Roman Wcislo: «Acogeremos a 54 refugiados ucranianos en el albergue de peregrinos del Monte do Gozo»
INTERNACIONAL
El inicio de la guerra sorprendió al párroco polaco de San Marcos (Santiago) visitando a sus padres en Rzeszow, a 100 kilómetros de la frontera con Ucrania
23 mar 2022 . Actualizado a las 16:30 h.Roman Wcislo es el párroco de San Marcos, en Santiago. Hace tres décadas que cambió su Galitzia natal, en Polonia, por la comunidad donde concluye el camino jacobeo, adonde llegó tras su ordenación sacerdotal como misionero de Nuestra Señora de La Saleta. Sus padres siguen viviendo en Rzeszow, a un centenar de kilómetros de la frontera con Ucrania. Allí los estaba visitando hace un mes, cuando Rusia comenzó la guerra: «Me impactó todo aquello, lo que pude ver en aquellos días. Empezaron a llegar a mi ciudad refugiados, en su mayoría mujeres con niños. La estación de tren se llenó de gente, durmiendo todos donde podían para seguir adelante; la estación de Cracovia también estaba repleta; los hoteles de mi ciudad se llenaron de ucranianos ... Sentí la necesidad de ayudar, de hacer algo» por quienes escapaban de los bombardeos.
Así que al regreso a Galicia, vio clara clara cuál podría ser una forma de contribuir, al pensar en la posibilidad de cambiar el uso del albergue del Centro Europeo de Peregrinaciones Juan Pablo II, en el Monte do Gozo, para convertirlo en una casa de acogida para refugiados ucranianos. Así se daría una utilidad práctica a las habitaciones cerradas, puesto que la previsión era abrir a los peregrinos tras la Semana Santa. Wcislo trasladó su idea al arzobispo de Santiago, Julián Barrio, que la autorizó y apoyó desde el primer momento, y lo puso además en contacto con Cáritas Diocesana, que colabora en el proyecto. De modo que el albergue ya no acogerá peregrinos en su reapertura, sino que desde la próxima semana será el hogar de 54 personas procedentes de Ucrania: «Como está, nos vale. No hay tiempo para obras», explica el sacerdote.
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Porque todo debe estar a punto para la llegada del primer contingente, prevista para el miércoles día 30, y ya hay voluntarios que se afanan en ello, limpiándolo todo y preparando las habitaciones: entre estas personas está Asmik, una refugiada ucraniana que llegó hace dos semanas en el autobús fletado por el Concello de Lalín, y que trabaja de esa forma en la ayuda a otros compatriotas que se desplazarán a Galicia. Asmik vive ahora en Santiago, acogida por Janina Siwiec. Esta mujer, trabajadora en el centro de peregrinaciones y a quien el estallido de la guerra sorprendió también en su Polonia natal, organizó tanto el grupo llegado a la capital dezana como el que viajará a Santiago: mañana viernes prevé volar a Polonia para acompañar a los refugiados en el autobús que partirá de Rzeszow el próximo lunes, para hacer con ellos los más de 3.000 kilómetros hasta el final del Camino.
El padre Roman señala que la casa de acogida no se limitará a cobijar a las personas ucranianas que lleguen hasta allí: «Tenemos ya voluntarios para darles cursos de español, y también contamos con psicólogos voluntarios. Estamos pensando en darles una atención completa, no solo techo y comida, sino también alguna salida para que puedan empezar aquí» una nueva vida. El Banco de Alimentos compostelano colaborará para poder servir las comidas a los refugiados, en unas instalaciones que cuentan con restaurante y comedor anexos, así como salas de reuniones donde tendrán espacio para realizar actividades.
Entre quienes colaboran, destaca Wcislo, figuran también voluntarios de nacionalidad rusa: son un matrimonio y un hombre afincados en Santiago. Es una ayuda que no entiende de fronteras, en un tiempo en que toda colaboración es necesaria: quienes quieran contribuir al proyecto pueden sumarse escribiendo a ceperegrinacion@alfaexpress.net. «Disponemos de algo de ropa, de productos sanitarios, de pañales para niños ... Cuando llegue el grupo, sabremos en concreto qué es lo más necesario. Ayuda siempre hace falta, porque esto es un saco sin fondo», comenta el sacerdote. Será en el Monte do Gozo, donde tendrán su casa unos ucranianos a los que la guerra convirtió, sin pretenderlo, en peregrinos a Santiago desde el otro extremo del continente.