Rusia usa la venta de armas y el apoyo a gobiernos hostiles para minar a Occidente
01 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.En 1965, el punto más álgido de la Guerra Fría, se estrenó la serie de comedia Superagente 86 en la televisión estadounidense (podríamos traducir su nombre en inglés, Get Smart, como «Espabílate»). La popular serie mostraba al incompetente agente Maxwell Smart -quien representaba a la agencia de contraespionaje estadounidense Control- en su lucha contra su archienemigo, una organización llamada KAOS (casi siempre, uno de sus agentes era ruso).
Hoy, según un reciente estudio de Rand, Rusia es «un Estado canalla fuertemente armado, que pretende trastocar un orden internacional cuyo dominio quedó fuera de sus posibilidades». En otras palabras, perdió la capacidad de controlarlo y procura sembrar el caos.
El Gobierno del presidente estadounidense, Joe Biden, es consciente de la amenaza rusa. Pero, como muestran los recientes comunicados del G7 y la OTAN, se está centrando principalmente en los ciberataques rusos a objetivos estadounidenses y europeos. Frente a la gran estrategia mundial que implementa Rusia para ampliar su influencia y socavar el orden del mundo liberal, esto no es suficiente.
La estrategia rusa implica, en primer lugar, intervenir en los conflictos en curso apoyando a los gobiernos o fuerzas hostiles a Occidente. Por ejemplo, en la República Centroafricana, Rusia brinda apoyo político y militar al presidente Faustin-Archange Touadéra (a cambio, las empresas rusas son autorizadas a extraer oro y diamantes).
De manera similar, en Libia, el Gobierno ruso y sus contratistas mercenarios, como el Grupo Wagner, apoyan al general rebelde Jalifa Hafter, comandante del Ejército Nacional Libio y enemigo del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), reconocido por las Naciones Unidas. Esto permitió a Rusia acceder a los sectores petrolero, de transporte y de defensa libios. Rusia también está usando esta estrategia en los países de África occidental, como Mali, donde el Gobierno francés está tratando de reducir su presencia.
El segundo pilar de la gran estrategia rusa es la venta de armas. En el sudeste asiático, Rusia le vende armas a Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Birmania y Vietnam. En Oriente Medio, de donde Estados Unidos se está retirando, Rusia abrió, de hecho, un bazar de armas. En el 2017, los Emiratos Árabes Unidos compraron armas rusas por más de 700 millones de dólares durante la Exposición y Conferencia Internacional de Defensa. Egipto también aumentó sus compras de armas rusas durante la última década. Cuando el Gobierno de Biden suspendió temporalmente la venta de armas a Arabia Saudí a principios de este año, el reino recurrió a Rusia.
La proliferación de la venta de armas rusas refleja, en parte, que ese país necesita dinero. Después de todo, su economía quedó paralizada por las sanciones de Occidente y por la crisis del covid-19. Pero Rusia, además, firmó pactos de cooperación militar con 39 países (hasta principios del 2020), lo que sugiere que sus motivos no son meramente comerciales.
El tercer pilar de la estrategia rusa -que se remonta a las tácticas soviéticas durante la Guerra Fría- es apoyar a las antiguas colonias para que se rebelen contra sus «amos imperiales» y el orden mundial liberal que estos promueven. Por ejemplo, en una reunión con su contraparte de Sierra Leona en mayo, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, recordó que «Rusia y la Unión Soviética hicieron [allí] un aporte fundamental para apoyar la lucha contra el colonialismo». En la actualidad, continuó Lavrov, Rusia cree en «una solución africana a los problemas africanos» y apoya las exigencias de los países en vías de desarrollo para aumentar su representación en el Consejo de Seguridad de la ONU. La declaración claramente busca distinguir a Rusia de los países occidentales que se resisten a esa reforma.
Rusia también está promoviendo narrativas anticolonialistas en América Latina. Según EUvsDisinfo, las cuentas de redes sociales en español de las agencias rusas de noticias RT y Sputnik (que cuentan con financiamiento estatal) tienen más de 26 millones de seguidores. Una de las historias que promueve el Kremlin es que EE.UU. está bloqueando la entrega de la vacuna rusa contra el covid-19, Sputnik V, en Latinoamérica.
Ahora, la agencia de noticias rusa (TASS) anuncia sus planes para brindar noticias en español. Afirma que responde a numerosos pedidos de «noticias que reflejen el punto de vista ruso» en el idioma local. «Actualmente -dice el director general de TASS, Serguéi Mikhailov-, esta demanda es cubierta por medios extranjeros que solo ofrecen una visión parcial de la historia, que suele ser hostil tanto hacia Rusia como hacia la gente de esos propios países».
EE.UU. debe redoblar sus esfuerzos para oponerse a Moscú. Ciertamente, Rusia no es hoy la superpotencia de otrora, pero su presidente, Vladimir Putin, ha demostrado ser un experto en aprovechar oportunidades para impedir los logros ajenos. EE. UU. debe responder con una estrategia que tenga en cuenta toda la gama de tácticas perjudiciales rusas.
Lucha contra la desinformación y un sistema más inclusivo
El «poder suave» es fundamental y los esfuerzos para poner fin a la pandemia del covid-19 representan una oportunidad espectacular para crearlo. EE. UU. reconoce la importancia fundamental de vacunar al mundo. Pero, más allá de unir a las economías ricas para garantizar la entrega de vacunas en todo el planeta, los líderes estadounidenses deben movilizar recursos para fortalecer los sistemas sanitarios de los países en vías de desarrollo en el largo plazo.
Además, EE.UU. debería trabajar para ganarse la confianza de las poblaciones cuyos gobiernos compran armas a Rusia. Biden ya lanzó una sólida política anticorrupción. Debería considerar también la construcción de una coalición de gobiernos, corporaciones y actores sociales para crear herramientas tecnológicas que permitan a los ciudadanos obligar a sus gobiernos a rendir cuentas. Por ejemplo, se están aprovechando tecnologías para combatir la desinformación sobre el virus, compartir datos precisos basados en las situaciones de los distintos países y empoderar a los ciudadanos para que se vinculen con las instituciones gubernamentales.
Finalmente, tanto para contrarrestar la creciente influencia rusa como la china, Occidente debe desarrollar una estrategia para crear un sistema internacional más inclusivo. Esto implica apoyar la expansión del Consejo de Seguridad de la ONU y garantizar que una gama de actores mundiales mucho más amplia participe para dar forma al orden internacional. También vale la pena explorar otras formas de cooperación internacional —como los «centros de impacto», centrados en redes con múltiples partes interesadas, en vez de Estados nación—.
Rusia juega un juego mundial, EE. UU. y Europa están tan ocupados protegiendo los laterales que dejan la meta sin defensa alguna. Solo con una contraestrategia que incluya un sistema internacional más inclusivo EE.UU. y Europa tienen alguna posibilidad. Tendrán que espabilarse.
Traducción al español por Ant-Translation.
Anne-Marie Slaughter fue directora de planificación de políticas del Departamento de Estado de EE. UU. Actualmente es profesora emérita de Política y Asuntos Internacionales en Princeton.
Heather Ashby es especialista en seguridad nacional y política internacional de EE.UU.
© Project Syndicate, 2021.