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En busca de huellas

>Antonio Sandoval asandovalrey@gmail.com

LA VOZ DE LA ESCUELA

Cuando el suelo está blando, los animales del bosque dejan en él sus huellas. Gracias a ellas podemos deducir muchas de las actividades nocturnas de sus habitantes

16 ene 2013 . Actualizado a las 12:03 h.

Como estuvo lloviendo toda la tarde y hasta después de cenar, y luego el viento cambió para soplar seco e ir despejando las nubes, el joven naturalista se fue pronto a la cama con la cabeza llena de expectativas para el día siguiente. Antes de apagar la luz repasó de forma concienzuda las láminas de la guía de huellas y señales de la fauna europea que le habían traído los Reyes Magos, y decidió, a pesar de tenerla bien estudiada, llevársela consigo en la mochila al día siguiente.

Cuando amaneció ya llevaba un buen rato caminando. Su objetivo era alcanzar los senderos del bosque antes que nadie, a fin de tener la oportunidad de identificar las huellas en el barro que los nocturnos transeúntes de cuatro patas hubieran dejado tras sus correrías de las últimas horas.

Una de las cosas que más le intrigaba era saber cuántas especies de animales vivirían allí, a poca distancia de la casa de sus abuelos, entre la suave ladera cubierta de carballos, castaños, acebos y fresnos, y los prados y setos que como en un puzle a medio montar de piezas muy verdes se desparramaban por el valle. Sabía de la existencia de corzos, zorros y jabalíes por haber escuchado hablar de ellos muchas veces e incluso haber visto a los dos primeros en alguna ocasión. ¿Habría allí además martas, jinetas, gatos monteses...?

Cuando el sol comenzó a colarse por entre el enramado invernal casi vacío de hojas, el barro del camino brilló como una cerámica sin cocer pero ya decorada a capricho de su autor. Más profundas junto a los charcos, y apenas visibles a ambos lados del sendero, las huellas aparecieron casi tan poco a poco como habían sido hechas. En algunas zonas se acumulaban muchas de ellas, de forma que era imposible seguir por separado el rastro de cada una. En otras incluso se las podía seguir durante metros, y jugar a conjeturar los motivos de repentinos desvíos.

Por allí habían pasado, sin duda, corzos y zorros y jabalíes. Las huellas de estos últimos eran muy semejantes a las de los perros, pero el joven naturalista sabía en qué debía fijarse para no confundirlas. Además descubrió el rastro de un erizo y, más pequeño aún, el de un ratón o una musaraña. Su rastro parecía el de un duende de largos pies que se hubiese divertido caminando descalzo por el barro. Había además unas huellas que atribuyó a una marta, pero sin estar muy seguro. Sacó su cámara y las fotografió para confirmar en casa, más tranquilamente, esta identificación.

Un rato más tarde, en una bifurcación del camino, se llevó una gran alegría al encontrar las firmas en el barro de varios tejones: a juzgar por su tamaño, un adulto y dos crías. Siempre había creído que vivían junto a la aldea, pero sus abuelos decían que llevaban muchos años sin verlos. Entonces escuchó voces. Otras personas, tan madrugadoras como él, venían por el sendero. Se sentó a un lado a tomar apuntes de cuanto había encontrado y aguardó a que llegaran. Eran tres alegres niños con sus padres. Les mostró las huellas de los tejones, y les explicó cómo eran y vivían estos animales. Como los niños no se atrevían a pisar las huellas, él les animó a hacerlo. A confundir las de sus botas con las de las patas de aquellos discretos habitantes del bosque nocturno. A compartir así con ellos el camino, y no olvidar jamás que en lugares así nunca estamos solos.

Esta es una pequeña guía de las huellas más fáciles de identificar de algunas de las especies de mamíferos más abundantes en Galicia. Las ilustraciones son una representación muy sencilla de lo que luego encontraréis en el barro. Tenéis que imaginar estos dibujos como marcas más o menos profundas, muy a menudo a medio hacer, sobre un fondo oscuro. Si identificar huellas, y a partir de ellas los animales de un bosque o campiña, fuese fácil, ¡no sería tan divertido! Por supuesto, si ha nevado es mucho más fácil.

ZORRO

Sus huellas son más pequeñas, largas y ovaladas que las del perro. Las uñas delanteras están muy afiladas y próximas, y suelen marcarse bien. Un detalle importante para distinguirlas de las del perro es la separación entre las almohadillas delanteras y las posteriores: si trazas una línea justo detrás de las delanteras, no tocará a las posteriores.

CORZO

Es una huella estrecha y con marcado paralelismo entre los bordes internos de cada pezuña. Mide unos 5 centímetros de largo por 3 de ancho. En terrenos blandos y en la nieve también se marcan las pezuñas posteriores de las patas. Las pezuñas de las extremidades anteriores son mayores que las de las posteriores.

JABALÍ

Muestra dos pezuñas principales de unos 5 centímetros, afiladas y alargadas. A veces aparecen también marcadas, a unos 2 centímetros, sus pezuñas secundarias, que son menores y más abiertas.

TEJÓN

Suele marcar sus cinco dedos con sus uñas. Las huellas delanteras de los adultos, incluidas las uñas, miden en torno a 8 centímetros de largo y 5 de ancho. Las traseras, algo menos. En los ejemplares jóvenes no se marcan las uñas.

GARDUÑA

Muy parecidas a las de la marta, aunque más visibles porque no tiene pelos en la planta del pie. Son de 4,5 centímetros de largo por 3,5 de ancho, y muestran esa gran almohadilla central con cuatro almohadillas digitales con sus respectivas uñas. El quinto dedo no suele marcarse.

COMADREJA

Su huella es muy pequeña, de poco más de 1,5 centímetros de largo por 1 de ancho. Además, y por ser un animal pequeño, de poco peso, no suele marcarse mucho. En el barro fresco o la nieve marca un talón con tres lóbulos, sus cinco dedos y las uñas. La huella del pie posterior es mayor que la del anterior.

NUTRIA

Es una huella redondeada con cinco dedos que en ocasiones incluye las uñas y, muy raramente, las membranas interdigitales. Las de las patas delanteras son más redondeadas que las traseras de aspecto. Las encontrarás sobre todo cerca de ríos y embalses.

JINETA

Junto a la huella de la gran almohadilla de la planta de la pata, muestra cinco dedos sin uña. A veces no aparece la marca del quinto dedo, por lo que se puede confundir con la de un gato. En la jineta están más juntas las huellas de los dedos, y su aspecto es más alargado.

MUSARAÑA

No suele dejar huellas debido a su poco peso. Cuando aparecen, en terrenos muy blandos, se pueden diferenciar de las de los roedores por presentar cinco dedos tanto en las patas anteriores como en las posteriores, mientras que los roedores tienen cuatro dedos en las patas anteriores y cinco en las posteriores.

ERIZO

Marca los cinco dedos tanto de la pata anterior como de la posterior. Cuando avanza por terrenos blandos, deja también un surco, pues arrastra la barriga debido a sus cortas patas.