Mi primer encuentro con Galicia ocurrió gracias a mis estudios literarios. Desde mis años universitarios me quedé fascinado por los autores gallegos que escribían en castellano: Ramón del Valle-Inclán, Emilia Pardo Bazán, Camilo José Cela. La novela Mazurca para dos muertos, de este último, influyó en la formación de mi primera imagen de Galicia —de la tierra trágica donde llueve mucho y donde suena el acordeón—. Un poco más tarde, llegó el tiempo de descubrir a los autores que escribían su obra en gallego: Rosalía de Castro, Eduardo Pondal, Castelao, Alfredo Conde… En la novela O lapis do carpinteiro, de Manuel Rivas, leí una historia impresionante sobre acordeones gallegos: la leyenda sobre dos hermanas —la Vida y la Muerte— nos habla del barco cargado de acordeones que se hundió en una tempestad marítima. Los acordeones sobrevivieron porque el mar los llevó hacia las playas, donde sonaron toda la noche con melodías tristes.
Cuando empecé a viajar a España, siempre tenía muchas ganas de ver la patria de escritores tan virtuosos y de escuchar el acordeón gallego, y, por supuesto, la gaita y el tambor. Un día, viajando en coche con mi amigo desde Salamanca a Oporto, inesperadamente comprendí cuándo debía ir a Galicia. La cosa es que mi esposa y yo nos casamos el 25 de julio, el Día de Santiago, Día de Galicia, Día da Patria Gallega. ¡Qué coincidencia tan simbólica! —exclamé, más emocionado que nunca—. «¡Ahora sé dónde vamos a celebrar nuestras bodas de plata! Por supuesto, en Santiago de Compostela. La hora de conocer Galicia ha llegado».
Esta conversación ocurrió hace diez años, y desde aquel momento he viajado por toda Europa y he visto maravillas, pero nunca olvidaré lo que se abrió ante nuestros ojos el 24 de julio en la praza do Obradoiro. La Catedral, esta joya de la arquitectura barroca, que de día aturde por la abundancia decorativa, en la oscuridad floreció con flores que habían salido de las páginas de manuscritos medievales. De sus ventanas salían mariposas. El dragón enorme disparaba fuego al público asustado. En un momento, las luces se apagaron y la música se calló. Oímos un ruido tremendo, como si la Catedral se hubiera roto en pedazos desapareciendo bajo la tierra. Al pasar un rato de silencio, el nuevo edificio empezó a crecer desde las ruinas. Los elementos arquitectónicos giraban alrededor de sus ejes, crecían hacia arriba y finalmente se unieron en forma de la Catedral resucitada. El 25 por la mañana, asistimos a las ceremonias festivas en el casco antiguo y oímos el acordeón, la gaita y el tambor.
La guerra me ha traído mi tercer encuentro con Galicia. Me refiero a las manifestaciones de solidaridad que me están llegando, a las entrevistas de la radio y la televisión y a este diario que estoy escribiendo ahora. Es algo absolutamente inesperado, una nueva dimensión en mi vida que me ha abierto Galicia. Estoy profundamente agradecido por todo esto.
Anteriores entregas
12 de mayo Un congreso cultural pospuesto
11 de mayo El desfile de Putin y el esturión podrido
9 de mayo Gregorio Skovorodá
8 de mayo Regalos para la fiesta
7 de mayo La guerra patriótica de Ucrania
4 de mayo Ucrania celebrará el 8 de mayo el Día de la Victoria
3 de mayo Historia del día de la victoria
1 de mayo Anabel
30 abril La resurrección de Ucrania
29 de abril Otra vez sobre el Instituto Cervantes en Moscú
28 de abril Escaparse de la zona ocupada
27 de abril El «Guernica» de Picasso
26 de abril La resistencia al invasor, en los memes de la Pascua ortodoxa
24 de abril El Día del Libro
23 de abril La tragedia del sur de Ucrania
22 de abril El Jueves Limpio
21 de abril Una parábola sobre las burbujas
20 de abril El Martes Grande en Ucrania
19 de abril La Pascua de Resurrección y el Domingo de Palma en Leópolis
18 de abril Las noticias de Mykolaiv
15 de abril Las diosas enfurecidas
13 de abril Hobbit y Gandalf
12 de abril La primavera
11 de abril La batalla por el «borsch»
10 abril Mi facultad en la guerra
9 de abril Folclore de la guerra
8 de abril El escándalo de una traducción
7 de abril ¿Qué es la rusofobia?
6 de abril Sigo recibiendo cartas
5 de abril El genocidio y la cultura rusa
4 de abril El destino de una familia hispano-ucraniana
3 de abril: Esperando la ofensiva rusa sobre el Dombás
2 de abril: Proyección interrumpida de películas
1 de abril: Oda al teléfono celular
31 de marzo: Llorad y rezad por Petro
30 de marzo: Cómo derrotar al enemigo muy rápido y con pocas bajas
29 de marzo: El 28 de marzo
28 de marzo: ¿Podemos repetir?
27 de marzo: Un primer balance de los 30 días de la invasión rusa
26 de marzo: Humor en la guerra
25 de marzo: Educación sentimental
24 de marzo: Una pregunta maldita
23 de marzo: Nuevos bombardeos en la ciudad de san Nicolás
22 de marzo: Las familias rotas que deja el conflicto
21 de marzo: Imbuidos del espíritu quijotesco
20 de marzo: La carta de mi estudiante
18 de marzo: Pensando en mi universidad
17 de marzo: Así intentaron silenciarme con porno ruso
15 de marzo: Golpea a los tuyos para que otros se asusten
14 de marzo: El domingo siempre es domingo
13 de marzo: Día 15. ¿Debe cerrar el Instituto Cervantes de Moscú?
12 de marzo: El papel de los hispanistas de Ucrania en la guerra con Rusia
11 de marzo: Mi encuentro en Leópolis con el periodista de La Voz de Galicia
10 de marzo: Nos hicimos refugiados
8 de marzo: Las últimas horas en la ciudad de san Nicolás
7 de marzo: Protegidos por san Nicolás
6 de marzo: La ciudad de san Nicolás
5 de marzo: Ucrania: dos referencias literarias
4 de marzo: Por qué ha fracasado la guerra relámpago
3 de marzo: Ucrania resiste y vive
2 de marzo: Mis peores temores
1 de marzo: El columpio de esperanzas y temores
28 de febrero: Tanques en Mykolaiv
27 de febrero: Rezad por Kiev
24 de febrero: «¡Feliz cumple, profesor!» (Sé que puede ser el último de mi vida)