La paz de Utrecht significó la desaparición de España de la política europea y su arrinconamiento detrás de los Pirineos. Desde los Reyes Católicos y Carlos V, España había estado en el centro de la historia de Europa. Había sido la primera potencia durante todo el siglo XVI y parte del XVII, gracias a los tercios españoles. Después perdió esa fortaleza, pero aún conservaba la influencia derivada de los territorios europeos que estaban gobernados por la corona española. Los acuerdos de Utrecht pusieron fin a esta situación. España cedió todos sus territorios europeos más allá de los Pirineos. En el centro de Europa perdió los llamados Países Bajos católicos, lo que hoy es Bélgica, Luxemburgo y algunos departamentos del norte de Francia. En Italia, el ducado de Milán, la isla de Cerdeña, y el reino de Nápoles y Sicilia. A Inglaterra se le cedió la soberanía sobre Gibraltar y la isla de Menorca y se le concedieron algunas ventajas comerciales con América.