Lo mejor de la poesía española e hispanoamericana

LA VOZ DE LA ESCUELA

La antología poética que La Voz de la Escuela ofrece cada mes amplía su ámbito a los más destacados creadores de allende el Atlántico

11 dic 2013 . Actualizado a las 12:46 h.

Esta es la tercera de las publicaciones mensuales de este curso dedicada a poemas de la literatura hispanoamericana. Son poemas que no solo debemos conocer, sino que de ellos deberíamos recordar versos y estrofas y saber el nombre de sus autores, porque han pasado ya a las páginas de oro de la literatura universal. Para que este recorrido sea más fructífero, os propongo un sencillo método de trabajo en la clase de Lengua y Literatura Castellana:

1. Leemos, uno a uno, todos los poemas.

2. Escogemos el que más nos haya gustado, por la razón que sea: por su contenido, por su forma o por ambas cosas a la vez.

3. Lo copiamos en el cuaderno de Lengua.

4. Analizamos la rima del poema (asonante, consonante o libre).

5. Analizamos la medida de los versos y las figuras literarias que reconozcamos.

6. Explicamos cuál es el tema principal o el contenido del poema.

7. Leemos el poema varias veces hasta aprenderlo. Después, siguiendo las indicaciones del profesor, lo recitamos en clase.

8. Recogemos información sobre los autores de estos poemas y redactamos un breve informe. Se puede utilizar el libro de texto de Lengua Castellana y Literatura o recurrir a Internet.

9. Algunos de estos poemas han sido musicados por cantautores. Los buscamos en YouTube y los escuchamos.

10. Comprobamos las variaciones que se han producido y disfrutamos de ellas.

Elegía a Ramón Sijé

(Miguel Hernández, 1910-1942)

Esta es uno, según mi criterio, de los tres poemas elegíacos más grandes de la literatura española (los otros serían: «Coplas a la muerte de mi padre», de Jorge Manrique, y «Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías», de García Lorca). La amistad que compartió el poeta con Ramón Sijé desde la infancia da vida a cada uno de los versos.

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se

me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano

de la tierra que ocupas y estercolas,

compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas

y órganos mi dolor sin instrumento,

a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi

[costado

que por doler me duele hasta el

[aliento.

Un manotazo duro, un golpe

[helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que

[mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el

[vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por

[el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas

[estridentes

sedienta de catástrofes y

[hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los

[dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta

[encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irá a cada lado

disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras

[espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas

[cosas,

compañero del alma, compañero.

Cuando la tierra fría

(Tomás de Iriarte, 1750-1791)

Este escritor es más conocido por sus fábulas literarias, con títulos tan populares como «El burro flautista» o «Los dos conejos». Se incluye aquí este poema para que se conozca, también, su talento poético.

Cuando la tierra fría

dé hospedaje a mi cuerpo,

¿qué servirá que deje

acá renombre eterno,

que me erija un amigo

sepulcral monumento,

que me escriba la vida,

que publique mis versos,

que damas y galanes,

niños, mozos y viejos

me lean, y me lloren

mis parientes y afectos?

Esta fama, esta gloria,

a que aspiran mil necios,

no me da, mientras vivo,

vanidad ni consuelo.

No quiero yo otra fama,

otra gloria no quiero,

sino que se oiga en boca

de niños, mozos, viejos,

de damas y galanes,

de parientes y afectos:

«Este hombre quiso a Laura,

y Laura es quien le ha muerto».

Lo fatal

(Rubén Darío, 1867-1916)

El poeta nicaragüense tuvo una gran influencia en la poesía española de finales del XIX y principios del XX. El modernismo se introdujo en España con su obra. Pero, además del colorido y musicalidad propios de su estilo modernista, Rubén Darío, un gran poeta, también es capaz de reflexionar, en versos austeros y con tintes existencialistas, sobre la vacuidad de la vida y la certeza de la muerte.

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

¡y no saber adónde vamos,

ni de dónde venimos...!

En que satisface un recelo con la retórica del llanto

(Sor Juana Inés de la Cruz, México, 1651-1695)

Este poema amoroso, de un lirismo exquisito, podríamos situarlo entre los más atractivos de la poesía en castellano. El triunfo del amor auténtico, que se sobrepone a las vanas apariencias, como los celos y la desconfianza. Su autora es una monja mexicana del siglo XVII, que asimiló muy bien las influencias literarias que llegaban de España, a través de la obra de Góngora, Lope de Vega y Quevedo.

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,

como en tu rostro y tus acciones vía

que con palabras no te persuadía,

que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,

venció lo que imposible parecía,

pues entre el llanto que el dolor vertía,

el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,

no te atormenten más celos tiranos,

ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos.

En paz

(Amado Nervo, México, 1870-19199

Otro de los grandes poetas en lengua castellana que dio el modernismo en tierras americanas. Amado Nervo tuvo un gran prestigio ya en vida y su obra poética sigue siendo valorada a través del tiempo. Este poema es un ejemplo de su equilibrio vital, de la armonía con que su talante estoico supo disfrutar la vida.

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Para que tú me oigas

(Pablo Neruda, 1904-1973)

Este es uno de los «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», que tanto ha influido en la poesía amorosa en cualquier lengua culta. Con Neruda hemos aprendido los rituales del amor, la importancia de la palabra precisa y delicada para relacionarse con la persona amada. Él nos situó en el umbral del misterio: recorrer con acierto el sendero amoroso ya depende de la pericia o de la suerte de cada cual.

PARA que tú me oigas

mis palabras

se adelgazan a veces

como las huellas de las gaviotas en las playas.

Collar, cascabel ebrio

para tus manos suaves como las uvas.

Y las miro lejanas mis palabras.

Más que mías son tuyas.

Van trepando en mi viejo dolor como las

[yedras.

Ellas trepan así por las paredes húmedas.

Eres tú la culpable de este juego sangriento.

Ellas están huyendo de mi guarida oscura.

Todo lo llenas tú, todo lo llenas.

Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,

y están acostumbradas más que tú a mi

[tristeza.

Ahora quiero que digan lo que quiero decirte

para que tú las oigas como quiero que me

[oigas.

El viento de la angustia aún las suele

[arrastrar.

Huracanes de sueños aún a veces las tumban.

Escuchas otras voces en mi voz dolorida.

Llanto de viejas bocas, sangre de viejas

[súplicas.

Ámame, compañera. No me abandones.

[Sígueme.

Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.

Pero se van tiñendo con tu amor mis

[palabras.

Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.

Voy haciendo de todas un collar infinito

para tus blancas manos, suaves como

[las uvas.

La vida es sueño (fragmento)

(Pedro Calderón de la Barca, 1600-1681)

Es un fragmento del famoso monólogo de Segismundo, el príncipe encadenado por su padre, rey de Polonia. La obra teatral es un drama de ideas, pero también ejemplo de una alta capacidad de su autor para la creación poética.

¡Ay mísero de mí! ¡Ay

[infelice!

Apurar, cielos, pretendo,

ya que me tratáis así,

qué delito cometí

contra vosotros naciendo;

aunque si nací, ya entiendo

qué delito he cometido;

bastante causa ha tenido

vuestra justicia y rigor,

pues el delito mayor

del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber,

para apurar mis desvelos

(dejando a una parte, cielos,

el delito de nacer),

¿qué más os pude ofender

para castigarme más?

¿No nacieron los demás?

Pues si los demás nacieron

¿qué privilegios tuvieron

que yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas

que le dan belleza suma,

apenas es flor de pluma,

ramillete con alas,

cuando las etéreas salas

corta con velocidad,

negándose a la piedad

del nido que deja en calma;

y teniendo yo más alma

¿tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel

que dibujan manchas bellas,

apenas signo es de estrellas

-gracias al docto pincel-,

cuando atrevido y cruel,

la humana necesidad

le enseña a tener crueldad,

monstruo de su laberinto;

¿y yo, con mejor instinto,

tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,

aborto de ovas y larvas,

y apenas bajel de escamas

sobre las ondas se mira,

cuando a todas partes gira,

midiendo la inmensidad

de tanta capacidad

como le da el centro frío;

¿y yo, con más albedrío,

tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra

que entre flores se desata,

y apenas, sierpe de plata,

entre las flores se quiebra,

cuando músico celebra

de las flores la piedad

que le da la majestad

del campo abierto a su

[huida;

y teniendo yo más vida,

tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,

un volcán, un Etna hecho,

quisiera arrancar del pecho

pedazos del corazón:

¿qué ley, justicia o razón

negar a los hombres sabe

privilegio tan suave,

exención tan principal,

que Dios le ha dado a un

[cristal,

a un pez, a un bruto y a un [ave?