El genocidio de los rohinyás sigue impune cinco años después de su exilio en Bangladés

Iñigo Fernández de Luico / Colpisa

INTERNACIONAL

Refugiados en Bangladés manifestándose para exigir el retorno a su región de origen
Refugiados en Bangladés manifestándose para exigir el retorno a su región de origen MONIRUL ALAM | EFE

Miles de refugiados se manifiestan para exigir el retorno seguro a Birmania mientras la investigación del Tribunal Penal de La Haya se dilata

26 ago 2022 . Actualizado a las 11:56 h.

Miles de refugiados rohinyá conmemoraron este jueves el Día del Recuerdo del Genocidio. En el 2017 esta minoría musulmana sufrió una brutal campaña de represión a manos del Ejército de Myanmar, antigua Birmania, después de una serie de acciones armadas cometidas por el grupo terrorista rohinyá ARSA. Los militares «llevaron a cabo ejecuciones sumarias, violaciones masivas, la destrucción sistemática de viviendas y otras atrocidades de gravedad y magnitud similares a genocidios acontecidos en otros contextos», según documentó la ONU en el 2018.

A consecuencia de la violencia extrema, 740.000 personas huyeron a la vecina Bangladés, donde viven en campamentos en unas condiciones insalubres. Cinco años después, su situación continúa sin visos de mejorar, especialmente desde que en febrero del 2021 ascendió al poder tras un golpe de Estado la misma cúpula militar que llevó a cabo lo que la Corte Internacional de Justicia de La Haya investiga como genocidio.

La denuncia llegó por iniciativa de Gambia. El pequeño país de África occidental considera que Myanmar violó la Convención de la ONU para la prevención y represión de genocidio. Entre los crímenes cometidos estarían «el asesinato de miembros de la comunidad» rohinyá y la «sumisión intencional de la comunidad a condiciones de vida que impliquen su destrucción física total o parcial».

Por todo ello, miles de refugiados en Bangladés se manifestaron este jueves con carteles, pancartas y gritando consignas para exigir el retorno seguro a su región de origen, Rakhine, en el oeste de Myanmar. «Todo lo que queremos es una regreso digno a nuestra tierra», relató a la agencia Reuters Sayed Ullah, uno de los dirigentes comunitarios en los campamentos.

Allí las condiciones son extremas. Según Médicos Sin Fronteras, el acceso que los rohinyás tienen a la atención médica especializada es «extremadamente limitada». Las tasas de diarrea e infecciones de piel son altas. «Varias generaciones podrán verse afectadas si fracasamos en nuestra obligación de proteger a los rohinyás, sus derechos fundamentales y su dignidad», declaró este jueves Noeleen Heyzer, enviada espacial de la ONU a Birmania.

La situación no es más sencilla para los que decidieron no huir del horror. Unos 600.000 rohinyás se quedaron en Myanmar, donde están considerados extranjeros y tienen limitados sus derechos, como el acceso a la sanidad o la educación. Tampoco pueden moverse libremente. Un trato que la oenegé Humans Right Watch compara con un «apartheid».