El oficialismo argentino vive una tregua hasta los legislativas de noviembre

Héctor Estepa
héctor estepa BOGOTÁ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

María Eugenia Cerruti | Reuters

Los líderes del peronismo entierran el hacha tras semanas de tensiones

13 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Calma después de la tempestad en Argentina, al menos mientras llega una nueva tormenta, ya anunciada. El presidente, Alberto Fernández, y la vicepresidenta, Cristina Fernández Kirchner, han enterrado temporalmente el hacha de guerra, después de dos semanas de tensiones, iniciadas el 12 de septiembre, con la abultada derrota del oficialismo en las primarias de cara a las legislativas de noviembre.

Los líderes del peronismo aparecieron hace dos semanas en un mismo acto. Fue en la Casa Rosada, lugar que Cristina Fernández solo ha pisado en tres ocasiones desde que es vicepresidenta. El objetivo oficial de la rueda de prensa era anunciar una ley mediante la cual el Gobierno quiere multiplicar las exportaciones del sector agroindustrial, pero a pocos se les escapaba que la razón real del encuentro era mostrar al público una imagen de unidad.

«Seguimos creyendo en la cultura del diálogo. Algunos usaron la pandemia para dividirnos y quiero que terminemos con el desencuentro. Dejemos de lado a los cultores del ‘no se puede’», reclamó el presidente, en un mensaje dirigido, aparentemente, a la oposición, pero quizás también al peronismo.

A su lado, con la cabeza apoyada en el puño, Cristina Fernández, que no intervino. La vicepresidenta salió victoriosa, según la mayoría de los analistas, del pulso palaciego que mantuvieron los dos líderes del país, tras las primarias en las que el oficialismo perdió 17 de las 24 provincias del país.

El primer impulso del presidente, tras la cita electoral, fue negarse a hacer cambios en el Gabinete. La vicepresidenta tenía otra idea, y los ministros cercanos a ella dimitieron transcurridos solo unos días.

Cristina Fernández envió posteriormente una carta criticando duramente la gestión económica del Gobierno, y reclamando públicamente cambios en el Ejecutivo. Alberto Fernández acabó, finalmente, por mantener en su Consejo de Ministros a quienes habían dimitido, y otorgó carteras de relevancia a personas apoyadas por la vicepresidenta, que abogó por darle poder a políticos considerados como conservadores dentro del peronismo, en una estrategia expansiva para captar votos de diversos sectores.

División profunda

Esos tensos días dejaron al descubierto la profunda división del peronismo, no aplacada, a pesar de la escenificación de sus líderes. Queda solo un mes para las elecciones del 14 de noviembre, y en el oficialismo trabajan contra reloj para que no se repita el descalabro de las primarias.

Existe la convicción de que la derrota en las urnas fue generada por el descontento con la situación económica y por el manejo de la pandemia, en un país que ha tenido una de las cuarentenas más férreas del mundo, y donde ha habido escándalos de «vacunaciones VIP».

El Ejecutivo ha aprobado en las últimas semanas medidas de urgencia para intentar ganarse de nuevo a la población. La Casa Rosada ha subido el mínimo exento de impuestos, ha creado un sistema de jubilaciones anticipadas para desempleados, ha permitido las reuniones sociales sin cupos, ha abierto las fronteras del país y también ha permitido caminar por la calle sin mascarilla.

Ha cambiado, además, de estrategia electoral en la campaña de cara a las legislativas, iniciada hace dos semanas. Alberto Fernández se ha reunido con pequeños grupos de vecinos, obreros y profesionales de la conurbación bonaerense, alejándose de los grandes actos partidistas. Repite constantemente la palabra «escuchar», que parece haberse convertido en el nuevo lema de la presidencia. La derrota en las primarias ha cambiado la rutina del presidente, que hace menos apariciones públicas. Antes de la comparecencia con Kirchner, había estado siete días sin dar declaraciones ante los medios.

Pocos creen, eso sí, que las nuevas políticas del oficialismo y la nueva estrategia de campaña vayan a dar un vuelco a las elecciones legislativas. Se espera la derrota, aunque se intenta reducir distancias para que sea menos abultada.

La tregua está pactada, al menos, hasta el 14 de noviembre, pero podría romperse entonces. Alberto Fernández logró mantener en sus puestos a los ministros de Economía y Producción, Martín Guzán y Matías Kulfas, muy próximos al presidente, y fuertemente criticados por los sectores kirchneristas del peronismo. Una nueva derrota pondría sus cargos en la picota y podría generar otra crisis en el oficialismo.