La posibilidad de que haya dos mujeres en la papeleta demócrata entusiasma al ala progresista
21 jul 2024 . Actualizado a las 22:50 h.Nadie podía obligarlo, pero la presión era ya insostenible y amenazaba con empeorar. A las dos menos cuarto del domingo, hora local, el presidente Joe Biden sucumbió al llamado a gritos de su partido para que renunciase a la candidatura presidencial para gobernar otros cuatro años y dejase el camino libre a su vicepresidenta, la californiana Kamala Harris, que podría ser la primera mujer en gobernar Estados Unidos si vence en noviembre a Donald Trump. Diez minutos después la decisión se había filtrado y daba la vuelta al mundo.
Llegaba en domingo, tras la misa a la que el mandatario católico de 81 años suele acudir. Biden está aún convaleciente de la infección de covid que contrajo el pasado miércoles en Las Vegas, donde la enfermedad se unió a la debilidad de su edad y mostró a un mandatario tan frágil y delicado que los servicios secretos tuvieron que ayudarle a subir al coche. Había dicho en entrevista que solo renunciaría a la candidatura que había ganado en unas primarias poco abiertas si se lo indicaba «el Todopoderoso» y las señales no dejaban de llegar.
El atentado que sufrió su rival la semana pasada le revistieron de un aura que, junto con la unidad del partido conservador demostrada en la convención, le presentaban como el ganador seguro de las próximas elecciones del 5 de noviembre. Un hombre fuerte y vigoroso «con corazón de León», dijo su primogénito, que contrastaba con la exánime figura del presidente tambaleante, que apenas podía bajar las escaleras y confunde frecuentemente los nombres de los mandatarios con los que trata. Mantener el suyo en las papeletas era un suicidio político del que Biden hubiera sido responsable por su terquedad a renunciar.
Este domingo, tras anunciar por la red social de X que había decidido «no aceptar la nominación y concentrar todas sus energías en sus obligaciones como presidente durante el resto de su mandato», le llovieron los cumplidos «por su extraordinaria carrera», dijo el matrimonio Clinton, que venía echando de menos dentro de su partido.
«No solo ha sido un gran presidente y un gran legislador, sino un gran ser humano», le alabó el líder demócrata del Senado Chuck Schumer, cuya presión el fin de semana anterior resultó clave para que Biden se sintiera acorralado. «Es un honor unirnos a él para respaldar a Kamala Harris y dar en esta lucha todo lo que tenemos», escribieron en un comunicado, al que siguieron el de otros pesos pesados del aparato demócrata. «Su decisión, claro, no ha sido fácil, pero una vez más ha puesto a su país y a su partido por encima de sí mismo», dijo Schumer.
Tanto el presidente como el partido llegan un año tarde. La decisión de pasar el testigo a otros líderes más jóvenes en la formación de Clinton y Obama tenía que haber ocurrido antes de las primarias. Ahora los fondos donados a la campaña Biden/Harris solo pueden ser utilizados para la campaña de uno de estos dos nombres, por lo que la sucesión de Harris era la única opción viable.
La fiscal californiana de 59 años que en 2020 se convirtió en la primera mujer de color en llegar a la Casa Blanca, no es la candidata que más entusiasmo despierta entre moderados e independientes, pero goza del apoyo de los afroamericanos, pese a que sus progenitores son de la India y Jamaica. Los decepcionados con Biden la ven como una continuidad del aumento de la inflación y de los inmigrantes indocumentados, tema este que había recaído sobre ella. Trump estará encantado de ponerla en la diana de sus ataques, pero le inquietará enfrentarse a ella en el debate del 10 de septiembre, dadas las habilidades retóricas que mostró Harris en este formato durante la campaña de 2020.
Su candidatura es un revulsivo para las bases de un partido desmoralizadas por el creciente declive de Biden y la fuerza de Trump, cuya vuelta al poder ya se veía como inevitable. La decisión de Biden pone, temporalmente, el marcador a cero. Harris no lo tiene fácil. Necesita ganar tres estados clave que las encuestas otorgan a Trump: Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Por eso la elección de su segundo para su campaña resultará clave.
La opción más atrevida Los estrategas apuntan como mejor apuesta para mejorar sus posibilidades al gobernador de Pennsylvania Josh Shapiro, muy popular en el estado a pesar de que solo lleva en el cargo año y medio. Pero si Harris quiere ser realmente atrevida y jugárselo todo, su mejor opción es la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, de 52 años, enormemente popular en su estado y con un alto perfil nacional. Eso probablemente le garantizaría la victoria en Michigan, el estado por el que se derrumbó 'el muro azul' que costó la derrota a Hillary Clinton en 2016. La rompedora opción de dos mujeres en la papeleta entusiasmaría a la izquierda y asustaría a la derecha, en un enfrentamiento entre la cultura woke y antiwoke, el pasado y el presente de un país ante un cruce de caminos que le redefinirá.
Son, ha dicho Donald Trump a sus seguidores, «las elecciones más importantes de sus vidas», que se celebrarán el 5 de noviembre y prácticamente acaban de volver a comenzar con este reseteo de la campaña demócrata.