Una exposición en la Casa de las Ciencias reúne paisajes astronómicos de varios astrofotógrafos gallegos
16 dic 2015 . Actualizado a las 05:45 h.fotógrafo viveirense Dani Caxete recorrió los muros de Facebook y alcanzó la gloria de las páginas de los diarios y los momentos más relajados de algunos telediarios. La imagen muestra la silueta de un hombre sentado en un banco orientado hacia el mar, a pocos metros de un acantilado y bajo un imponente cielo estrellado dominado por el arco de la Vía Láctea. El conjunto es tan impactante, y la fotografía está tan bien hecha, que obtuvo una mención de honor en la edición de este año del International Earth & Sky Photo Contest que organiza el programa The World At Night (TWAN).
El objetivo del programa TWAN, que nació bajo el auspicio de la Unesco y la Unión Astronómica Internacional en el 2009, es promover la fotografía en los lugares más bellos o de mayor interés histórico retratados bajo un cielo estrellado. La idea es que el firmamento sirva como nexo de unión entre paisajes y lugares de cualquier parte del mundo, contribuyendo a que percibamos a la Tierra en su dimensión de planeta, en lugar de como una amalgama de territorios diseñados por la humanidad.
Siguiendo esta lógica la exposición Paisajes astronómicos, estrenada estos días en la Casa de las Ciencias, reúne imágenes tomadas en diversos enclaves de Galicia por el propio Dani Caxete, Óscar Blanco, Ángel Arós, Alfredo Madrigal y Ricardo Lago. A ellos se une el astrofotógrafo canario Daniel López, con una imagen de auroras boreales tomada en Islandia.
ESTRELLAS SOBRE PAISAJES HUMANOS
De una forma u otra las estrellas están presentes en muchos paisajes humanos. Un gran número de iglesias, por ejemplo, tienen su nave principal orientada de este a oeste, apuntando hacia los lugares por donde el Sol sale y se pone en los equinoccios. Este tipo de alineaciones astronómicas aparecen en culturas de todo el planeta, desde las pirámides erigidas por los egipcios o los aztecas hasta monumentos megalíticos como Stonehenge, en Inglaterra, o las antas (dólmenes) del Alentejo portugués. El estudio de estas orientaciones permite a los arqueoastrónomos deducir el conocimiento sobre el firmamento desarrollado por civilizaciones ya desaparecidas y de las que apenas conservamos más documento que las construcciones que erigieron. En este sentido, la arqueoastronomía nos permite acercarnos a la visión del cosmos de estas culturas extintas, pero también indagar en sus creencias y, por supuesto, en sus calendarios, que a lo largo de la historia de la humanidad siempre han tenido una profunda base astronómica. No en vano, el año de 365 días, la semana de siete días, la división del año en doce meses o la posición en el calendario de celebraciones como la Navidad, el Carnaval o la Semana Santa, tienen su propio origen en fenómenos astronómicos.
ESTRELLAS EN EL LIENZO
Antes de que la fotografía se convirtiera en el medio preferido para registrar eventos astronómicos, los pintores de diversas épocas dejaron reflejadas sus visiones del firmamento. Uno de los paisajes astronómicos pictóricos más conocidos es la Adoración de los Magos (1301) en el que Giotto nos muestra algo que bien podría ser el cometa Halley suspendido sobre el portal de Belén. En 1515 Durero dibujó la primera representación de la Tierra como un planeta y en 1888 Van Gogh pintó su legendaria Noche estrellada, cuyo firmamento arremolinado podría inspirarse en los dibujos de galaxias espirales que hacían furor en los libros de ciencia popular de la época. Pero la pintura astronómica no desapareció con la irrupción de la fotografía. A comienzos del siglo XX Chesley Bonestell se especializó en recreaciones realistas de paisajes de planetas basándose en las mejores observaciones científicas de la época. Este tipo de imágenes se han hecho muy populares en los últimos años en las notas de prensa de las agencias astronómicas al hilo del descubrimiento de los primeros planetas extrasolares. Al fin y al cabo estas recreaciones acercan a nuestra imaginación paisajes tan lejanos que hoy en día ni siquiera podemos fotografiar.
TÉCNICAS DE OBSERVATORIO
Cuando hacemos una fotografía por la noche y no utilizamos flash, lo normal es que la imagen salga completamente negra. El motivo es que los sensores de las cámaras necesitan una cierta cantidad de luz para tomar una imagen y, salvo la Luna, los objetos del firmamento resultan demasiado oscuros. Por ello, en lugar de hacer tomas en una fracción de segundo, como ocurre de día o con la ayuda de un flash, los astrofotógrafos necesitan varios segundos ?o incluso minutos? para registrar sus imágenes. El problema es que la bóveda celeste se mueve constantemente, girando alrededor de la estrella polar. Por ello, salvo que la cámara siga ese movimiento a través de una montura especial, en una exposición larga las estrellas aparecen como trazos curvos que delatan el movimiento de la bóveda celeste. Finalmente, como el campo de visión de los telescopios es tan pequeño, los astrónomos han desarrollado técnicas para empalmar varias tomas en una especie de mosaico. Aplicada a la fotografía de paisajes, este procedimiento permite incluir en la imagen un objeto tan grande como la Vía Láctea, un arco de luz que cruza el cielo de lado a lado y que sería muy difícil fotografiar completa en una única toma.