La propaganda de los activistas surcoreanos en la frontera vuelve a convertirse en un punto de fricción y amenaza con congelar relaciones
10 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Puede que la frontera que dibuja el paralelo 38 a lo ancho de la península de Corea sea la más infranqueable del mundo. No en vano, una franja desmilitarizada demarcada por vallas fortificadas a ambos lados separa con gran eficiencia capitalismo y comunismo. Pero no hace falta que nadie la cruce para que la propaganda del Sur llegue al Norte. Y viceversa. No en vano, la zona ha sido tradicionalmente un campo de batalla dialéctica en el que Seúl y Piongyang han luchado por convencer al enemigo sin liarse a balazos: se han utilizado potentes altavoces para retransmitir mensajes subversivos, sistema que Corea del Sur desmanteló en el 2018, y ahora los activistas surcoreanos optan por globos de helio para enviar mensajes al Norte por aire.
Hace unos días lanzaron nada menos que medio millón. En su interior no solo van panfletos propagandísticos. También memorias extraíbles con documentales anticomunistas e incluso chocolatinas. La hermana del líder norcoreano, Kim Jong-un, Kim Yo-jong, se ha referido a los responsables de la campaña como «basura humana», y advertido al Gobierno surcoreano de que tendría que afrontar las consecuencias si permite que estos «actos hostiles» continúen. «Las autoridades de Corea del Sur tendrán que pagar un elevado precio si aducen todo tipo de excusas para no remediar la situación», ha amenazado Kim en un comunicado publicado por la agencia de noticias oficial KCNA.
Consciente de que este conflicto puede escalar rápidamente, el Ejecutivo de Moon Jae-in anunció la semana pasada que prepara una ley para impedir este tipo de campañas, aunque los políticos más conservadores del país estiman que podría interferir con el derecho de libre expresión y ser, por lo tanto, inconstitucional. En cualquier caso, la ley no va a llegar a tiempo, porque Kim ya ha tomado una decisión y a mediodía del martes cerró todas las líneas de comunicación entre las dos Coreas. «Es el primer paso en la determinación para cortar completamente todo tipo de contacto con Corea del Sur y deshacerse de cosas innecesarias», ha justificado Piongyang a través de KCNA.
Frustrada pacificación
El asunto gana relevancia porque supone un gran bache en el proceso de pacificación que el propio Kim Jong-un inició por sorpresa el 1 de enero del 2018 y que ha dado frutos históricos: desde la participación de los dos países en los Juegos Olímpicos de Invierno bajo una misma bandera hasta las cumbres que Kim ha protagonizado con su homólogo Moon y que culminaron en el extraordinario apretón de manos con Donald Trump.
Desafortunadamente, poco se ha avanzado desde la segunda -y última- reunión que celebraron los líderes de Corea del Norte y Estados Unidos. Aunque no ha vuelto a realizar pruebas nucleares, en el último año Kim Jong-un sí que ha lanzado varios misiles en una clara muestra de que se le agota la paciencia. Al fin y al cabo, aún no ha recibido ningún gesto de Washington, al que exige el levantamiento de sanciones para continuar con un proceso de reconciliación en el que cada vez cree menos gente. Pero también es cierto que Corea del Norte ha cortado las comunicaciones con el Sur en otras ocasiones, y que en todas se ha retomado el diálogo al cabo de un tiempo.