Ayer recibí la noticia que una universidad española de cuyo nombre no quiero acordarme había aprobado una instrucción contra la difusión de rusofobia entre estudiantes. Traduzco el documento porque lo conseguí en el canal Telegram ruso: «Los representantes de la universidad han decidido que lucharán contra la rusofobia (los estudiantes deben informar a las autoridades universitarias sobre sus manifestaciones). Además, la universidad se compromete a pagar a los estudiantes rusos y bielorrusos si estos últimos no disponen de recursos materiales para seguir sus estudios». El documento fue publicado en el momento en el que se descubrieron las masacres y los saqueos en la región de Kiev. La primera reacción de los profesores de español en Ucrania fue indignación y choque emocional.
Como administrador universitario puedo explicar (no comprender) las razones de esta medida, tomada no solamente por esta, sino por otras universidades de España. Sin embargo, quiero llamar la atención a un punto débil del documento: la instrucción no contiene la definición de rusofobia. Dudo que los tribunales que se ocuparán de los conflictos entre estudiantes sepan el significado de este concepto tóxico. Por esto quiero contribuir a la resolución burocrática de las posibles disputas entre el alumnado y el profesorado y proponer mi explicación de rusofobia.
Rusofobia es el odio patológico a todo lo ruso. Es la visión de los rusos como un estancamiento antropológico de la humanidad, como seres inhumanos, brutos con maneras de salvajes. Debemos reconocer que Vladimir Putin, su pueblo y, sobre todo, su Ejército han hecho todo lo posible para que esta imagen se forje en la conciencia colectiva global. Como respuesta, la propaganda putinista afirma que la representación de los rusos como bárbaros es producto de los medios occidentales o que los rastros de cadáveres de los civiles son simulacros u obra de los propios ucranianos.
Es sorprendente que a pesar de los crímenes militares horrorosos cometidos en Ucrania no exista rusofobia. Las explicaciones de este hecho peculiar son obvias y permanecen en la superficie. Primero, las víctimas de Putin son numerosos rusos que viven en Ucrania y gente desdichada cuya lengua materna es el ruso. Segundo, el porcentaje de rusohablantes y rusos de Rusia en nuestro Ejército es bastante alto. Sabemos distinguir bien entre el homo putinikus que habla ruso y los rusos con cultura, conciencia y pensamiento crítico que reconocen que su presidente eterno es un criminal de guerra. Son pocos, quizás, demasiado poco, pero son visibles porque salen a protestas y siguen luchando.
El concepto de la rusofobia en las universidades españolas se comprende de otro modo: es un tabú sobre los temas de la guerra en la comunicación entre estudiantes y profesores. Sin duda alguna, cualquier comentario crítico sobre la barbaridad del Ejército ruso (incluso la palabra misma «barbaridad») puede ser interpretado como manifestación de rusofobia. Esto llevará al resultado previsible: las cuestiones incómodas sobre responsabilidad de la Rusia de Putin por el exterminio de los ucranianos serán calladas. Es lo que quiere Putin. Y, por desgracia, lo consigue.
Anteriores entregas
6 de abril Sigo recibiendo cartas
5 de abril El genocidio y la cultura rusa
4 de abril El destino de una familia hispano-ucraniana
3 de abril: Esperando la ofensiva rusa sobre el Dombás
2 de abril: Proyección interrumpida de películas
1 de abril: Oda al teléfono celular
31 de marzo: Llorad y rezad por Petro
30 de marzo: Cómo derrotar al enemigo muy rápido y con pocas bajas
29 de marzo: El 28 de marzo
28 de marzo: ¿Podemos repetir?
27 de marzo: Un primer balance de los 30 días de la invasión rusa
26 de marzo: Humor en la guerra
25 de marzo: Educación sentimental
24 de marzo: Una pregunta maldita
23 de marzo: Nuevos bombardeos en la ciudad de san Nicolás
22 de marzo: Las familias rotas que deja el conflicto
21 de marzo: Imbuidos del espíritu quijotesco
20 de marzo: La carta de mi estudiante
18 de marzo: Pensando en mi universidad
17 de marzo: Así intentaron silenciarme con porno ruso
15 de marzo: Golpea a los tuyos para que otros se asusten
14 de marzo: El domingo siempre es domingo
13 de marzo: Día 15. ¿Debe cerrar el Instituto Cervantes de Moscú?
12 de marzo: El papel de los hispanistas de Ucrania en la guerra con Rusia
11 de marzo: Mi encuentro en Leópolis con el periodista de La Voz de Galicia
10 de marzo: Nos hicimos refugiados
8 de marzo: Las últimas horas en la ciudad de san Nicolás
7 de marzo: Protegidos por san Nicolás
6 de marzo: La ciudad de san Nicolás
5 de marzo: Ucrania: dos referencias literarias
4 de marzo: Por qué ha fracasado la guerra relámpago
3 de marzo: Ucrania resiste y vive
2 de marzo: Mis peores temores
1 de marzo: El columpio de esperanzas y temores
28 de febrero: Tanques en Mykolaiv
27 de febrero: Rezad por Kiev
24 de febrero: «¡Feliz cumple, profesor!» (Sé que puede ser el último de mi vida)