AKK insistió en que su decisión se debe a la «relación no resuelta que existe entre partes de la CDU con la AfD y la Izquierda», y a que ella es «estrictamente contraria» a cooperar con cualquiera de esos dos partidos. Aunque lo cierto es que el episodio de Turingia solo ha sido la gota que colma el vaso, pues la delfina de Merkel ya metía la pata en público y perdía apoyos mucho antes. La canciller la aupó como presidenta de la CDU para dejar todo bien atado antes de marcharse, consciente de que esta última legislatura sería la más complicada por el auge ultra. Muchos veían paralelismos entre ambas mujeres, pero la falta de carisma y la compleja situación actual han terminado con AKK.
Le ha ocurrido lo mismo que a Andrea Nahles, la exlíder del SPD que dimitió poco más de un año después de ser nombrada, en medio de los dardos de sus correligionarios y de los mínimos históricos en sondeos y comicios regionales. «Otro signo de la creciente inestabilidad de los partidos del centro», como apuntaba ayer el líder del PPE, el socialcristiano Manfred Weber. La retirada de AKK echa por tierra el plan de Merkel, con quien la ciudadanía alemana se siente profundamente identificada, cuando falta media legislatura y sigue sin haber un sucesor a su altura.
Quien se frota las manos es Friedrich Merz, el magnate de 64 años que en diciembre del 2018 perdió por la mínima la votación para convertirse en presidente del partido. De hecho, no es casualidad que la semana pasada anunciara su retirada como empleado de un controvertido fondo de inversiones y su regreso a la política. Bajo su batuta, el viraje a la derecha de los conservadores alemanes sería extremo. Aunque menos, también habrá giro si se imponen el titular de Sanidad, Jens Spahn, o el jefe de la hermanada CSU bávara, Markus Söder.
El único que en cierto modo representa hoy la línea de la continuidad es el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet. Probablemente solo con él, los socialdemócratas acepten seguir en la gran coalición de Gobierno. De romperse la alianza, el país quedaría abocado a unas elecciones anticipadas, que solo beneficiarían a los verdes y la ultraderecha. «Lo que está ocurriendo en la CDU es muy preocupante», afirmó el colíder del SPD, Norbert Walter-Borjans.
En la misma línea se expresó incluso el presidente del Bundestag, el cristianodemócrata Wolfgang Schäuble, al decir que «el próximo candidato a la cancillería no será canciller si seguimos así». Aunque AKK se empeñaba en defender que su marcha no tendrá «ningún efecto en la estabilidad de la gran coalición», la realidad es que su dimisión abre un futuro de incertidumbre. «Sin alternativa», escribía el semanario Der Spiegel al respecto.