La nostalgia ocupa un lugar importante en mis meditaciones. La razón más inmediata de este interés es el amor de mi vida: la literatura española, la más nostálgica del mundo. Sin embargo, hasta ahora no he sentido nostalgia por alguien o algo concreto: ni por mi niñez, ni por mis padres fallecidos, mi por Rusia, mi primera patria maldita. Solía decirme: «Lo que ha sucedido nunca volverá» y añadía: «¡Think about tomorrow! (¡Piensa en el futuro!)». Probablemente, temía convertirme, mirando atrás, en la bíblica columna de sal, aunque mi pasado era feliz y no tenía nada que ver con «las ciudades malvadas». Ahora la nostalgia me persigue. Intentaré analizar este estado de ánimo, bien conocido por otros seres humanos y novedoso para mí.
Quiero recordar que la palabra «nostalgia» proviene del griego clásico «regreso», y «dolor», y fue acuñada por los médicos a finales del siglo XVII, para describir la sensación de añoranza por la casa que sentían los soldados. Yo no soy soldado, soy refugiado, pero mi nostalgia también se provoca por la imposibilidad de satisfacer mi deseo regresar a mi hogar.
Por mi hogar yo comprendo mi universidad. La imposibilidad de regresar se explica por la situación en los campos de batallas en el sur. Afortunadamente, el acueducto ha sido restaurado y Mykolaiv dispone de agua. Sin embargo, los bombardeos siguen porque los orcos se encuentran a unos cincuenta-sesenta kilómetros y sus sistemas lanzafuegos alcanzan la ciudad. Además, se mantiene la amenaza de la ofensiva rusa. La perspectiva de que Jersón sea liberada bastante rápido se está alejando día a día: la llegada de las armas que necesita el Ejército ucraniano está paralizada por los juegos políticos y es lenta, mientras tanto, nuevas reservas rusas entran en combate. En estas condiciones la guerra durará una eternidad.
Es muy fácil imaginarse qué está pasando con mi universidad. Está muriéndose. No espero que haya muchos interesados en entrar en una universidad bajo las bombas. Los estudiantes que todavía están con nosotros buscarán suerte en el extranjero o en las regiones ucranianas menos peligrosas. Como resultado, sin alumnos tendremos que reducir a profesores y cerrar la universidad. Es una opción. La alternativa podría ser la reducción del número de las universidades en Ucrania. Ya hemos escuchado propuestas de este tipo. Ahora tenemos cuatro universidades grandes en la ciudad, y después de la optimización sobrevivirá una.
Para mí la universidad es como un hombre. Me duele observar la agonía de cualquier universidad, pero la destrucción de la universidad, que tus colegas y tú habéis construido, es insoportable. La guerra con Rusia ya se ha hecho interminable. En su fuego arden vidas humanas, empresas, escuelas, bibliotecas, hospitales, esperanzas, memorias, planes, tiempos pasados, presentes y futuros. Este fuego quemará mi universidad. Es cierto. Es el fondo de la nostalgia que me está mordiendo como un perro loco.
Trato de levantar mi ánimo diciendo: «¡Think about tomorrow!». ¡Cuán difícil es hacerlo cuando el mañana de tu universidad es efímero.
Anteriores entregas
14 de mayo Los desastres de la guerra (versión siglo XXI)
13 de mayo Mi Galicia
12 de mayo Un congreso cultural pospuesto
11 de mayo El desfile de Putin y el esturión podrido
9 de mayo Gregorio Skovorodá
8 de mayo Regalos para la fiesta
7 de mayo La guerra patriótica de Ucrania
4 de mayo Ucrania celebrará el 8 de mayo el Día de la Victoria
3 de mayo Historia del día de la victoria
1 de mayo Anabel
30 abril La resurrección de Ucrania
29 de abril Otra vez sobre el Instituto Cervantes en Moscú
28 de abril Escaparse de la zona ocupada
27 de abril El «Guernica» de Picasso
26 de abril La resistencia al invasor, en los memes de la Pascua ortodoxa
24 de abril El Día del Libro
23 de abril La tragedia del sur de Ucrania
22 de abril El Jueves Limpio
21 de abril Una parábola sobre las burbujas
20 de abril El Martes Grande en Ucrania
19 de abril La Pascua de Resurrección y el Domingo de Palma en Leópolis
18 de abril Las noticias de Mykolaiv
15 de abril Las diosas enfurecidas
13 de abril Hobbit y Gandalf
12 de abril La primavera
11 de abril La batalla por el «borsch»
10 abril Mi facultad en la guerra
9 de abril Folclore de la guerra
8 de abril El escándalo de una traducción
7 de abril ¿Qué es la rusofobia?
6 de abril Sigo recibiendo cartas
5 de abril El genocidio y la cultura rusa
4 de abril El destino de una familia hispano-ucraniana
3 de abril: Esperando la ofensiva rusa sobre el Dombás
2 de abril: Proyección interrumpida de películas
1 de abril: Oda al teléfono celular
31 de marzo: Llorad y rezad por Petro
30 de marzo: Cómo derrotar al enemigo muy rápido y con pocas bajas
29 de marzo: El 28 de marzo
28 de marzo: ¿Podemos repetir?
27 de marzo: Un primer balance de los 30 días de la invasión rusa
26 de marzo: Humor en la guerra
25 de marzo: Educación sentimental
24 de marzo: Una pregunta maldita
23 de marzo: Nuevos bombardeos en la ciudad de san Nicolás
22 de marzo: Las familias rotas que deja el conflicto
21 de marzo: Imbuidos del espíritu quijotesco
20 de marzo: La carta de mi estudiante
18 de marzo: Pensando en mi universidad
17 de marzo: Así intentaron silenciarme con porno ruso
15 de marzo: Golpea a los tuyos para que otros se asusten
14 de marzo: El domingo siempre es domingo
13 de marzo: Día 15. ¿Debe cerrar el Instituto Cervantes de Moscú?
12 de marzo: El papel de los hispanistas de Ucrania en la guerra con Rusia
11 de marzo: Mi encuentro en Leópolis con el periodista de La Voz de Galicia
10 de marzo: Nos hicimos refugiados
8 de marzo: Las últimas horas en la ciudad de san Nicolás
7 de marzo: Protegidos por san Nicolás
6 de marzo: La ciudad de san Nicolás
5 de marzo: Ucrania: dos referencias literarias
4 de marzo: Por qué ha fracasado la guerra relámpago
3 de marzo: Ucrania resiste y vive
2 de marzo: Mis peores temores
1 de marzo: El columpio de esperanzas y temores
28 de febrero: Tanques en Mykolaiv
27 de febrero: Rezad por Kiev
24 de febrero: «¡Feliz cumple, profesor!» (Sé que puede ser el último de mi vida)