Trump y Biden despliegan dos visiones opuestas de Estados Unidos

Esperanza balaguer NUEVA YORK / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Europa Press

El debate devolvió la moderación a la política en la recta final de la campaña

24 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Donald Trump y Joe Biden dieron por fin un respiro a los estadounidenses en medio de un final de campaña repleto de ataques cruzados. El tono moderado de ambos en el último debate presidencial antes de las elecciones del 3 de noviembre evitó la resaca del día después que dejó el primer cara a cara hace tres semanas. La decisión de la Comisión de Debates de apagar los micrófonos mientras hablaba el rival y la alabada actuación de la moderadora, la corresponsal de la Casa Blanca de la NBC, Kristen Welker, aportaron sentido común a la polarizada política estadounidense.

El encuentro no estuvo exento de embestidas. Trump siguió ejerciendo de Trump. Mientras Biden respondió con frases preparadas y un lenguaje no verbal que se podía interpretar a través de la pantalla sin tener el sonido encendido. El resultado fue un despliegue de visiones opuestas sobre los problemas que afectan al país, como la pandemia, el sistema de salud, la economía, el cambio climático y las desigualdades raciales. Ambos candidatos trataron de arrastrar a los posibles indecisos cuando la participación anticipada registra cifras históricas de 50 millones de votos a diez días de los comicios.

«Soy la persona menos racista de esta sala», dijo el republicano durante el bloque sobre las desigualdades en EE.UU. y ante la segunda moderadora afroamericana de la historia de los debates presidenciales. Fue uno de los momentos de la noche, porque Trump se atrevió después a compararse con Abraham Lincoln, que abolió la esclavitud en 1863. Su rival aprovechó para mofarse de él. «Este Abraham Lincoln es uno de los presidentes más racistas que hemos tenido en nuestra historia moderna», ironizó.

La promesa de la noche la lanzó el demócrata al asegurar que regularizará a los 11 millones de indocumentados. Contrarrestó así la acusación de Trump contra Barack Obama cuando Welker le preguntó por los 545 niños que no encuentran a sus padres tras ser separados de ellos en la frontera. «Él construyó las cajas», replicó.

La estrategia del republicano se centró en desacreditar los 40 años de carrera política de su contrincante y acusarle de corrupción con presuntos cobros de China y Rusia, así como por los negocios de su hijo, Hunter Biden, en Ucrania por su trabajo para la empresa de gas Burisma. Se lo puso fácil a Biden, quien contraatacó con la cuenta bancaria en China y el impago de impuestos en ese país, desvelados por The New York Times.

El demócrata sacó a relucir la mala gestión del presidente en una pandemia que avanza sin control con 223.000 fallecidos. Lo que dejó en evidencia a un Trump que aseguró sin pruebas que la enfermedad está «desapareciendo» y que la vacuna estará lista en las próximas semanas.

La campaña entra ahora en su recta final con 8,3 puntos de ventaja a favor del demócrata, que también lidera los sondeos en los estados clave, que Trump ganó en el 2016 y necesita para su reelección. Va siete puntos por delante en Míchigan, 5,3 en Pensilvania y 19 en Wisconsin, estados que concentran el nerviosismo del presidente.

La noche dejó a la moderadora como única ganadora. Habitual en la primera fila de las ruedas de prensa de la Casa Blanca, Trump acabó mostrándole su respeto, tras días de ataques. «Muy profesional», le dijo al final del debate. Un triunfo para ella y para los tradicionales checks and balances de la política estadounidense que el inquilino de la Casa Blanca se ha empeñado en dinamitar.

Nueva York ignora a Trump, que la llama «ciudad fantasma»

Casi nadie apoya a Donald Trump en la ciudad que lo vio nacer y construir su imperio inmobiliario en los años 80 y 90. Nueva York ha sido desde el comienzo de su mandato uno de los principales bastiones de la resistencia, que se expandió por el país esta primavera tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de la policía de Mineápolis. Porque el presidente, además de cambiar su domicilio a Florida, no ha desaprovechado ocasión para la crítica.

«Nueva York es una ciudad fantasma», exclamó en el debate del jueves para cargar contra las políticas contra la pandemia que mantienen las infecciones a raya en la ciudad. Al oírlo, Maggie Smith, una neoyorquina de 30 años, contestó con un exabrupto y una peineta a la televisión en uno de los pocos bares del East Village, que pasaron el cara a cara contra Biden. A esas horas, la gente de los locales de alrededor estaba más centrada en el partido entre los Giants y los Eagles, y en la música de las terrazas. «Ya hace días que deposité mi voto por correo», comentaba Smith.

Poco tiene que rascar Trump en su ciudad, que dio el 77,4 % del apoyo a Clinton hace cuatro años y no vota republicano desde Ronald Reagan. Las urnas abren hoy por anticipado. Pese al nerviosismo reinante, los neoyorquinos despliegan su característica ironía. Un fallo hizo que los monitores se apagaran durante el discurso final de Biden. «Maldita sea, los rusos», se oyó en la sala.