¿Puede repetirse en Irak lo ocurrido en la retirada de Afganistán?

Pablo Medina ERBIL / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El cantante Alí Zangali (a la izquierda), el joven Rahin Barzanji y el funcionario del PDK Janghis Awakalay,
El cantante Alí Zangali (a la izquierda), el joven Rahin Barzanji y el funcionario del PDK Janghis Awakalay, Pablo Medina

Los kurdos tienen dudas sobre si los pesmergas podrían enfrentar al Estado Islámico sin el respaldo de EE.UU.

31 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Alí Zangali lleva más de una década cantando en la televisión pública kurda. Debutó en 1987 en los escenarios y desde el 2003 vive una mala racha como intérprete. No tiene casa, no tiene coche y canta para sobrevivir como puede. Acompaña el té con un gesto desesperanzado en el rostro. Muestra algunas fotografías como artista en sus años mozos mientras piensa en el futuro. «No creo que si Estados Unidos abandona Irak suceda lo mismo que en Afganistán, pero llevamos 20 años sangrando por esta guerra. Si pasa algo, me iré a Turquía», asegura. Es el miedo que hay en las calles de Erbil ante una posible réplica de lo acontecido en Afganistán pero sobre suelo iraquí.

Erbil, capital del Kurdistán iraquí.
Erbil, capital del Kurdistán iraquí. PABLO MEDINA

La retirada de tropas estadounidenses que desembocó en un nuevo emirato talibán ha resucitado un fantasma que se pasea por Irak. Junio del 2014, con las huestes yihadistas del Estado Islámico (EI) de Abu Bakr al Baghdadi a las puertas de Bagdad, recuerda a la fotografía de Kabul sitiada de hace escasas semanas. Si las fuerzas que Joe Biden acordó retirar de la antigua Mesopotamia a finales de año abandonan el territorio, la instantánea es casi idéntica, pero con el Estado Islámico sustituyendo a los talibanes en el papel de antagonista. 

El cónsul general de EE.UU. en Irak, Robert Palladino, afirmó el pasado lunes que las fuerzas estadounidenses destinadas al combate se retirarán de la antigua Mesopotamia, pero que mantendrán el adiestramiento y el apoyo al Ejército iraquí y los pesmerga, las unidades de defensa del Gobierno Autónomo del Kurdistán. El diplomático norteamericano no mencionó si el apoyo aéreo se mantendrá, siendo una pieza indispensable del rompecabezas de la seguridad iraquí. Cabe añadir que el presidente Emmanuel Macron, durante su visita a Irak este fin de semana, afirmó que «no importa lo que elijan hacer los americanos, nosotros mantendremos nuestra presencia en Irak para luchar contra el terrorismo», dando así a conocer su intención de no replegar tropas francesas. 

Ahora se pone sobre la mesa una cuestión de confianza en las fuerzas defensoras del país. Y hay muchas discrepancias. Rahin Barzanji se acaba de graduar en Administración de Empresas, pero es pesimista respecto a la defensa del Kurdistán iraquí por parte de los pesmergas. «A los kurdos les gusta luchar. Lucharían hasta entre ellos mismos. Los partidos no están unidos, ni los hermanos, ni la gente», asegura. En otra línea, Janghis Awakalay, del departamento de relaciones exteriores del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), asevera que «podrá defenderse porque estamos luchando por lo que queremos y creemos».

La lectura del lado iraquí es prácticamente idéntica, pero con un giro de tuerca. Confían en que combatirán y están aliados con los pesmergas en la lucha contra el EI. Duraid Mahud Shakr, de 51 años, es teniente del Ejército de Irak y veterano de la liberación de Nínive, zona donde se enmarca Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak y excapital del califato del Estado Islámico. «Tenemos una coalición formada por pesmergas y nuestro Ejército. Estamos listos para rechazar al enemigo», sentencia como forma de evitar comparaciones con la huida del Ejército afgano. A principios de agosto, el primer ministro iraquí, Mustafá al Khadimi, aseguró en una entrevista con AP que «no hay necesidad de tener a ninguna fuerza de combate extranjera en suelo iraquí», alegando que su Ejército es perfectamente capaz de proteger a su población. Sin embargo, el teniente Mahmud duda sobre la posibilidad de victoria, criticando que «los americanos eran responsables de entrenarnos» y que «cuando nos armaron, nos dieron Kalashnikov para combatir al Estado Islámico, pero ellos estaban mejor equipados». 

Las posiciones de Irak y la autonomía kurda son convulsas. Entre los civiles reina la inquietud, pero las figuras políticas y militares intentan apaciguar los ánimos. Los primeros dudan de la voluntad de las fuerzas de seguridad iraquíes para defenderse de una ofensiva yihadista. Los segundos, aseguran que lucharán, pero dudando del resultado. 

EE.UU., amigo y enemigo

Según el Pentágono, en Irak quedan movilizados 2.500 militares estadounidenses. Se encargan mayoritariamente de prestar apoyo aéreo en las operaciones contra el Estado Islámico, entrenar al Ejército iraquí y realizar labores de ingeniería militar destinada a mantenimiento de vehículos, reparaciones de armamento, etcétera. Solo unas pocas unidades combaten. 

Para los kurdos, EE.UU. tiene todavía un papel esencial para mantener a raya al EI similar al que cumplía en Afganistán para contener a los talibanes, que es prestar apoyo aéreo. Kifah Mahmud, exjefe de prensa del expresidente Masud Barzani, recuerda que en el 2014, con la proclamación del califato, «recibimos apoyo aéreo y conseguimos recuperar nuestro territorio y mantener a Daesh [acrónimo despectivo del EI en árabe] lejos», considerando indispensable la ayuda norteamericana en el cielo. 

En el vecino Irak, Rin Akhram Ibrahim, periodista natural de Bagdad centrada en asuntos fronterizos, es más crítica. «Necesitamos apoyo aéreo para recuperar la seguridad del país, pero ha sido EE.UU. quien creó a Daesh para obligarnos a combatir contra él y llevarse nuestro petróleo. Es una distracción, un juego», concluye. Su marido, el teniente Mahmud, asegura que, por experiencia, está seguro de que EE.UU. financia y arma al Estado Islámico. «Estuvimos en el desierto y vimos un avión americano evacuar a miembros de ISIS [como también se conoce al EI]. Les están ayudando a combatir al Ejército iraquí. América creó al ISIS», asegura. 

Ambas partes coinciden en no querer presencia militar extranjera, sino medios para defenderse por sí mismos: dinero, mejor armamento, adiestramiento y apoyo aéreo. Mahmud no confía en el ministro de Defensa iraquí, Sadun al Dulaimi. «Hizo negocios para comprar armas en China y llevarse todo el dinero para él. Algunas dejaban de funcionar a los diez disparos. No podemos armarnos solos para combatir a Daesh, están mejor equipados», critica. Su tocayo kurdo y exjefe de prensa del presidente, dicta que no quieren «extranjeros que luchen a nuestro lado», sino «apoyo, porque no tenemos armas, ni dinero suficiente para comprarlas. Ni siquiera tenía experiencia con esas armas. 

Concluyen así que el apoyo aéreo es indispensable, pero no quieren que haya tropas de combate estadounidenses en Irak y dejan la pelota en el tejado de Joe Biden para abrir una posible opción de permanencia de la aviación de Estados Unidos. 

Dos piedras en el zapato

En el 2014, el imán Alí al Sistani emitió una fatua (una respuesta de naturaleza religiosa ante una cuestión legal) por la que llamó a las armas a los chiíes para hacer frente a Estado Islámico. De todos los rincones de Irak surgieron jeques que vendieron armas a civiles, tanto suníes como chiíes, para luchar. Los chiíes se organizaron para combatir al califato en una milicia de «mártires» conocida como Hashd al Shaabi, a la cual se adjuntarían con el tiempo tribus suníes y las pocas tropas configuradas por cristianos con el propósito de hacer frente a la amenaza de los yihadistas del califato. 

El «ejército de los muertos», como les conocen en el Ejército de Irak por su voluntad a morir por su ideología islamista, campa a sus anchas por las conocidas como «zonas en disputa», antiguas regiones controladas por el EI y cuya soberanía y seguridad se disputan tanto Gobierno iraquí como kurdo. Además, en estas zonas es donde Estado Islámico tiene mayor actividad, por lo que son las «zonas calientes» del actual problema de seguridad en el país y de una posible revancha de los milicianos de negro de Al Baghdadi. 

Hashd al Shaabi tiene el problema de haber aceptado entre sus miembros a algunos de esos civiles llevados a filas por los jeques y que conservaron las armas. Algunos se convirtieron en forajidos y formaron milicias independientes con afán de disparar por dinero a cualquier objetivo. Aún visten las ropas de Hashd al Shaabi, pero estos reniegan de dicho bandidaje. 

Con todo, los ataques de los Hashd al Shaabi disidentes preocupan a los kurdos que, viendo un posible aliado contra los soldados del califato, también temen por otro enfrentamiento con el grupo armado como ocurrió en el 2017. El funcionario del PDK Awakalay afirma que «el mayor problema para la soberanía de Irak es Hashd al Shaabi» por su ideología islamista, que choca frontalmente con el carácter laico del Kurdistán, que acoge a personas de unas ocho religiones distintas entre zoroastristas, cristianos, musulmanes y yazidíes entre otros.