Boris, o cuando la victoria esconde cierta desilusión

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

INTERNACIONAL

Andrew Parsons | Europa Press

16 dic 2019 . Actualizado a las 22:06 h.

 Boris Johnson firmó el pasado viernes a primera hora de la mañana un histórico resultado: la democracia más antigua del mundo será gestionada por un producto típicamente londinense con una cómoda mayoría de 365 parlamentarios de los 650 de la Cámara de los Comunes.

El tamaño de su victoria está directamente relacionado con el de la derrota de sus dos principales oponentes, incapaces de rentabilizar en las urnas el descrédito que genera un Boris multidivorciado, adúltero, chaquetero y mentiroso, al menos para el 70 % de los ciudadanos británicos, según una encuesta hecha pública apenas cuatro días antes de la cita con las urnas. Y ni así fueron capaces Jeremy Corbyn y Jo Swinson de detener al ciclón de Uxbridge, que tendrá cinco años para incumplir la mayoría de sus promesas.

Pero debajo de esa capa de éxito hay algún motivo para la esperanza. Boris Johnson es un oportunista. Es capaz de decir una cosa y, a los pocos minutos, la contraria. Cuentan sus hagiógrafos que echó a cara o cruz si estaba a favor o en contra del brexit. Tenía escritos dos artículos y, poco antes de enviarlo, se decantó por el que defendía la ruptura con Bruselas.

Johnson tampoco puede echar las campanas al vuelo pese a su rotunda victoria. Por el camino se ha dejado más de tres millones de votantes que eligieron brexit en junio del 2016. Y apenas ha mejorado en 300.000 los apoyos de su antecesora, Theresa May, de un año después.

La suma de los proeuropeos, léase laboristas, liberaldemócratas e independentistas escoceses y norirlandeses, supera los 16 millones de papeletas, dos millones más que el frente antiUE. Este grupo se ha visto castigado por el sistema de circunscripción única, que penaliza de forma rotunda la división dentro de los bloques, pero demuestra a Boris Johnson y a los tories que el divorcio con Bruselas, que ya nadie descarta, debe hacerse con la cautela suficiente para evitar que sus rivales se reorganicen y propongan una estrategia conjunta para frenar el brexit.

Esa opción es por ahora ciencia ficción. Los laboristas han tenido al peor candidato posible en el momento más delicado. Corbyn, lejos de encajar la derrota y marcharse, como marca la tradición anglosajona, pretende pilotar su propio relevo y garantizarse que la deriva neocomunista impulsada por la corriente Momentum se mantenga al frente del partido. De poco sirve que la formación hayan recibido su mayor castigo en las urnas desde 1935. Jeremy Corbyn ha incorporado a su repertorio lo peor de los malos políticos latinos e intenta aferrarse al cargo.

Boris Johnson aprovechará cada minuto para apuntalar su éxito. El viejo periodista que llegó a alcalde de Londres venció en el 2008 a Ken Livingstone por apenas cien mil votos. Y desde entonces no ha parado de crecer. Su sueño se ha cumplido. Le toca cumplir con sus promesas.