Colas de hasta 30 horas de espera para visitar la capilla ardiente de Isabel II
INTERNACIONAL
La familia real en pleno encabezó el cortejo fúnebre hasta Westminster
15 sep 2022 . Actualizado a las 19:43 h.Los primeros rayos del sol aún no habían salido y Cheryl Thomas, una jubilada de 75 años vecina de Berkshire (a 83 kilómetros de Londres), ya había conseguido situarse en una lugar privilegiado, cerca del palacio de Buckingham, para ver la procesión militar que trasladó este miércoles el féretro de Isabel II desde la residencia real hasta el palacio de Westminster, sede del Parlamento, donde se instaló la capilla ardiente. «Ha sido muy emotivo para mí, estuve en su coronación [en 1953]; la reina ha sido parte de mi vida y siempre he considerado que fue una fuerza positiva para el país», confesaba.
Como Cheryl, cientos de miles de londinenses más se echaron a las calles desde primera hora para presenciar el último viaje de la soberana desde Buckingham.
Detrás del armón de artillería que transportaba el ataúd, cubierto con el estandarte real y con la corona imperial encima, iban a pie el rey Carlos III, sus tres hermanos (Ana, Andrés y Eduardo) y detrás de ellos los príncipes Guillermo y Enrique. Todos con uniforme militar, excepto el duque de Sussex, que vestía de civil —perdió sus tres títulos militares honorarios cuando él y su esposa, Meghan Markle, renunciaron a sus privilegios reales en marzo del 2020—, aunque si lucía en su solapa cuatro medallas, una concedida por su servicio activo en Afganistán.
Custodiado a ambos lados por el Primer Batallón de los Guardias Granaderos —con sus uniformes rojos y gorros de piel de oso— y al ritmo de las marchas funerarias de Beethoven, Mendelssohn y de Chopin, el cortejo recorrió los tres kilómetros que separan a Buckingham de Westminster en casi 40 minutos. El silencio solo quedó roto por las campanadas del Big Ben y los cañonazos disparados desde Hyde Park —que sonaron cada uno de esos 40 minutos—, los aplausos y los gritos de «¡Dios salve al rey!». Una vez en el Parlamento, el ataúd fue colocado en un catafalco, construido en el centro del salón, el más antiguo del recinto; y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el deán de la abadía de Westminster, John Hall, concelebraron una breve ceremonia litúrgica.
Filas al borde del Támesis
Mientras una multitud presenciaba el cortejo fúnebre, en la orilla sur del río Támesis miles de personas, de todas las edades, condiciones sociales y creencias religiosas, comenzaban a formar una larga fila para poder visitar la capilla ardiente, que permanecerá abierta hasta las 6.30 horas del próximo lunes, día del funeral.
La cola para dar el último adiós a Isabel II podría extenderse unos 16 kilómetros y la espera podría alargarse «hasta 30 horas», según adelantó la ministra de Cultura británica, Michelle Donelan. Los primeros de la fila, que ya pasaron la noche del martes, no pudieron entrar en Westminster hasta pasadas las cinco de la tarde (un hora más en España), para dar tiempo a los miembros de la familia real a retirarse y permitir a los altos cargos —comenzando por la primera ministra Liz Truss y el líder de la oposición, Keir Starmer— presentar sus respetos a Isabel II.