Serguéi Shoigú, un ministro incombustible gracias a su amistad con el presidente Putin

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

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El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú
El ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú RUSSIAN DEFENCE MINISTRY PRESS S | EFE

Sin servir un solo día en las filas de las Fuerzas Armadas, ostenta el grado de general del Ejército, el más alto del escalafón, por lo que sus detractores lo llaman el «general de cartón»

26 jun 2023 . Actualizado a las 17:47 h.

El titular de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, el más antiguo de los ministros del país es un gran amigo del jefe de Kremlin, Vladimir Putin, quien en varias ocasiones lo ha elegido como compañero de vacaciones, ampliamente publicitadas, y hasta ahora era poseedor de una aura de incombustible. Pero su falta de respuesta a la rebelión de los mercenarios del Grupo Wagner ha supuesto para Shoigú un golpe, sin duda más duro que los reveses del Ejército ruso en Ucrania, por los que él y la cúpula militar han sido duramente criticados desde los sectores ultrapatriotas.

Sin servir un solo día en la filas de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa, de 68 años, ingeniero constructor de profesión, ostenta el grado de general del Ejército, el más alto del escalafón ruso, por lo que sus detractores le llaman el «general de cartón».

Originario de la república de Tuvá, en el sur de Siberia, en la frontera con Mongolia, creció en el seno de la familia de un funcionario local del Partido Comunista de la Unión Soviética, del que también fue miembro y que se convirtió en el trampolín de su meteórica carrera.

En 1990, con 35 años, es trasladado a Moscú, donde asume la vicepresidencia del Comité Estatal de Arquitectura y Construcción de Rusia, pero es al año siguiente cuando es nombrado jefe del Cuerpo de Rescatistas de Rusia, el cargo que lo catapulta como una de las figuras más populares del país.

En medio del descalabro de la URSS, acompañado de inundaciones, incendios forestales y otros desastres, Shoigú acapara espacios en los medios y en 1994 su labor es premiada con la creación del Ministerio para Situaciones de Emergencia, del que fue titular hasta el 2012, cuando tras casi seis meses como gobernador de región de Moscú, fue nombrado al frente de Defensa.

Desde entonces, la cercanía de Putin y Shoigú no hizo más que fortalecerse, como se ha empeñado en subrayar el propio Kremlin al difundir imágenes de sus vacaciones conjuntas, tanto en verano, donde se les puede ver de pesca con el torso desnudo, como en invierno, paseando por un bosque nevado.

Ningún otro miembro del Gobierno ruso ha sido objeto, al menos públicamente, de ser distinguido con tal nivel de familiaridad con el jefe del Kremlin.

Shoigú tampoco se ha librado de las denuncias de corrupción que formula la oposición contra altos cargos rusos.

Ya en el 2015 el proscrito Fondo de Lucha contra la Corrupción (FBK) del actualmente encarcelado líder opositor Alexéi Navalni publicó una investigación en que se afirma que la hija de Shoigú, Ksenia, nada más cumplir 18 años compró dos terrenos en el sector más elitista de las afueras de Moscú por 9 millones de dólares.

El FBK apuntó que el hecho de que la compra fuera efectuada después de que Ksenia alcanzara la mayoría de edad le permitió a Shoigú no incluir esos terrenos en su declaración patrimonial, obligatoria para los funcionarios públicos.

Shoigú se declara ortodoxo, pero sus detractores aseguran que cree en el chamanismo, muy asentados en Tuvá, y que ha influido en las creencias de Putin.

Los reveses en los 16 meses de la guerra en Ucrania, pese a las alegaciones del Kremlin de que «todo marcha según el plan», han suscitado duras críticas contra su gestión y la del jefe del Estado Mayor General, Valeri Guerásimov.

Y ha sido precisamente el jefe de los wagneritas, Yevgueni Prigozhin, el líder de la abortada rebelión del pasado fin de semana, quien ha llevado la voz cantante contra la cúpula militar rusa.

Durante la sublevación dijo que no se retiraba hasta que tuviera en su poder a Shoigú y Guerásimov, a quienes exigió destituir.

Contra ellos no ha escatimado insultos, los ha acusado de no darles crédito a los mercenarios por sus logros en el frente, los ha tachado de incompetentes y ha denunciado la falta de suministro de munición y armas para sus hombres por parte de Defensa.

Shoigú respondió a los desafíos del jefe del Grupo Wagner con una orden de que todas las unidades de «voluntarios» que combaten en el país vecino tenían que subordinarse a su mando desde el 1 de julio, algo que finalmente conseguirá con los wagneritas tras el acuerdo alcanzado entre el Kremlin y Prigozhin que frenó la sublevación.

Si esto le servirá para sobrevivir al frente del Ministerio de Defensa y como amigo de Putin está aún en el aire.