Lula ante el desafío de recuperar la unidad de un país «en estado de guerra»

Héctor Estepa
Héctor Estepa RÍO DE JANEIRO / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Lula da Silva, presidente electo de Brasil, dirigiéndose a sus simpatizantes la noche del domingo tras conocer su victoria en las urnas
Lula da Silva, presidente electo de Brasil, dirigiéndose a sus simpatizantes la noche del domingo tras conocer su victoria en las urnas Sebastiao Moreira | EFE

El líder progresista tendrá que restaurar las alianzas internacionales y luchar contra la pobreza con un Congreso de mayoría conservadora

31 oct 2022 . Actualizado a las 18:36 h.

Lula da Silva vuelve a la presidencia doce años después, pero encontrará un país muy distinto al que dejó en el 2010, tras salir del Gobierno con una imagen positiva para el 80 % y un crecimiento del PIB superior al 7 %. Brasil es hoy una nación profundamente dividida, «en estado de guerra», según el presidente electo y cuya economía apenas se ha expandido un 0,3 % de media anual en la última década. Los desafíos son de altura. 

unidad

Cerrar las brechas. Lula ganó las elecciones con apenas 1,8 puntos de diferencia con respecto a Jair Bolsonaro, que probablemente sobreviva a la derrota, tras haber convertido a su movimiento político en el más importante de Brasil, a rebufo del rechazo al Partido de los Trabajadores, todavía muy señalado por los escándalos de corrupción. El presidente electo deberá hacer gala de su experiencia para reconciliar al país, buscando el diálogo y acercándose a sectores como el de la agroindustria o las iglesias evangelistas que apoyaron el proyecto de su rival. Esos espacios se encuentran ahora ante su propia disyuntiva, porque la consecuencia de hacer oposición a Lula es perder la línea directa con el poder. El líder izquierdista se ha aliado con importantes políticos de centro y centroderecha. Nombrar a un consejo de ministros que refleje esa diversidad podría ayudar a cerrar la brecha que divide a la población. 

Gobernabilidad

Congreso fragmentado. Las legislativas del 2 de octubre arrojaron un Congreso muy fragmentado y con mayoría conservadora. Los partidos aliados del bolsonarismo juntan 190 de los 513 legisladores de la Cámara de Diputados, mientras que las formaciones progresistas solo suman 130. En medio, están formaciones de centroderecha y derecha a las que Lula se acercará pronto, destacando el centrão (centrón), un grupo de partidos, de mayoría centroderechista, que tienen una tradición de apoyar al poder a cambio de ministerios, altos cargos estatales y otras prebendas. Lula, un hábil estratega político, ya consiguió el apoyo de esos grupos en anteriores mandatos y podría volver a hacerlo, aunque las adhesiones no serán gratis, podrían limitar su acción de Gobierno y ser foco de posible corrupción, como ya ocurrió en el pasado.  

pobreza

Aplacar el hambre. Más de 33 millones de brasileños, un 15 % de la población, sufren insuficiencia alimentaria grave debido a la inflación. Lula ha prometido medidas de asistencia social para sacar a millones de personas de la pobreza, recordando que, cuando él dejó el Gobierno, el porcentaje de personas que no tenían acceso a los alimentos era del 4 %. 

Medio ambiente

Protección del Amazonas. La deforestación amazónica ha alcanzado niveles récord en los últimos lustros durante el Gobierno de Bolsonaro, que ha flexibilizado o aplicado con menos rigidez la legislación medioambiental. Lula ha propuesto a la comunidad internacional crear una «nueva gobernanza mundial» para enfrentarse al cambio climático en la que Brasil tenga un papel importante, apostando por especificar las normas del mercado mundial de carbono y por pedir a los países ricos que financien la protección del Amazonas. 

Política internacional

Restaurar alianzas. Lula se refirió en su discurso del domingo a la necesidad de restaurar las relaciones con EE.UU. y la Unión Europea, dañadas después de que Bolsonaro apoyase tácitamente la negativa del expresidente Donald Trump a reconocer su derrota en las urnas, y haya mantenido una posición equidistante con respecto a la guerra de Ucrania, llegando a reunirse con Vladimir Putin en Moscú días antes de la invasión rusa, y también por la flexibilización de la legislación medioambiental, criticada profundamente en Bruselas.