El alcalde habla de su modelo de ciudad y de cómo el norte de Portugal y Galicia han de estrechar relaciones
21 ene 2018 . Actualizado a las 13:30 h.La luz abandona Oporto temprano en invierno. Son poco más de las nueve de la noche de un martes. No circulan muchos coches por la parte más residencial de la avenida de Boavista. Rui Moreira (Oporto, 1956) recibe en su casa del mismo modo que su ciudad se abre a los extranjeros que quieren convertirse en habitantes de la urbe invicta. Y de la misma forma que tiende la mano del «norte de Portugal» a Galicia para estrechar una relación de la que, insiste, solo pueden salir beneficiados ambos territorios. Porque «hoy no sabes dónde está la frontera». «Tenemos que construir sinergias».
Nacido en el seno de una familia dedicada a los negocios, los diversos cargos que, más allá de su relación con el sector del transporte marítimo o el inmobiliario, ocupó en universidades e instituciones públicas lo convirtieron en una persona muy popular. Por no hablar de sus triunfos como regatista o su fama como comentarista futbolístico. Dio el salto a la política como independiente porque quería vivir en una ciudad «confortable e interesante». Contra todo pronóstico, en el 2013 acabó con trece años de poder del socialdemócrata PSD. Apoyado por los socialistas, fue proclamado presidente de la Cámara Municipal. El año pasado repitió victoria, ya con mayoría absoluta. Sobre una mesa auxiliar colocada frente a una estantería donde conviven libros, catálogos de arte y un cuadro de Dalí, reposa una foto de un mitin que dio en campaña. Pero quizá el martillo con el que apuntaló su segundo triunfo fue su idea de ciudad.
-No hay duda de que Oporto ha dado un vuelco...
-Estamos volviendo a la urbe del XIX, donde el espacio social de comunicación era la plaza. Ya no nos contentamos con la información que nos llega por la televisión o el periódico, queremos participar, producir la información y comunicarla. Esta transformación conlleva un cambio político, precisas de una ciudad confortable e interesante. Hay dos tipos de ciudades: las que son capaces de entender ese cambio y las que no. Entonces ¿por qué resulta importante la cultura? Porque es el cimiento de esta nueva sociedad. Es la que va a cambiar ese modo de participar en la ciudad. No vamos a ser ya los más ricos ni los que tenemos la mejor industria, no somos los más jóvenes, no somos los más guapos... ¿Qué tenemos? Cultura. Es un poco lo que en España llaman la lámpara de Aladino.
-Y han soltado al genio y les ha traído turismo, pero hay quien habla de gentrificación, ese proceso de transformación en el que el turismo desplaza a la población local.
-Ese dramatismo ligado al turismo es una conversación aburrida. Oporto siempre fue una urbe gentrificada. Por ingleses, alemanes, franceses. Luego, en el siglo XX, por los portugueses que regresaron de Brasil... Pero la peor gentrificación fue en los años setenta, ochenta y noventa, cuando la ciudad perdió 150.000 habitantes. Los que se quedaron fue porque no podían irse.
-¿La emigración es la peor gentrificación?
-Claro. En el 2007 o el 2008 esto era una ciudad fantasma. No había actividad cultural, el centro histórico estaba abandonado. Era como un Donuts. En el centro no había nada. Puedes preguntarme si no me gustaría que quienes repueblan la ciudad fueran de Oporto. Pues claro, pero...
-Pero no hay natalidad suficiente.
-Exacto. Por tanto, lo importante es que las personas que llegan sean ciudadanos que se integren totalmente, que participen activamente, que vivan aquí... No estoy interesado en que sea una ciudad de vacaciones. No somos la República Dominicana. La idea de gentrificación es una idea aburrida de una izquierda reaccionaria que habla cada vez más de un fenómeno que no existe.
-Hay mucha gente que durante la crisis se fue. ¿Está regresando?
-Está volviendo en el campo de la salud y de los cuidados primarios. Pero, fundamentalmente, en el terreno de las nuevas tecnologías. Las empresas de ese sector descubrieron que es más fácil venir a Oporto que contratar ingenieros de aquí.
-Interesante. Porque además pagan impuestos en la ciudad.
-Cuando hablo con empresas que quieren contratar ingenieros aquí les digo: «¿Pretendes llevar ingenieros a Londres, donde tienes que pagarles 3.000 o 4.000 libras, pero además no quieren ir? ¿Quieres venir a Oporto? Pagas la mitad, las oficinas son más baratas, la gente está contenta, pero también es una ciudad interesante para ti o tus hijos». Volvemos a lo de la ciudad confortable, segura. [La conversación surca temas diversos. Pasa de la idea de ciudad al arte comentando obras como las de Julião Sarmento que cuelgan de una de las paredes del salón. Y, cómo no, desemboca en Galicia. En lo interesante que sería colaborar en materia de infraestructuras]. Hace veinte años en el noroeste peninsular el primer aeropuerto era Santiago; el segundo, Vigo; el tercero, Oporto; el cuarto, A Coruña. Hoy Oporto tiene más pasajeros que los tres de Galicia juntos. ¿Por qué? Porque fue una inversión muy interesante. Hay vuelos a todo el mundo y estamos a una hora de distancia. Tenemos una oportunidad increíble, porque vosotros tenéis el AVE. No queremos el tren rápido porque tenemos el AVE de España. Galicia está aquí al lado. Tenemos que buscar una forma de completar.
-¿Colaborar?
-Decir AVE a Galicia, aeropuerto en Oporto.
-¿Y hay abierto diálogo?
-Con Feijoo, sí. Con el alcalde de Vigo, no. Porque quiere tenerlo todo. Está perdiendo. Entonces es un poco aburrido.
-Las sinergias pueden ir en ambas direcciones.
-Claro. Tenemos que construirlas. Nosotros seguimos construyéndolas con A Coruña porque está a una distancia cómoda. Cuando la competencia está a una distancia cómoda (dos horas y media, o tres), no tienes problema. Cuando estás a una distancia muy pequeña, no lo es. Soy partidario de decir que no queremos el AVE. El Gobierno portugués continúa hablando de él. En Oporto nosotros decimos que no. Porque lo tenemos en Vigo. El AVE precisa absolutamente de la presión de los portugueses que viven en el norte, que son 2,5 millones. Nosotros tenemos que decir que el AVE de Oporto es Vigo, y que el aeropuerto de Vigo tiene que ser Oporto, porque el aeropuerto de Vigo, y esto sé que es un problema político para mí, no existe, no tienes condiciones. Ahora vamos a precisar sobre los dos puertos. Vigo es un puerto fantástico, con unas condiciones naturales que Oporto no tiene porque el puerto de Leixões es un puerto artificial.
-¿Son complementarios?
-Sí. Pensando en grandes puertos, como Valencia, los dos juntos son un puerto porque están a una hora de distancia. No es nada.
-¿Habría que afianzar más todas esas sinergias?
-Hoy los productos gallegos son conocidos en Portugal, y para nosotros, consumidores del norte, es normal comer y beber productos que llegan de Galicia. Para los gallegos, también. Los ciudadanos han entendido que no hay fronteras, los políticos, que las hay. Creo que esta eurorregión es más de los ciudadanos que de los proyectos políticos. Me siento mejor en Sanxenxo que en el Algarve.