Kursk y ARA San Juan, las otras tragedias submarinas antes de la desaparición del Titan
INTERNACIONAL
La empresa propietaria del Titán, el sumergible al que se le perdió la pista el domingo cuando realizaba una inmersión para explorar los restos del Titanic, ha dado por muertos a sus cinco tripulantes. Tras un agónico dispositivo de búsqueda, la Guardia Costera de EE.UU. ha confirmado que los «escombros» hallados en la tarde de este jueves pertenecen al submarino. Un caso que trae a la memoria otros grandes desastres que forman parte de la historia
22 jun 2023 . Actualizado a las 18:13 h.La carrera agónica para dar con el submarino Titan, que desapareció el 18 de junio a 700 kilómetros de Terranova en una expedición turística a los restos del Titanic, ha devuelto a la actualidad otros dos sonados casos de tragedias bajo el océano. Como ha sucedido con el sumergible, cuyos «escombros» fueron hallados en la tarde del jueves por la Guardia Costera de EE.UU. y con sus cinco tripulantes ya dados por muertos, no tuvieron un final feliz.
En la memoria colectiva está el submarino Kursk. Era el 12 de agosto del 2000. El ejército ruso había decidido organizar durante ese mes de verano una serie de ejercicios navales, los más importantes en una década y una importante demostración de fuerza tras el final de la Unión Soviética.
El sumergible se encontraba de maniobras en el mar de Barents y todo marchaba sin problema. Y es que el K-141 Kursk era sobre el papel todo garantías. Una de esas grandes armas de guerra imposibles de hundir. Perteneciente a la clase Oscar, tenía 154 metros de eslora, nueve metros de calado, doble casco y llevaba a bordo 118 marinos. Era una de las joyas de la corona del ejército de Vladímir Putin, que estaba recién llegado al poder.
Después de una jornada de maniobras exitosas, llegó el segundo día de trabajo. El capitán ordenó que se disparasen dos torpedos y ahí comenzó la tragedia. Una fuga de peróxido de hidrógeno provocó dos detonaciones. En ese momento, se les pierde la pista. La primera explosión había afectado al puente de mando. Eso habría provocado que la nave, sin control, se hundiese. La segunda explosión, dos minutos después, destrozó el casco del sumergible. Fue de tal magnitud que quedó registrada en sismógrafos de EE.UU. y Alaska.
Moscú tardó horas en asumir que su imbatible arma de guerra había colapsado. No fueron conscientes de su desaparición en las primeras horas del desastre porque el sistema de emergencia no estaba habilitado. Eso sí, enseguida se asumió que no había supervivientes.
Cuando el rescate se puso en marcha, tardaron 16 horas en localizar la nave. Todas las opiniones de expertos internacionales apuntaron a que Rusia, con una actitud totalmente hermética, no estaba haciendo lo posible por rescatar a sus militares. El gobierno de Putin fue acusado de haber retrasado incluso las tareas de salvación. La polémica recorrió el mundo. Incluso un equipo de buzos de una empresa Noruega especializada en la materia no fue autorizado a bajar al Kursk hasta una semana después de las explosiones. En las jornadas anteriores, la marina rusa había intentado unirse a la escotilla del Kursk con dispositivos sumergibles sin éxito.
El hallazgo en el lecho marino fue demoledor. Los 118 marinos habían fallecido. El Kursk estaba inundado, pero lo que se descubrió fue que no todos los militares murieron por causa de las explosiones. Una nota hallada en el bolsillo de uno de los altos mandos explicaba que los supervivientes se habían movido a otros compartimentos de la nave tras las detonaciones. Buscaban la forma sobrevivir. No les quedaba oxígeno. «Aquí hay 23 personas», relataba el teniente Kolesnikov en la nota manuscrita que dejó en la nave. «Ninguno de nosotros puede llegar a la superficie», seguía contando en ese relato.
En otra nota, el mismo teniente contaba cómo seguían pasando las horas y el tiempo se les iba agotando. «Parece que no hay posibilidades». Y añadía un detalle importante: había otro grupo de militares que no estaban con su grupo. Se habían movido a otros compartimentos del Kursk que intentaba salir del submarino por sus propios medios.
Rusia realizó su propia investigación rodeada de silencio. El estudio concluyó que ese grupo de militares, que intentaba buscar oxígeno y salir del aparato, realizó una maniobra que provocó un incendio. Así fue cómo se consumió el poco aire respirable que les quedaba.
Para el resto del mundo, las conclusiones fueron otras: Putin no movió un dedo para rescatar a su propio Ejército y rechazó incluso la ayuda de otros gobiernos. Se concluyó que Rusia no tenía medios para proceder a realizar esas maniobras, que mintió en un momento en el que se aseguró que se había contactado con el submarino, que su fortaleza naval no era del calado que todo el mundo pensaba, que en el fondo del mar de Barents estaban trabajando cientos de marinos en unas prácticas innecesarias y que esos soldados no tenían preparación. El propio informe oficial ruso explica que la munición que provocó el desastre estaba defectuosa y que, cuando los militares intentaron cargar el torpedo aquel 12 de agosto del 2000, una fuga de peróxido de hidrógeno hizo que la carga explotara.
Los expertos concluyeron que los 23 marineros que sobrevivieron a las explosiones sobrevivieron más de seis horas entre los compartimentos 6 y 9 del Kursk. La prensa y los familiares de las víctimas pidieron durante meses la dimisión de Putin.
ARA San Juan, el submarino que desapareció un año
Más cercano en el tiempo es el caso del ARA San Juan. El submarino nuclear de la Armada argentina se hundió en el 2017 en el Atlántico Sur con 44 tripulantes en su interior. Una tragedia que terminó incluso en Consejo de Guerra.
El ARA San Juan desapareció el 15 de noviembre a las 7.19 de la mañana. A esa hora se comunicó por última vez con su base naval. La nave viajaba de Ushuaia hacia Mar de la Plata cuando se le perdió el rastro. El submarino había reportado un fuego en uno de los compartimentos, y los sistemas de registro notificaron una posible explosión. Se buscó a la tripulación durante dos semanas con la ayuda de más de una decena de países, pero no se encontró ni una sola pista del paradero del submarino. No fue hasta un año después, el 18 de noviembre del 2018, cuando se encontró el aparato. Fue Ocean Infinity, una empresa privada, quien completó la misión. Los restos de la nave se encontraban a la altura del golfo de San Jorge, muy cerca del punto en el que desapareció. La firma trabajó en el lecho marino durante más de dos meses antes de encontrar el submarino destrozado. Las autoridades argentinas reconocieron que no tenían miedos para abordar el rescate.
Las causas oficiales de lo sucedido al sumergible nuclear fue una implosión, pero el caso levantó una enorme polvareda durante años. Los familiares se desesperaron durante más de 12 meses de búsqueda, mientras que el presidente Mauricio Macri aseguraba que jamás les iban a abandonar. Las propias familias dieron la primera pista y el contexto: las víctimas del ARA San Juan les habían dicho en varias ocasiones que el submarino necesitaba una reparación para seguir navegando.
Seis altos mandos navales fueron procesados y el caso llegó incluso a un Consejo de Guerra que, tres años después, se concluyó con penas mínimas para la cúpula de la Armada argentina. Se les culpaba de no haber informado de forma correcta de Defensa sobre lo sucedido con el ARA San Juan.
La investigación determinó que la nave se había hundido tras una implosión causada por una entrada de agua en el snorkel que provocó un incendio en las baterías. Precisamente, una de las averías de la que habían dado parte los militares de la tripulación que fallecieron en el interior del ARA San Juan.