Una familia numerosa que se niega a dejar Kiev: «Educamos a los niños para estar unidos, defenderemos la ciudad»
INTERNACIONAL
Tatiana y su marido, con cuatro hijos, resisten en la capital ucraniana. Lo hace también Oxana, que no puede volver a casa y vive en una farmacia. U Olga, que ayuda psicológicamente a los soldados
05 mar 2022 . Actualizado a las 12:22 h.Miles de personas huyen de Ucrania para dejar atrás la guerra. Otros no lo hacen. No quieren o no pueden abandonar su país. El Ejército ruso aún no ha asaltado Kiev, pero quienes resisten allí viven sitiados, ora en sus casas ora en sus puestos de trabajo, separados de las familias. Algunos aseguran que se quedan porque quieren «defender a la patria», resistir como sea ante la ofensiva rusa. Y lo hacen, en ocasiones, junto a sus niños pequeños, que viven con ellos el horror que representa la guerra.
Es el caso de Tatiana, madre de familia numerosa. Ella, en declaraciones a Efe, señaló: «Si todos huimos, ¿quién va a defender nuestra patria, nuestra tierra, nuestra familia?».
Ella y su familia, que aparecen a media mañana en las calles de Kiev que la guerra ha ido vaciando, cuenta que aprovechan las horas matutinas para dar un paseo en las inmediaciones de su casa, situada frente al Monasterio de San Miguel, ante la atenta mirada de soldados armados hasta los dientes en un puesto de control.
«Hemos educado a los niños a estar unidos, ya que solo unidos podemos ganar esta guerra y derrotar al enemigo. Uno para todos y todos para uno», dice Tatiana, a la que le saltan las lágrimas al hablar de su ciudad natal. Su marido, Alexandr, ingeniero de profesión reconoce que tanto los padres como los hijos -Marian, Yustina, Bogdana y Yulian- tienen miedo, pero está convencido de que han hecho lo correcto al quedarse. «Tenemos que defender la ciudad. Si es necesario, combatiremos», asegura.
En su edificio, «no quedan más que algunas abuelas que viven solas», pero tiene un sótano en el que esconderse cuando suenan las alarmas antiaéreas. «El sótano da mucho miedo ¿Podemos pasar la noche en el refugio del hotel?», pregunta Tatiana, que se despide con un abrazo, ya que echa de menos el calor humano entre tanto bombardeo.
Encerrada en una farmacia
Oxana es otra de las personas que resiste en Kiev. Ella no puede volver a casa, ya que reside en Hostomel, lugar donde hay un aeródromo, a unos 30 kilómetros de Kiev, por cuyo control combaten ferozmente desde hace días ucranianos y rusos.
El anuncio de la invasión le cogió de camino a su negocio, una farmacia situada en una de las calles que desemboca en la plaza de la Independencia. «No puedo salir de aquí. Vivo con mi hija y el gato», explica resignada. Ha escrito una queja formal al Ayuntamiento ante la falta de medicinas que sufre su negocio. Está a la espera de una donación procedente de Suiza. «¡Dígaselo al alcalde! Mire mis estanterías, están vacías. Mientras, las farmacias privadas están repletas, pero no abren desde hace días», señala.
En ese momento entran dos clientes. A una de ellas le pica la garganta. No hay mucho donde elegir. El aspecto de la farmacia es desangelado. «Para mí la farmacia es un servicio público, pero no puedo ayudar ni servir a la gente. A la gente le estamos recetando en vez de cajas, dos pastillas por persona. ¡Esto es insostenible!», lamenta. Tampoco puede evitar enseñar el casquillo de una bala que se le disparó a un miliciano.
Una psicóloga militar
Olga abandonó su negocio en 2014, coincidiendo con la sublevación prorrusa en el Dombás, en el este del país, para alistarse en el Ejército como psicóloga militar. «Ayudo a los soldados en Kiev. Psicológicamente, los veo muy animados. La verdad está de nuestra parte. Soy kievita y no dejaremos entrar a nadie», señala frente al club militar donde trabaja. En estos momentos, como el asedio propiamente dicho aún no ha empezado, se dedica a repartir alimentos y a ayudar a la gente que no ha abandonado la ciudad. «Mis padres viven en las afueras de Kiev y a mi hija también la he enviado lejos por seguridad», señala.