Ecuador decide si da fuerza a Lenín Moreno o trae de vuelta a Correa

Héctor Estepa
héctor estepa QUITO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

José Jácome | EFE

El referendo de hoy se convierte en una gran batalla por el poder dentro de la izquierda

04 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lenín Moreno se juega hoy su Gobierno a una carta. El referendo que convocó y que ha sido presentado como una forma de luchar contra la corrupción y fortalecer la democracia, ya no engaña a nadie sobre su auténtica condición: la de que es la gran batalla por la pugna de poder entre el nuevo líder del país y su antecesor, el expresidente Rafael Correa. Si los ecuatorianos responden sí a las siete preguntas, como vaticinan las encuestas, habrían decidido prohibir la reelección presidencial indefinida, lo que podría impedir la vuelta del anterior mandatario al poder. También habrían derogado o reformado algunas de las políticas más polémicas adoptadas por sus gobiernos. Moreno se alzaría así con un buen botín de legitimidad, en detrimento de su ahora rival, con quien compartió decenas de mítines.

El presidente, nacido hace 64 años en una pequeña localidad amazónica y paralítico desde 1998 tras recibir un disparo durante un asalto, ha sido en la última década una de las máximas figuras del «correísmo», con el que fue vicepresidente entre 2007 y 2013. Pero todo cambió el pasado año, con su victoria en las elecciones tras ser nombrado por Correa como sucesor. Abrió un proceso de diálogo nacional con sectores empresariales, sociales y políticos opositores. Denunció a Correa por dejar una deuda que podría superar los 61.000 millones de dólares y acusó al ex presidente de espionaje político.

El «correísmo» más férreo le considera ahora un traidor, pero lo cierto es que el giro político le ha beneficiado.

«El diálogo nacional es un cambio muy significativo introducido por Moreno. Hasta ahora ha sido positivo para su popularidad. Aun no siendo un gran orador, y con una crisis económica con la que lidiar, ha conseguido tasas de apoyo superiores al 60 %», comenta Carlos Larrea, analista de la Universidad Andina Simón Bolívar.

El país llegó muy polarizado a las elecciones del pasado año. La mitad de la población apoyaba a Alianza País (AP), el partido entonces de Correa y Moreno, y la mitad a opciones radicalmente contrarias. La división se ha difuminado con el cambio promovido por el presidente. Hasta 36 de las 40 agrupaciones políticas y sociales que participan en el referendo apoyan el sí por solo cuatro que respaldan el no. «Se ha demostrado que el elemento polarizador fue Correa», explica Larrea.

Moreno ha logrado desubicar no solo a los mayores defensores del expresidente, sino también a sus mayores críticos. «Lasso disputó las elecciones a Moreno aglutinando el voto anticorreísta y anticorrupción. Pero no es un líder carismático, ni un gran orador. El presidente ha tomado parte de su programa y lo dejó descolocado», comenta el experto.

El presidente va a necesitar al centro derecha para gobernar, sea cual sea el resultado de la consulta ya que perdió la mayoría parlamentaria tras la escisión de AP: «Moreno necesita alianzas y el único sector con el que puede formar mayorías es con el de Lasso», sostiene Larrea. Las urnas decidirán hoy. Todo apunta a que ganará el sí, pero mayores sorpresas se dieron en los plebiscitos de los últimos años. Una victoria del no supondría un golpe quizás mortal para el nuevo Gobierno.

«El presidente se negó a ser el títere previsto»

Alberto Acosta (Quito, 1948) es uno de los principales ideólogos de la izquierda ecuatoriana. Contribuyó a instaurar la Revolución Ciudadana con la que llegó a ser ministro de Energía y Minas y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente durante los primeros años del «correísmo». Dejó Alianza País en el 2008 por desavenencias con el Gobierno, convirtiéndose desde entonces en uno de los mayores críticos del expresidente.

-¿Cómo valora los primeros meses del Gobierno de Lenín Moreno?

-Nació bajo la sombra del caudillo del Siglo XXI, Rafael Correa. El apretado triunfo de Moreno, cobijado por el poder de Correa, debía abrir la puerta a un gobierno títere controlado por el expresidente. Pero Moreno se rebeló y se negó a ser el títere previsto. Este enfrentamiento y la práctica de un gobierno tolerante marcan estos primeros meses de su gestión.

-¿Por qué esta consulta ahora?

-Moreno requiere un respaldo de la sociedad para poder liberarse del tutelaje del caudillo y pretende hacerlo retomando algo del espíritu de la Constitución de Montecristi, esto es, eliminando la reelección indefinida impuesta por Correa sin consultar al pueblo ecuatoriano.

-¿Cuál es el papel actual de Correa en la política ecuatoriana?

-Perdió la oportunidad de asumir un papel destacado como expresidente responsable de su gestión y de sus actos. Regresó a Ecuador a reeditar lo peor de su gobierno, que es la violencia, la agresión y la intolerancia. Más allá del resultado en las urnas, seguirá siendo un actor político a tomar en cuenta aunque gravemente desprestigiado, no solo por las crecientes denuncias de corrupción directas o indirectas que hay en su contra, sino por la incapacidad de asumir democráticamente las reglas establecidas.

-¿Podrá gobernar con autonomía Moreno, teniendo en cuenta la fragmentación parlamentaria, a lo que se añade la división de Alianza País?

-Si el resultado le es positivo hoy, Moreno solo estaría empezando su gestión. El tiempo dirá cuál es el derrotero de su gobierno. Podría retomar el espíritu de la Constitución de Montecristi y plantearse políticas de tinte progresista, o caer en las garras del neoliberalismo y del FMI, a donde ya nos llevó Correa con su errática política económica.

-Moreno tendrá que tomar medidas por el endeudamiento del país. ¿Qué espera de ellas?

-Moreno no puede sostener indefinidamente la inercia económica heredada, que le obliga a buscar permanentemente nuevos créditos internacionales. Unos mil millones de dólares al mes. El reto que tiene es grande. Hay alternativas de corte heterodoxo que le permitirían salvarse de la trampa neoliberal que comenzó a fraguarse con Correa y que está siendo masivamente promocionada por los grupos de poder del gran capital, los mismos que tanto se lucraron con Correa y que ahora se han embarcado en el carro del «morenismo».