Venezuela, el hambre y la letalidad policial alimentan la epidemia de violencia
INTERNACIONAL
En Venezuela ni los delincuentes se libran de la crisis galopante que padece el país más inseguro del subcontinente americano. En el último año ha vuelto a descender ligeramente el número de homicidios, pero sigue subiendo la cifra de los cometidos por policías y militares -un tercio del total- que oficialmente se clasifican como resistencia a la autoridad. También se registra un alarmante avance de la violencia en las zonas rurales.
29 dic 2018 . Actualizado a las 19:53 h.Los datos ofrecidos el pasado jueves por el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) que dirige el profesor Roberto Briceño y en el que participan expertos de ocho universidades públicas y privadas del país, un año más, son estremecedores: 23.047 muertes violentas que suponen una una tasa de 81,4 por cada 100.000 habitantes, lo que mantiene a Venezuela como el país más violento de América Latina. Esta tasa duplicará la esperada para Honduras -40 víctimas por 100.000 habitantes- y se ubicará por encima de la que tendrá El Salvador que se espera sea menor de 60.
De 335 municipios que hay en el país en 296 la violencia está en niveles de epidemia, con tasas superiores a las 10 muertes violentas por 100.000 habitantes. La violencia ya no se concentra en las grandes ciudades, se extendió primero a las ciudades medianas y pequeñas y ahora alcanza a las zonas rurales. Hay 20 municipios con tasas superiores a las 200 muertes violentas por cada 100.000 habitantes y 88 con tasas superiores a 100 muertes violentas. Los dos municipios más violentos del país se ubicaron en el estado Bolívar: El Callao, con una tasa de 620 homicidios por cada 100.000 habitantes, y el segundo fue el municipio Roscio, Guasipati, con una tasa de 458 muertes. En ambos municipios la criminalidad aparece vinculada a la actividad minera legal e ilegal, a los grupos armados y a la presencia de los llamados sindicatos, a los que se suma la actuación letal y violenta de los operativos policiales o militares en la zona.
De las 23.047 víctimas de la violencia computadas, 10.422 son catalogadas como homicidios perpetrados por delincuentes, 7.523 son consecuencia letalidad policial y las 5.102 restantes están en fase de investigación. La cifra de las muertes violentas cometidas por los delincuentes sigue evolucionando a la baja y se incrementa, una año más las que son producto de la acción policial suponen un tercio del total. «Son llamadas resistencia a la autoridad -precisa el informe- pero en una buena parte y con seguridad pueden ser clasificadas como ejecuciones extrajudiciales».
La criminalidad, no es un fenómeno nuevo en Venezuela, lo nuevo es que han aparecido en escena los delincuentes no profesionales: las personas empujadas al delito por el hambre y los profesionales ya no roban dinero, que saben que no hay, sino comida.
Todo ello, según el profesor Briceño, ha hecho surgir con fuerza el delito en las zonas rurales, donde todavía hay comida. «Así -explica- , la cadena agroalimentaria es la víctima de las nuevas formas de delito y violencia: hay extorsión de los productores y distribuidores de alimentos, pero también hay depredación, se asalta las fincas, y se roba el ganado o las cosechas, y se delinque con saña mostrando conductas primitivas, a veces por hambre, y en otras por acuerdos y negocios de la delincuencia organizada».
Este proceso de ruralización de la violencia ha afectado también a las zonas donde habitan la población indígena, la cual se ha convertido en una nueva víctima de la violencia, tanto por la invasión de sus territorios ancestrales por bandas delincuenciales y grupos armados nacionales y extranjeros, como por la carencia de la protección que el Estado debe ofrecerles, así como por la promulgación de medidas gubernamentales que autorizan la explotación minera en amplios territorios del sur del país ocupados por estas poblaciones.
También alerta el informe de que la salida masiva de emigrantes ha dejado espacios vacíos en sus territorios de origen que modifica las actividades del delito. El abandono de sus hogares de los emigrantes adultos los ha llevado a dejar atrás a niños y adultos mayores, quienes se convierten en vulnerables a la acción depredadora de las bandas, o susceptibles a los llamados para la incorporación, voluntaria o forzosa, de los niños y jóvenes a las bandas delincuenciales, las cuales empiezan actuar en algunos casos como familias sustitutas.
¿Por qué sigue disminuyendo del número total de víctimas mortales? Según los autores del informe la primera causa sería el exterminio policial de los delincuentes. Hay menos homicidas y cometen menos homicidios. «Las autoridades apuntan- pueden argumentar que ese es un resultado de su acción. Ciertamente actuar con firmeza frente al delito es una demanda de la sociedad y ha sido un reclamo que por más de una década se ha hecho a los cuerpos de seguridad. Pero ser firme ante el delito no significa que quien es responsable del resguardo y protección de la ciudadanía asuma que la ley o el cargo le faculta para actuar con arbitrariedad, cometiendo graves delitos como ajusticiamientos, secuestros y abuso policial».
Como segunda causa señalan la variación de las modalidades del delito: «Ante la escasez de efectivo y el empobrecimiento generalizado, muchas formas de delito se han vuelto poco rentables para los delincuentes. Lo que por mucho tiempo fue una situación de alto beneficio y bajo costo, se han reducido los beneficios: los robos a bancos desaparecen porque no hay dinero efectivo para robar o los volúmenes que implicaría un botín sustancioso son intransportables; los secuestros por su parte y por razones similares deben ser pagados en moneda extranjera y se reduce la población secuestrable. Los robos de vehículos disminuyen, pues hay menos vehículos en las calles, pues están parados por falta de repuestos o de la capacidad de sus dueños de financiar las necesarias reparaciones».
Y como tercer componente señalan la emigración: «La gran mayoría de los venezolanos que emigran son gente honesta que se ha visto obligada a buscar trabajo y un futuro mejor allende las fronteras, pero entre ellos han emigrado también muchos delincuentes. Unos porque no ven rentabilidad en sus acciones delictivas en Venezuela y deciden que es preferible por el mismo riesgo, obtener más beneficios en otros países; otros porque han visto una oportunidad de huir de los contextos violentos donde viven y tienen cuentas pendientes. Otros quizá buscando genuinamente poder rehacer su vida».