió de Odebrecht a cambio de contratos en la petrolera estatal Petrobras.
La declaración de Lula ante Moro trató de descalificar a Palocci («Es frío, calculador y falso»), preguntó directamente al juez si era imparcial y también insinuó que la investigación policial fabricó pruebas en su contra. Su aparición en Curitiba, además, fue una oportunidad para Lula y su partido de explicitar su mensaje político de que Brasil vive un golpe de estado jurídico. «Es el día de enfrentar la verdad con la mentira. Defendiendo a Lula, defendemos los derechos que quieren quitar al pueblo brasileño: trabajo, salario digno, jubilación, educación, vivienda...», dijo la senadora del PT Gleisi Hoffmann.
En Brasilia, Michel Temer aguardaba los veredictos del pleno del Tribunal Supremo, que mantuvo al fiscal general Rodrigo Janot siguiendo sus talones a pesar de las acusaciones de la defensa del presidente de parcialidad y «tener una idea fija, una obsesión personal». Al cierre de esta edición, el Supremo valoraba también si anulaba las pruebas obtenidas en las delaciones premiadas. El propietario de una de las mayores empresas alimentarias del continente, Joesley Batista, ha sido detenido junto a su hermano y se teme que su testimonio en la Lava Jato, implicando a Temer y colaboradores cercanos, sea anulado por graves irregularidades.
Detalles en la prensa
Si el Supremo decide anular estas pruebas, el fiscal general Rodrigo Janot verá desacreditados sus denuncias contra Temer, al que acusó primero de corrupción pasiva y ahora quiere procesar por obstrucción a la justicia y organización criminal. Más importante para Temer es el futuro de las delaciones premiadas. Mientras el Supremo deliberaba sobre la validez de estas pruebas, la prensa publicaba detalles del testimonio del operador financiero Lúcio Funaro, acusando al entonces viepresidente de “confabular diariamente” contra Dilma Rousseff junto al expresidente del Congreso, Eduardo Cunha (ahora en la cárcel), y de recibir sobornos de 8 millones de euros para la caja B de su partido, el PMDB.