La participación es la única incógnita de tres días de votación
26 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Ni Messi, ni Ronaldo, ni Mohamed Salah (el goleador egipcio enrolado en las filas del Liverpool). El rostro omnipresente en las calles de El Cairo es el de Abdel Fatah al Sisi. El presidente se prepara para su reelección y todo el país se ha engalanado con sus fotografías y los colores de la bandera nacional. Casi 60 millones de egipcios tienen derecho al voto en un proceso en el que las urnas permanecerán abiertas hasta el miércoles con el objetivo de lograr una alta participación. Este dato es la única incógnita de un proceso en el que Al Sisi no tiene rival después de haber borrado de la carrera a la presidencia a los aspirantes que podían hacerle algo de sombra. Los votantes deberán elegir entre el exgeneral y un gran desconocido llamado Musa Mustafá Musa, responsable de campañas de apoyo al propio Al Sisi que presentó su candidatura a última hora para dar algo más de legitimidad al proceso.
La votación se presenta como un mero trámite, como lo fue la jornada de reflexión en lugares como Gamaleya, el barrio de El Cairo que vio nacer al presidente hace 63 años. Una parte vive del turismo, la otra es muy humilde y en ella los comerciantes se han juntado para decorar con grandes fotos de su vecino ilustre las callejuelas. «Los primeros cuatro años han sido duros, pero los ha empleado en sembrar y ahora esperamos que pueda empezar a recoger los frutos. Venimos de dos revoluciones, con una economía maltrecha y rezamos para que las cosas mejoren», apunta el doctor Taher, dueño de una farmacia situada a pocos metros del callejón en el que todos aseguran que nació el líder.
Crisis de derechos humanos
En los cafés más próximos, como el café Husaan, no se habla de política hasta que llega este enviado especial. «No hay debate posible porque es el hombre que necesitamos. De este barrio han salido grandes líderes y personas ilustres, como el Nobel de Literatura Naghib Mahfouz, nuestro futuro está en sus manos y esperamos que acierte con sus decisiones», apunta Samir Labib, funcionario jubilado, orgulloso de «haber nacido en el mismo año que el rais, 1954».
Este hombre cuenta que el dirigente vivió en estas calles hasta que terminó la Academia Militar y señala a una peluquería próxima en la que, asegura, «se cortaba el pelo cada semana». Habla sin quitar un ojo de la acreditación que cuelga del cuello de su interlocutor. La devoción en este bastión de Al Sisi contrasta con las críticas que llegan de la oposición o de Human Rights Watch, que forma parte de las 14 oenegés que calificaron las elecciones de «farsa» y denunciaron que se celebran en medio «de la peor crisis de derechos humanos del país en décadas».
Al Sisi llegó al poder en 2013 tras dar un golpe de Estado cuando era ministro de Defensa contra el primer presidente elegido de forma democrática en el país, Mohamed Mursi. Un año más tarde se presentó a las elecciones y obtuvo el 97 % de los votos con la mejora de la economía y la lucha contra el terrorismo como principales argumentos ante unos votantes ansiosos de recuperar cierta estabilidad.
El problema en el 2014 fue que no votó ni la mitad del electorado (47 %) y por eso ahora la votación durara tres días, con el objetivo de que alcance al menos el 60 %, la cifra que manejan los medios más próximos al líder como óptima para certificar el apoyo popular al dirigente. Su estrategia económica consiste en la «austeridad a corto plazo para obtener la prosperidad a largo», lo que ha ocurrido es que el recorte de los subsidios y la devaluación de la moneda han golpeado de lleno a las clases más humildes. En cuanto a la «lucha contra el terror», el Ejército está inmerso en una nueva ofensiva en el Sinaí. El Estado Islámico (EI) ha convertido esta península en su wilayat (provincia) más importante fuera de lo que fue el califato en Siria e Irak.
Un adversario invisible
Muy complicado, imposible encontrar una foto o cartel electoral de Musa Mustafá Musa en el centro de El Cairo, ni siquiera cerca del cuartel general de su partido, Gad. Pero los egipcios también podrán votar por este ingeniero de 66 años y ferviente seguidor de Al Sisi. En declaraciones a distintos medios insiste en que «no soy un candidato de paja», pero no convence. Si en el 2014 el exgeneral ganó con un 97 % de los votos, esta vez se espera una victoria aun mayor ante un Musa que es un absoluto desconocido y que no ha hecho tampoco grandes esfuerzos para darse a conocer. Si se pregunta en las calles del país sobre la alternativa a Al Sisi, la gente no sabe ni que hay otro candidato posible.
Musa llega como única alternativa después de que cinco candidatos que podían haberle hecho algo de sombra se cayeran o les quitaran de las quinielas.
El ex primer ministro Ahmed Shafiq retiró su candidatura tras ser deportado por los Emiratos Árabes Unidos; Sami Anan, exjefe del Estado Mayor entre el 2005 y el 2012, fue arrestado pocos días después de haber saltado al ruedo presidencial; y Anuar Sadat, nieto del expresidente, denunció amenazas y también dio un paso atrás.