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Franz Kafka, la renovación de la novela europea

LA VOZ DE LA ESCUELA

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Este curso le venimos dedicando estas páginas a los grandes novelistas europeos y americanos. La novela actual no sería la misma sin sus aportaciones. En octubre hablamos de William Faulkner y en noviembre de Marcel Proust. El protagonista hoy es Franz Kafka. Este modesto homenaje escolar nos acerca un poco a él.

09 dic 2015 . Actualizado a las 05:30 h.

Franz Kafka nació en Praga (1883), en una familia de comerciantes judíos, y murió en Kierling (Austria), en 1924. Desde pequeño vivió muy sometido por el carácter fuerte de su padre, al que temía más que respetaba, lo cual pudo influir en su temperamento vacilante y pudo dejar huella en sus angustiosos relatos. Más por complacer a su progenitor que por interés propio, cursó la carrera de Derecho y trabajó, posteriormente, en una compañía de seguros. Kafka era de raza judía, pero no practicaba su religión; también era checo, pero no hablaba la lengua nacional. Fue educado en la dominante cultura y lengua alemanas, la del enemigo interior, todo lo cual era una forma de no ser nadie, de ser un extranjero en su propia patria. 

Fue un joven alto, delgado, de piernas largas, amante de los deportes ?nadaba en una escuela en el río Moldava y remaba por sus aguas en una embarcación propia?, gran andarín por los bosques cercanos a la ciudad y un gran viajero. Aunque tenía espíritu bohemio, era muy enamoradizo, con un concepto casi neurótico del amor. Sabemos por sus diarios que fueron muchas las mujeres que entraron y salieron de su vida, dejando poco más que un considerable epistolario. Ahora mismo está siendo representada en el teatro María Guerrero de Madrid, por el Centro Dramático Nacional, la obra  Kafka enamorado, en la que se recrea una historia real, que terminó de forma dramática ante la imposibilidad de realización del amor que sentían Franz Kafka y la berlinesa Felice Bauer. Ella, una mujer muy moderna en su época, directiva de una firma comercial de Berlín, en continuo viaje de negocios, económicamente independiente, conoció a Franz en casa de Max Brod, el amigo común que daría a conocer la obra de Kafka al mundo. A pesar de que ambos estaban enamorados, su relación se convirtió en un constante malentendido lleno de sufrimientos. 

EN CONTRA DE SU VOLUNTAD

En 1917, cuando pensaba marcharse a Palestina, enfermó de tuberculosis y se frustró su viaje. A partir de aquí Kafka se dedicará intensamente a la literatura, a pesar de la oposición familiar, de cinco proyectos matrimoniales frustrados, de su trabajo como agente de seguros y de la grave enfermedad, que acabará causándole la muerte. 

Sus obras llegaron hasta nosotros en contra de la voluntad de Kafka. Él le había encargado a su amigo Max Brod que destruyese todos los cuadernos que había estado escribiendo en secreto. Max Brod tuvo el sentido común de no hacerle caso y gracias a ello hoy podemos conocer casi todo de Kafka a través de sus Diarios, además de varias obras que nunca podríamos leer. Otro que tampoco le hizo mucho caso a lo que había acordado con el escritor fue su amigo el doctor Klopstock. Cuando al final de su vida, Kafka, ingresado en un sanatorio vienés, no podía ya soportar el dolor que le causaba su enfermedad mortal, le recordó a su amigo médico la promesa que le había hecho de inyectarle una dosis mortal de morfina. En el último momento, el médico dudó. Y Kafka, demoledor, le dijo: «Mátame, si no, serás un asesino».

Tanto como su padre, en su vida ha influido de manera determinante la ciudad donde nació y se crio. Aunque él casi no conoció el gueto de Praga, donde vivía la comunidad judía ?fue demolido a finales del siglo XIX?, sin embargo, en su subconsciente quedó dibujada la geografía y la idiosincrasia de su existencia. Aquella atmósfera física y espiritual es la que se va a respirar en la obra literaria de Franz Kafka. Él mismo lo explica de esta manera:

«En nosotros siguen vivos los oscuros rincones, los pasajes misteriosos, las ventanas cegadas, los patios sucios, las ruidosas tabernas y las posadas cerradas con llave. Recorremos las anchas calles de la ciudad nueva, pero nuestros pasos y miradas son inseguros. La ciudad judía vieja e insalubre que hay en nosotros es mucho más real que la ciudad nueva e higiénica que nos rodea. Despiertos vamos atravesando un sueño: no somos más que fantasmas de tiempos pasados?».

LA METAMORFOSIS

Es la más famosa de las novelas de Kafka. Publicada en 1916, sorprende al mundo literario del momento porque la anécdota que soporta el relato es tan simple como absurda: un hombre, el viajante de comercio Gregorio Samsa, despierta, una mañana, convertido en cucaracha. Continúa viviendo en la habitación de su casa, consentido por la familia, y desde allí contempla el transcurrir de la vida diaria desde la óptica del insecto en que se ha convertido. Después de leer La metamorfosis, el gran novelista Gabriel García Márquez decidió atreverse a escribir la primera novela, ya que se dio cuenta de que lo más importante de una narración no está en la trama o en el argumento que se desarrolle ?cualquiera vale, hasta uno tan absurdo como el de la novela de Kafka?, sino en la manera de contarlo y en el fondo reflexivo que aporte.

Kafka es la voz de la conciencia de una época, la suya, primer cuarto del siglo XX, que es el crepúsculo de todas las grandes ilusiones e idolatrías del mundo moderno. Por eso le interesa más la reflexión que se desprende de sus obras que la esencia narrativa de las mismas. De hecho, no es un narrador propiamente dicho, porque los acontecimientos narrados no se suceden y evolucionan en una dinámica literaria adecuada, sino que se instala delante de un poderoso signo y allí deja solo al lector para que dé vueltas alrededor de ese punto hasta llegar a sus propias conclusiones, que nunca distarán mucho de las del autor. Cuanto más absurdo sea el símbolo presentado, más carga significativa aportará a la reflexión del lector. Lo onírico, lo subconsciente y lo irracional emergen y dejan al descubierto los sentimientos más profundos, según la técnica expresionista, que tuvo su influencia en diferentes artes de la época. Esos sentimientos son la angustia, la soledad, la frustración y la culpabilidad. Y todo ello está expresado en una prosa fría, corta y tajante, sin adornos, pero de una enorme eficacia expresiva. 

Los personajes de Kafka son zarandeados y amenazados por instancias ocultas. Carecen de importancia en y por sí mismos, porque en realidad son prototipos del hombre desvalido y desorientado. Se trata de poner en evidencia el sentido absurdo de la vida, y para eso introducirá en la realidad más cotidiana una distorsión sorprendente empleando elementos absurdos y fantásticos ?el término kafkiano sirve ya para designar situaciones absurdamente complicadas, extrañas? como es el caso, por ejemplo, de la transformación en escarabajo de Gregorio Samsa, en La metamorfosis.  

SUS OBRAS, UN ESPEJO DEL XX

El proceso, El castillo, La transformación y otros relatos, numerosa correspondencia ?Carta al padre, Carta a Ottla (su hermana), Carta a Felice (una de sus amantes), Diarios, etc.? La mayor parte de sus obras son póstumas: las publicó su amigo Max Brod, desobedeciendo el encargo de quemarlas, que le había hecho Kafka poco antes de morir.

«Kafka ?escribió Elías Canetti?, es el escritor que más puramente ha expresado el siglo XX y aquel al que, por lo tanto, cabe considerar como su manifestación más esencial». Así lo ha planteado toda la crítica literaria de Occidente: su obra refleja mejor que la de ninguno la deshumanización, la alienación y la soledad que el siglo XX, con sus cambios ideológicos, su industrialización y su materialismo, trajo a la sociedad desarrollada.