Informar bajo la mirada de tu asesino talibán

Mikel Ayestaran KABUL / ENVIADO ESPECIAL COLPISA

INTERNACIONAL

Lema Spasli, locutora del canal privado 1 TV en Kabul, con sus rostros cubiertos para cumplir con el mandato de los talibanes.
Lema Spasli, locutora del canal privado 1 TV en Kabul, con sus rostros cubiertos para cumplir con el mandato de los talibanes. STRINGER

Tolo, el mayor canal afgano, coloca a mujeres en puestos clave como respuesta a las restricciones impuestas

15 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En la redacción de Tolo News la acción es constante de siete de la mañana a las once de la noche, las horas en las que las noticias no paran de fluir en la pantalla. El canal de información más importante de Afganistán, con oficinas en las 34 provincias, se adapta al trabajo bajo el Emirato talibán, pero «manteniendo muy claras nuestras dos líneas rojas: no mentir y no emitir propaganda talibán. El día que nos obliguen a hacerlo desapareceremos de antena porque nosotros seguimos informando con este gobierno, contamos hechos», asegura Hekmat Safi, adjunto a la dirección de esta televisión privada que pertenece al Grupo Moby. Cuando los islamistas recuperaron el poder pocos pensaban que Tolo sobreviviría, pero un año después no han perdido un día de emisión.

El cuartel general de Kabul está blindado por muros de cemento y hay que superar dos controles para llegar a la redacción, escondida en un edificio con las ventanas tapadas. Todo a prueba de bomba, de los ataques de los que fue objeto por parte de los mismos talibanes que ahora gobiernan. En el 2016, Tolo sufrió la pérdida de seis empleados en el atentado de un suicida contra el autobús que les transportaba al trabajo.

«El Ministerio de Información impone unas directrices muy vagas, como que no se puede emitir propaganda del Estado Islámico (EI) o contenidos que atenten contra la seguridad nacional, lo mismo que ocurría antes, pero no hay nada concreto, no nos dan órdenes precisas. Buscan que nos autocensuremos», apunta Safi, que llegó al canal tras el cambio de régimen, como la mayoría de los actuales empleados. Una cosa que está prohibida es la cobertura de ataques y explosiones y por eso, tras la operación de Estados Unidos contra Ayman al Zawahiri, ocurrida a pocos metros de la redacción, no pudieron sacar las cámaras.

Otras restricciones a los medios llegan desde el Ministerio de Propagación de la Virtud y Prevención del Vicio, que ha prohibido la emisión de series de ficción, un golpe directo a los canales del Grupo Moby orientados al entretenimiento. En marzo pasado, los talibanes detuvieron a tres empleados por informar de esta prohibición y pasaron 24 horas en el calabozo. La plantilla está compuesta por noventa trabajadores, de los que veinticinco son mujeres. Llama la atención la juventud del personal y la presencia de mujeres en puestos claves, «una decisión de la dirección para responder a las constantes restricciones que les imponen los talibanes en todos los aspectos de la vida, también en el periodismo», informa Safi.

Sonia Niazi, de 22 años, es la encargada de dar el resumen informativo cada hora. Pocos minutos antes de su turno, se coloca bien el velo y la mascarilla antes de salir ante la cámara, no es por el coronavirus, es porque los islamistas obligan a las periodistas a seguir cubriéndose el rostro con máscaras. Lleva cuatro meses en Tolo y para ella «antes era un placer venir a trabajar, pero ahora con la máscara es un martirio. Sueño con el día que pueda dar la noticia de que Afganistán vuelve a ser como con el Gobierno anterior, que volvamos a tener libertad de educación y expresión para las mujeres. Esa noticia la daré sin mascarilla».

«Cansada de palabras»

Cuando finaliza el boletín sale del plató y lo primero que hace es mostrar su cara y sonreír. Nadie sabe lo que puede durar esta situación o cuáles serán las próximas medidas de las autoridades, pero Niazi se muestra «cansada de las palabras de apoyo y compasión de la comunidad internacional, es hora de los actos, de que alguien haga algo para terminar con esta situación. Sobran las palabras».

Niazi es la encargada de informar, en la mesa de control está Aisha Sharifi y en la redacción Madina Morwat es la responsable de seleccionar los temas. Trabaja como periodista desde hace seis años y afirma que «nunca como ahora hemos tenido tantos problemas para acceder a la información». Combina el trabajo en la oficina con el reporterismo, que es su auténtica pasión, y advierte que «pese a todas las dificultades vamos a seguir, yo me hice periodista para poner voz a las mujeres afganas, siempre tan reprimidas, y no pienso dejarlo».