Del fin de la URSS a la autocracia rusa

INTERNACIONAL

El presidente ruso, Vladimir Putin
El presidente ruso, Vladimir Putin GRIGORY SYSOEV / SPUTNIK / KREMLIN

Se cumplen treinta años de la implosión de un sistema disfuncional

26 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Cuáles fueron las causas de la desaparición de la URSS? ¿Era inevitable? ¿Por qué fracasó la transición democrática liderada por Boris Yeltsin en Rusia? ¿Por qué se ha consolidado una autocracia con Putin? Cuando se cumplen treinta años de la implosión, tres expertos consultados por La Voz responden a estas preguntas.

Las causas

Colapso del sistema, fracaso económico, auge del nacionalismo. Para Rafael Calduch, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales, «la principal causa de la desaparición de la URSS fue el colapso funcional del sistema soviético debido a la conjunción de cuatro factores estructurales». Los describe: 1) la progresiva disfuncionalidad del sistema económico de propiedad estatal y planificación centralizada para gestionar la creciente complejidad de la economía; 2) el coste creciente de la proyección de la URSS como superpotencia, tanto por la carrera de armamentos nucleares como por las ayudas a los países aliados, incluida la guerra de Afganistán; 3) la creciente deslegitimación política y social en la medida en que los avances económicos y tecnológicos no se traducían en mejoras significativas de las condiciones de vida; y 4) el rechazo de las minorías nacionales, étnicas y religiosas a la hegemonía ejercida por la mayoría de población rusa.

Mira Milosevich, investigadora principal del Instituto Elcano, resalta que «se demostró que el modelo comunista de mercado centralizado y controlado no era viable ni competitivo». También apunta el auge del nacionalismo y el declive de la ideología comunista. Asegura que cuando Gorbachov quiso reformar y democratizar «se vio que el sistema era irreformable, porque comunismo y democracia son incompatibles».

La historiadora Sara Núñez de Prado, autora de Historia de Rusia: de la Unión Soviética a la Federación Rusa, señala también como la causa fundamental el colapso económico. Explica que Gorbachov quiso «imponer una política de reestructuración global que permitiera la introducción de cambios paulatinos en la sociedad, pero lejos de solucionar los problemas, los agravó, ya que no midió ni sus fuerzas ni sus posibilidades para enfrentarse al sistema». «Simplemente el sistema no tenía las condiciones para regenerarse a sí mismo desde dentro y Gorbachov y sus seguidores no tuvieron la habilidad de dotarlo de los mecanismos necesarios para ello», sostiene. «A la vez, las distintas nacionalidades que habían permanecido subyugadas bajo la égida del poder central fueron emergiendo y pidiendo más autonomía, lo que incidía también en la debilidad del poder central», añade.

Transición fallida

Corrupción, bancarrota, oligarcas. Milosevich afirma que en los años 90 «todo el mundo creía Rusia iba a democratizarse y, de hecho, lo intentó, pero fracasó, fundamentalmente porque las privatizaciones y la transición de la economía centralizada a la de mercado se hace de una manera absolutamente salvaje, apoyada por los occidentales, que provocan una corrupción brutal, una bancarrota y un aumento del poder de los oligarcas». Este fracaso de la transición lleva a los rusos a «rechazar el gobierno de Yeltsin y en diciembre de 1999 Putin accede al poder, el ascenso de un exagente del KGB es un tácito reconocimiento de que Rusia no se va a democratizar». Calduch señala que «la breve y catastrófica experiencia de una democracia política, instaurada en la Federación de Rusia tras la desintegración soviética durante la presidencia de Yeltsin, con su corolario de grave quiebra económica, desarticulación del Estado, debilidad militar, y acoso occidental con las sucesivas ampliaciones de la OTAN y la UE, demostraron a las élites rusas la necesidad de recuperar el control del Estado y la economía a cualquier precio». «Son las élites las que asumieron el poder imponiendo a Yeltsin la sucesión de Putin en la presidencia del país», asegura. «Estas élites, integradas por altos oficiales del antiguo KGB y las Fuerzas Armadas junto con ejecutivos de las grandes corporaciones energéticas y exdirigentes del partido comunista soviético, son las que dirigen el país desde las elecciones presidenciales del 2000», concluye.

Régimen Autocrático

El «putinismo». «El resultado es el actual régimen autocrático que, sin embargo, ha logrado estabilizar política, económica y socialmente a esta potencia mundial, limitando con ello la amenaza de una catástrofe nuclear, algo que los europeos no deberíamos olvidar al considerar la situación política de Rusia», mantiene Calduch. Para Núñez de Prado, «independientemente de que la coyuntura internacional fuera favorable cuando Putin llegó al poder, nadie puede negar que logró levantar un país hundido y revalorizar el sentimiento nacional y el orgullo de ser ruso». También «hay que tener en cuenta que la extensión del país favorece la centralización y marca el camino para transitar al autoritarismo».

Según Milosevich, «el régimen de Putin no es una dictadura, es una autocracia, yo le llamo putinismo, porque tiene características propias de Putin, que puede mantenerse en el poder hasta 2036 con el cambio constitucional». Explica que «se presentó como salvador del pueblo ruso después de la bancarrota y el caos de 1998, puso orden, y gracias a los altos precios del gas y el petróleo, Rusia empezó a mejorar mucho económicamente y trajo estabilidad, y sobre todo, lo que encanta a los rusos, devolvió a Rusia al escenario internacional, con todas sus debilidades, como gran potencia». Pero «el gobierno ruso no avanza ni profundiza en lo que llamamos democracia sustancial, sino que, al contrario, se va hacia atrás».

Los protagonistas: Gorbachov y Yeltsin

Gorbachov y Yeltsin fueron los dos protagonistas de los acontecimientos que desembocaron en la desaparición de la URSS. «Ambos creían que la crisis que vivía la economía y la sociedad soviéticas a comienzos de los 80 y que ya había sido denunciada por Andropov, podía resolverse con reformas gestionadas desde la dirección del Partido Comunista», explica Calduch. Eso hizo que Yeltsin no apoyase el golpe de Estado contra Gorbachov, pero aprovechó «la crisis para potenciar su liderazgo como presidente de Rusia recurriendo al discurso nacionalista como sustituto del desacreditado discurso comunista». Desde esta perspectiva, «mientras Gorbachov fue un líder comunista convencido ideológicamente, Yeltsin fue un líder comunista pragmático sin una auténtica convicción ideológica». Los dos, según Calduch, «fueron claves para gestionar el fin de la URSS y la transición a la Federación de Rusia de un modo controlado y sin el desencadenamiento de una guerra civil generalizada, que siempre habría sido extremadamente peligrosa por la capacidad destructiva total de los arsenales nucleares estratégicos».

El drama de Gorbachov

Núñez de Prado destaca que «a Gorbachov le tocó el peor papel, mientras en el exterior se le veía como un héroe, en el interior cada vez estaba más desprestigiado». «Se enfrentó a todo el mundo: a una parte del PCUS, a la antigua nomenklatura, a los ciudadanos que cada vez sobrevivían con mas dificultades», afirma. Además, «decidió dar un paso más favoreciendo la libertad individual, a la vez que se relajaba la censura, con lo que también hubo libertad para expresar unas críticas que cada vez eran mayores, dados los pobres resultados que se obtenían y que ponían de manifiesto las carencias, irregularidades y fallos del sistema y de los cambios que se estaban implantando». En resumen, «ambos tuvieron una importante responsabilidad en el colapso de la URSS primero y de la Federación rusa, después; la diferencia es que parece que a uno le animaron las buenas intenciones y al otro solo el afán de poder».