El líder del FDP ha sido el artífice de la resurrección liberal en Alemania
26 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Si hay un partido alemán que ha logrado reinventarse es el FDP, que cogió impulso al calor de varios éxitos regionales y, con un resultado del 10,7% el domingo, vuelve a entrar en el Parlamento, además de recuperar su tradicional condición de bisagra. Toda una hazaña para una formación que en las generales del 2013 tuvo que salir del Bundestag por primera vez desde 1949, al haberse quedado por debajo del 5 % mínimo, y que es obra casi exclusiva de su líder, Christian Lindner.
El carismático consultor de empresas nació en la ciudad de Wuppertal en 1979. Estudiante de Ciencias Políticas, se hizo miembro del Partido Liberal Alemán (FDP) cuando apenas tenía 18 años. En mayo del 2000 se convirtió, con tan solo 21, en el diputado más joven de la historia del Parlamento regional de Renania del Norte-Westfalia. Bajo la tutela del mediático exministro de Exteriores Guido Westerwelle, Lindner fue nombrado secretario general de la formación, tras el éxito cosechado en las elecciones del 2009. La debacle que siguió cuatro años más tarde y la consecuente dimisión de toda la cúpula terminaron de colocarle a la cabeza del FDP. El mismo día que asumió el cargo, anunció un proceso de renovación.
Lindner es defensor acérrimo del libre mercado, está casado con una periodista, no tiene hijos y se declara aconfesional. Amante de los coches deportivos y aficionado a retratarse con poses seductoras en las redes sociales ha conseguido meterse en el bolsillo al electorado joven de clase media-alta. Es más, ha logrado que el FDP haya pasado de estar considerado el partido de los malos, las grandes corporaciones, al de los emprendedores autónomos con talento.
La clave reside en un programa que se basa en los temas liberales de siempre, como la negativa a subir los impuestos a las grandes fortunas, pero actualizados: una «integración vinculante» con límites a los dobles pasaportes, más dinero para la educación, y sobre todo, la creación de un ministerio de Digitalización.
Su previsible llegada al gobierno introducirá un factor de incertidumbre en la salud del eje francoalemán en Europa. Partidario de la austeridad a ultranza, durante la campaña dejó claro su rechazo a las propuestas de mayor integración propuestas por el presidente francés, Emmanuel Macron, entre ellas la de contar con un presupuesto para los países del euro. Tiene los ojos puestos en la cartera de Finanzas, consciente de que es ahí donde reside el poder, aunque esto conlleve derribar al eterno ministro Wolfgang Schäuble, popular en Alemania por su mano dura.