Estados Unidos cumplió su objetivo de acabar con el refugio de Al Qaida en Afganistán, pero en estos veinte años la amenaza islamista se ha multiplicado por el mundo
07 oct 2021 . Actualizado a las 08:53 h.Veinte años después del ataque estadounidense a Afganistán, que siguió a los atentados del 11S, los talibanes están de vuelta para imponer su régimen de terror. ¿Han servido para algo la intervención y la larga ocupación? Los expertos consultados por La Voz lo analizan y hacen un balance negativo.
«El principal objetivo de la invasión de Afganistán originariamente se consiguió en la medida en que provocó la derrota y posterior muerte de Osama Bin Laden y la desvertebración de Al Qaida», asegura Rafael Calduch, catedrático, de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales. «También logró la derrota parcial, nunca definitiva, del régimen controlado por los talibanes», añade. Félix Arteaga, investigador principal del Real Instituto Elcano, destaca que «la intervención logró privar a los terroristas de un santuario desde el que actuar».
Pero, ¿cuál es el balance global de estos 20 años de ocupación? José María Gil Garre, codirector del International Security Observatory, señala que «este tipo de misiones se plantean en tres niveles: el político, el estratégico y el táctico». En este último, «el trabajo de nuestros militares y los de la coalición, ha sido extraordinario». Resalta lo que han hecho las tropas españolas en «provincias tan complicadas como Herat, donde garantizaron que las niñas y las jóvenes fueran a la escuela».
Sin embargo, no es así «en el ámbito de decisión estratégico y mucho menos en el político». «Es cierto que los terroristas operaron desde suelo afgano, pero responder en ese territorio a un ataque terrorista y, por lo tanto, asimétrico, con fuerzas militares en una guerra simétrica sirvió para completar el contexto deseado por Bin Laden», asegura.
¿Qué resultados ha dado la guerra contra el terrorismo que impulsó George W. Bush y la que Joe Biden ha dado carpetazo en su versión de grandes operaciones militares en el exterior? Para Gil, ha sido un fracaso. «Se planteó una guerra contra el terror como si fuese posible hacer algo así, cuando el terrorismo yihadista no es solo una expresión violenta, es en sí mismo una ideología», explica. «Hemos enfrentado esta amenaza a escala militar, a nivel policial y judicial, pero lo cierto es que el terrorismo yihadista ha sabido ser resiliente frente a nuestras respuestas, y no solo eso, sino que ha desplegado una terrible habilidad y capacidad para captaciones apoyándose en grupúsculos locales que operan en Europa, las redes sociales...», concluye.
Crece el terrorismo yihadista
«Veinte años después, el terrorismo yihadista ha ido a más en el mundo, se han multiplicado los actores individuales y colectivos, han ampliado sus áreas de conflicto y finalmente nos hemos ido de Afganistán bajo el mismo signo, ataques terroristas y en un ejercicio de retirada que o bien careció de una inteligencia adecuada o los decisores fallaron», enumera Gil.
En cuanto a la situación interna, Calduch sostiene que «se fracasó en el intento de reconstruir un Estado que nunca había existido en Afganistán, país territorialmente dividido e históricamente controlado por clanes y grupos étnicos rivales». Ese fracaso «ya había sido experimentado con anterioridad por británicos y soviéticos, demostrándose que no se trataba de la reconstrucción de un Estado fallido, sino de la necesidad de crear un Estado, lo que requiere un proceso de larga duración histórica y de constante uso de la fuerza que ninguno de los ocupantes, incluido EE.UU., estuvieron dispuestos a asumir».
Arteaga señala que Afganistán ha recibido para su reconstrucción «dinero, asistencia humanitaria, programas de ayuda, ha recuperado gran parte de su capital humana que estaba en la diáspora y ha mejorado sus estándares en educación y libertades». Pero, sin embargo, «los propios afganos y sus autoridades no han sabido o no han querido defender esas conquistas y, en el momento en el que las tropas internacionales han dejado de protegerles, sus fuerzas armadas no han tenido ninguna voluntad de combatir con quienes quieren hacer retroceder todos esos avances». Afirma que «la desunión de las fuerzas políticas, los enfrentamientos civiles y la corrupción estructural han aplazado indefinidamente las reformas, y por tanto, si no se podían lograr los objetivos, lo lógico era que las tropas extranjeras se fueran».
En estos 20 años ha habido «avances en los derechos de la mujer, que siempre han encontrado fuertes resistencias, y que para Afganistán son revolucionarios». Una parte de la sociedad «ha visto las ventajas de que las niñas vayan a la escuela, las mujeres puedan ir a los centros de salud o trabajen». Pero con la vuelta de los talibanes se impone «la tradición que considera que la mujer está en el último escalón social».
De la prioridad en el combate contra el terrorismo a la creciente amenaza cibernética
¿Cuáles han sido los principales cambios que ha habido en diferentes áreas a raíz de la invasión, la ocupación y ahora la retirada de Estados Unidos y sus aliados de Afganistán? Calduch menciona los más importantes:
A) La prioridad estratégica concedida a la lucha contra el yihadismo en sus distintas manifestaciones (guerrillera, terrorista, propagandística, cibernética, etc.).
B) El abandono por Estados Unidos de su prioridad estratégica y política respecto de Oriente Medio y Oriente Próximo, heredada de la bipolaridad y reforzada tras la guerra de Irak de 1990-1991
C) Un mayor protagonismo de las potencias militares europeas (Francia y Reino Unido) y de la propia UE en la protección de sus intereses estratégicos en el Mediterráneo, Norte de África; el Sahel y el océano Indico
D) El ascenso como potencia económica y tecnológica mundial de China y su consolidación como potencia regional militar en el área Indo-Pacífica
E) La reorientación de la prioridad estratégica de Estados Unidos del espacio euro-atlántico al área Indo-Pacífico por su creciente rivalidad con China y las amenazas nucleares emergentes de Corea del Norte e Irán.
F) La presión intervencionista político-militar de Rusia en Europa Oriental; Oriente Medio-Próximo; Cáucaso sur y Mediterráneo Oriental, reforzada con sus acciones en el espacio cíber y el control del suministro energético a Europa.
G) La creciente importancia de nuevas amenazas como los ataques cibernéticos, la manipulación de flujos migratorios ilegales, las presiones sociales generadas por la difusión de noticias falsas por redes sociales o el populismo político.
Cambios geopolíticos
«Si nos referimos a Afganistán, tras el fiasco de nuestra salida, me refiero a la de la comunidad internacional occidental, se van a producir cambios geopolíticos y estratégicos en el área de Asia Central, basta reflexionar sobre el papel de China, Rusia, Pakistán, Irán, etc...», afirma Gil. «Occidente, y en particular Europa, allí ya no tiene nada que decir o hacer o, quizá sí, pero tal como vemos que funciona, o más bien, hace el ridículo la prospectiva en el nivel político de decisión, más vale que nos estemos quietos porque en los últimos veinte años no hemos hecho más que hacer un mundo peor... estoy pensando por ejemplo en Libia», afirma.
Un ataque justificado y dos misiones con objetivos distintos
¿Estuvo justificado el ataque a Afganistán? «Estuvo militarmente justificado puesto que se tenía certeza de que el régimen de los talibanes amparaba a Bin Laden y la cúpula de Al Qaida, que había reivindicado los atentados», señala Calduch.
«Era lógico, por tanto, que Washington pretendiese evitar nuevos atentados desarticulando la cúpula de al Qaida, además de poder resarcirse del daño moral y de reputación que había sufrido», explica. Para ello, «debía acabar con el gobierno de los talibanes, que se negaban a entregar a Bin Laden (operación Libertad Duradera)».
Sin embargo, «lo que inicialmente era una intervención militar reactiva se complementó con una operación de reconstrucción posbélica con la pretensión de establecer una nueva estructura estatal, con su administración civil y militar, que mantuviera un gobierno prooccidental que acabase definitivamente con los talibanes y las rivalidades étnicas y tribales ancestrales (misión ISAF)», asegura. «Ambas operaciones coexistieron simultáneamente con objetivos estratégicos, composición de fuerzas y operatividad completamente distintas, lo que no dejó de ser una evidente disfunción política y militar», concluye.
Cobijo a Al Qaida
Para Arteaga, «por un lado la justificación es que el régimen talibán había dado cobijo a Al Qaida y, cuando se produjeron los atentados, se negó a expulsar a los terroristas». Por eso, «EE.UU. unilateralmente decidió llevar a cabo una intervención, luego se fueron uniendo otros países y al final acabó en una misión internacional». Posteriormente, el «Consejo de Seguridad de la ONU secundó la decisión de EE.UU., y creó una fuerza internacional de asistencia, ISAF, y sobre el terreno se quedaron dos misiones, una que seguía la lógica militar, que encabezaba Estados Unidos, y la de ayuda a la reconstrucción». «Esas dos lógicas justifican la intervención», sostiene. Luego, mediante una resolución de las Naciones Unidas, «se establece un Gobierno afgano, que legitima la presencia internacional».