López Obrador, Maduro y Ortega buscan esconder las críticas a sus actos
27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La «pausa» propuesta por el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador a las relaciones entre su país y España ha vuelto a poner el foco en la estrategia diplomática española en América Latina. Existe una evidente proximidad a pesar de la lejanía. España y la región latinoamericana están unidas por vínculos históricos, lingüísticos, culturales y también económicos.
Pese a ello, la posición de España en América Latina se ha debilitado en las últimas dos décadas, debido a una falta de estrategia concisa, sobre todo tras la crisis del 2007, que ha cristalizado, por ejemplo, en descafeinadas cumbres iberoamericanas a las que muchos mandatarios ya ni siquiera asisten. Madrid ha mirado más hacia Europa que hacia América en los últimos años. La entrada en la región de un nuevo y poderoso actor, como es China, ha contribuido también al alejamiento.
Además, en América Latina ha crecido en las últimas décadas, a rebufo de las celebraciones de los bicentenarios de la independencia, el sentimiento identitario, con foco en los hechos ocurridos durante la conquista, que en algunos casos, como el mexicano, ha contribuido a distanciar las relaciones en un momento en el que esa cuestión identitaria también marca la política dentro de la misma España.
Tampoco ha ayudado el surgimiento de autoritarismos en la región, que han complicado la interlocución, así como, recientemente, los distintos puntos de vista en el Gobierno de coalición PSOE-Podemos, aunque el partido morado parece haber adaptado, hasta cierto punto, sus alineamientos a los de los socialistas.
El caso venezolano
Probablemente el país con el que Madrid tiene unas relaciones más deterioradas es Venezuela, después de que España acogiese al opositor Leopoldo López, y reconociese a Juan Guaidó como presidente encargado del país, aún vigente. España no ha nombrado embajador en Caracas, tras la salida del último líder de misión. Cuenta con un encargado de negocios que dirige la diplomacia entre ambos países y mantiene diálogo con el Gobierno de Nicolás Maduro.
No están mejor las cosas en Nicaragua. Exteriores llegó a llamar a consultas a la embajadora en Managua el pasado agosto después de recibir unas muy airadas comunicaciones oficiales por parte del Gobierno de Daniel Ortega en respuesta a las peticiones desde España de liberación de presos políticos. Nicaragua consideró «ofensivas» las declaraciones de la entonces ministra de Exteriores, Arancha González Laya. «Nos recordó el cinismo y la desvergüenza de tantas tropelías y crímenes atroces cometidos por la corona española durante la brutal conquista», rezaba una de las misivas, que incluso llegaba a referirse a los GAL y que acusaba a la ministra de comunicarse «con voz de alguacil, sin percatarse en su perorata delirante de trasnochada mandamás que llevamos siglos sin dominio español».
Madrid, a través de González Laya, también pidió respeto a la separación de poderes en El Salvador de Nayib Bukele, mostrando su preocupación por la «deriva política» que se presenta en el país centroamericano. Las comunicaciones entre ambos países no han subido más de tono.
Con Cuba, España tiene una relación pragmática, sostenida por los negocios turísticos que mantiene en varias zonas de la isla. La cuestión identitaria, espoleada por López Obrador, que reclamó por carta a Felipe VI que España pidiese perdón por los hechos violentos acaecidos durante la conquista, y las acusaciones de «saqueo» dirigidas a las empresas españolas han enrarecido las relaciones con México.
También el nuevo presidente peruano, Pedro Castillo, culpó, frente a Felipe VI, en su toma de posesión, al legado colonial de los males que afectan a su país, como el «sistema de castas y diferencias que persisten». Las relaciones con Perú, en cualquier caso, son excelentes, así como con la gran mayoría de países de la región, a pesar de que los llamamientos a detener la violencia en Colombia durante las protestas pudieran haber soliviantado a algún sector.