Kiev ordena a su población encerrarse en casa a la espera del gran ataque: «No importa si tienes un certificado de prensa o eres un niño. Eres un objetivo de Rusia»
INTERNACIONAL
El alcalde de la capital decreta un toque de queda de 35 horas, mientras los vecinos que se resisten a huir se preparan para la defensa
15 mar 2022 . Actualizado a las 22:30 h.El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, decretó este martes un toque de queda de 35 horas en la capital ucraniana porque «esperamos mucha más actividad en este momento y queremos que la gente esté en lugar seguro. La situación está bajo control y nosotros, preparados para luchar, pero conviene recordar a todos que el objetivo de los rusos es cercar la ciudad».
El exboxeador repitió la agenda del lunes y se trasladó a visitar los lugares afectados por los últimos bombardeos. Tres escenarios, donde se registraron al menos cinco muertos. Uno de los objetivos fue una planta militar situada a solo tres kilómetros de la plaza de Maidán, cerca de la estación de metro de Lukianivska. Es el ataque más cercano al corazón de Kiev realizado por las fuerzas invasoras hasta el momento y una señal de que la operación avanza.
Klitschko, pertrechado con un chaleco antibalas con la bandera nacional y acompañado por dos guardaespaldas, aprovechó la fuerte presencia de medios internacionales para recordar que «no importa quién seas en suelo ucraniano ahora, si tienes una credencial de prensa o eres un niño o una niña, un adulto, un hombre o una mujer, o una persona mayor. Eres un objetivo de Rusia».
La alusión a la prensa se produjo en la misma jornada en la que la cadena Fox anunció el fallecimiento de su cámara Pierre Zakrzewski y de su productora local Oleksandra Kurshynova. En este mismo ataque, ocurrido a las puertas de Kiev, resultó también herido el periodista del canal estadounidense Benjamin Hall. El regidor hizo estas declaraciones mientras el cuerpo de bomberos se afanaba en sofocar las llamas en el edificio de 16 pisos alcanzado por un proyectil a primera hora de la mañana en el barrio de Akademmistechko. Una torre negruzca de cemento chamuscado recibía el agua a presión de unos bomberos que se elevaban al cielo gracias a unas enormes escaleras. Antes de abandonar la zona y regresar a su búnker secreto, insistió un día más en el mismo mensaje que lanza a Occidente cada vez que tiene un micrófono delante: «Envíen armas, porque estamos listos para luchar».
«Aquí les esperamos»
El paso de Klitschko fue fugaz. Los políticos pasan por estos lugares afectados por la guerra, se hacen la foto y se van. Los vecinos se quedan. Aleksei Stanchevski vive a solo unos metros de la torre afectada. «No hemos escuchado una gran explosión, pero lo que ha sido increíble es el hongo de humo que se ha elevado al cielo», recuerda cuando se le pregunta por lo sucedido.
Ha dejado su trabajo como editor de libros y ahora se dedica a informar sobre el conflicto bélico en diferentes plataformas sociales y forma parte de las milicias que patrullan el barrio cada noche. «Lo que vemos en Kiev es un intento de aterrorizar a los ciudadanos para que salgamos de aquí y dejemos la ciudad vacía, es una forma de terrorismo. La guerra no ha llegado aún a las calles de la capital, estos son solo avisos para que sepamos que está en camino. Aquí les esperamos, estamos unidos», asegura este joven de barba cerrada y ojos claros.
Las explosiones de fondo son cada vez más intensas. En el portal principal hay dos bolsas de plástico negras. Dos cadáveres. La Policía custodia los cuerpos frente a dos grandes camiones rojos a los que acuden a tomarse un respiro los bomberos. Dimitri sigue la escena en cuerpo presente, pero su cabeza no está aquí; se ha quedado dentro del noveno piso en el que nació hace 35 años y que ahora es ceniza. «En cuanto he sentido el temblor de la explosión he volado escaleras abajo. Eran las cinco de la mañana y estábamos en la cama. Gracias a Dios, los servicios de rescate han podido ayudar a salir un poco más tarde a mis padres y a mi gato», comentaba, con una pequeña jaula en la mano. Allí estaba aterrorizado Mysha, un gatito negro de quince años. «Voy a llevar a los tres a un piso de la familia en otro barrio y yo me voy directo a alistarme con el Ejército. Antes tenía dudas, pero ahora solo quiero ir a pelear contra los rusos», afirmaba decidido.
Entre los vecinos y servicios de rescate no se ponen de acuerdo sobre la causa del incendio. Puede ser fuego amigo, puede ser el resultado del impacto de un misil ruso neutralizado por la defensa anti aérea. Lo único seguro son los muertos, las decenas de familias obligadas a desplazarse y la destrucción. Cuando los combates se desarrollan con una ciudad de cuatro millones de habitantes por medio, puede ocurrir de todo.
«Putin viene a por nosotros»
El segundo distrito afectado por el combate es Podil, mucho más próximo al centro. Es una zona de colegios, campos de fútbol y parques infantiles. Allí se repite la imagen de desolación y trabajo colectivo. Los kievitas no pierden un segundo en lamerse las heridas. En cuanto bomberos y rescatadores terminan su trabajo, se ponen manos a la obra para limpiar escombros y cristales de las calles e intentar devolver la vida a los pisos en condición habitable.
Mikhailova Larysa Petrivna se reparte junto a los vecinos pedazos de una gran lona con la que quieren tapar las ventanas. Con la explosión, han perdido los cristales. Tiene 72 años, trabajó toda su vida como cocinera y su objetivo único ahora es hacer una reparación de urgencia en el apartamento para seguir allí. Vive en el décimo piso. Retira los cristales del parqué de madera, limpia la sangre y besa de vez en cuando la cruz de oro que cuelga de su cadena. «Estábamos preparados para una cosa así. Putin ya lo hizo en Járkov, Sumy, Melitopol, Mariúpol. Yo sufría mucho cuando lo veía por televisión y ahora nos ha tocado. Viene a por nosotros, es nuestro turno. Espero que nuestros soldados nos protejan», apuntaba con resignación, pero sin miedo.
De todos los mensajes que ha enviado el presidente Volodímir Zelenski en los últimos días, a Larysa se le quedó grabado el del lunes por la tarde, cuando anunció un plan de ayudas para quienes sufrieran daños en sus propiedades. «Espero que el Estado nos ayude, porque ahora podemos intentar apañarnos con plásticos en las ventanas, pero también han volados las puertas y hay problemas en la estructura del edificio, necesitaremos ayuda», precisaba sin dejar de pasar la escoba. Personas como ella forman el ejército anónimo de kievitas que se resisten a abandonar la ciudad y ahora afrontan un toque de queda de 35 horas con la enorme incertidumbre de no saber cuándo empezará la gran ofensiva de Rusia. A Larysa ya le han mirado de frente los ojos de la guerra.