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Alexánder Lukashenko, un dictador anclado en los tiempos soviéticos

Rafael M. Mañueco MOSCÚ / COLPISA

INTERNACIONAL

Reuters

El presidente bielorruso, que este lunes cumple 67 años, es el dirigente europeo que más tiempo lleva en el poder

30 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Alexánder Lukashenko es día el dirigente europeo que más tiempo lleva en el poder. Se hizo con la presidencia de Bielorrusia en 1994. Entonces tenía 40 años. Este lunes cumple 67. Tomó el poder bajo la bandera de la lucha contra la corrupción, las privatizaciones salvajes, los manejos de los oligarcas y un modelo de capitalismo que empezaba a ser impopular.

Consciente de que la población bielorrusa, al igual que en la vecina Rusia y en otras antiguas repúblicas soviéticas, habían visto caer por incapacidad e inanición el régimen comunista hacía dos años y medio, no se atrevió a preconizar abiertamente reinstaurar un sistema tan caduco.

Pero realmente lo hizo en muchos aspectos, pese a que lo disfrazó con la apariencia de «modernización del socialismo». En mitad de la actual ola internacional de repudia a sus métodos represivos, Lukashenko se justifica reiteradamente asegurando que todo lo que hace es para evitar que su país se desmorone. Se presenta como el creador del actual Estado bielorruso y está convencido que su misión consiste en preservarlo a cualquier precio.

No oculta que su modelo de estado es el comunista, el soviético, incluso en los símbolos. Cambió la bandera de la Bielorrusia independiente por la roja que tenía como república federada soviética y mantuvo el nombre del KGB para los servicios secretos. Durante una rueda de prensa en el 2012 dijo que «Lenin creó un Estado y Stalin lo reforzó», como si la Rusia de los zares careciera de Estado, y añadió: «Yo estoy todavía lejos de Lenin y Stalin, me queda mucho que andar para ponerme a la altura de ellos».

Carné del Partido Comunista

Dos años antes, en diciembre del 2010, el déspota bielorruso admitió que conserva «en el armario» el carné del Partido Comunista. «No he cambiado de partido ni lo haré», afirmó, pese a que, tras la desintegración de la URSS, nunca se presentó formalmente como candidato comunista. «He crecido en el seno del sistema soviético (...) me bastaba para vivir», señaló en otra de sus comparecencias ante los medios en octubre del 2013.

Fue miembro de la Juventudes Comunistas y su ingreso en el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) se produjo en 1979. Dirigió después un koljós (cooperativa agraria soviética) cerca de la ciudad de Mogiliov y, en marzo de 1990 logró escaño en el Sóviet Supremo de la república (Parlamento).

Fue uno de los pocos diputados que votaron en contra de que Bielorrusia dejase de formar parte de la moribunda Unión Soviética. Después consiguió ser puesto al frente de un comité parlamentario de lucha contra la corrupción, puesto que le hizo ganar popularidad y que usó como trampolín para impulsar su carrera política.

Lukashenko simpatizaba con la corriente procomunista, mayoritaria en el Parlamento ruso, que intentó sin éxito destituir al presidente Boris Yeltsin en 1993. Aquella crisis empujó a Yeltsin a disolver la Cámara, lo que condujo a un enfrentamiento armado entre las unidades militares y de voluntarios leales a los diputados y la parte del Ejército que se puso del lado de Kremlin, que fue la decisiva. El momento álgido del pulso, que se resolvió a favor de Yeltsin, se produjo a comienzos de octubre de 1993. Hubo muertos y heridos en ambos bandos.

Así que Lukashenko, viendo la experiencia rusa, se agazapó, preparó con sigilo su asalto al poder y venció en los comicios presidenciales de 1994 con la promesa de restablecer las dotaciones y ventajas sociales que estuvieron vigentes en la Unión Soviética. Su programa incluía también la unión con Rusia, idea entonces muy popular entre los bielorrusos.

La empobrecida población estaba cansada de tanta corrupción y Lukashenko aprovechó el tirón para presentarse como el salvador que recuperaría las viejas esencias soviéticas, las cosas que consideraba positivas de aquel régimen como la educación y la medicina gratuitas, la estatalización de la economía y explotar al máximo el potencial agrario del país. Y logró así desplazar a su predecesor, Stanislav Shushkévich, uno de los artífices del acta que acabó con la URSS.

Instauró un modelo económico basado en el sistema de planificación propio de la era comunista y utilizó el señuelo de la unión con Rusia para conseguir carburantes a precios subvencionados. Bielorrusia se convirtió así en el principal productor de artículos de consumo de bajo precio para un gran número de regiones rusas, cuyos habitantes carecían de poder adquisitivo para comprar lo que llegaba de la Unión Europea. Tal esquema económico logró mantener durante algún tiempo un relativo nivel de bienestar.

Aplastar a la oposición

En lo político, sin embargo, las cosas fueron a peor para la democracia y las libertades, situación ante la que la oposición parlamentaria se movilizó y estuvo cerca de alcanzar la mayoría. Lukashenko respondió con un referéndum constitucional en 1996 sin contar con el beneplácito de la Cámara, con el propósito de reforzar sus poderes e iniciar así el camino hacia la destrucción de sus oponentes, fundamentalmente proeuropeos.

El aplastamiento de los antagonistas de Lukashenko sumió al país en una auténtica dictadura. El expresidente norteamericano, George W. Bush, fue quien bautizó al presidente bielorruso con el apelativo del «último dictador de Europa». Y es que, tras los cambios constitucionales, consiguió convertir el Parlamento en un apéndice de su poder personal.

Una nueva vuelta de tuerca para perpetuarse en el poder fue el referéndum de 2004, con el que logró eliminar la limitación de mandatos presidenciales.

Desde aquel momento dirige la república con mano de hierro. Hace tiempo que en Bielorrusia las libertades y el pluralismo brillan por su ausencia. Las elecciones hace mucho que dejaron de ser limpias y democráticas mientras los derechos de reunión y manifestación prácticamente no existen. La represión, encarcelamientos y hasta los asesinatos de opositores viene también de lejos.